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Un hombre pasa ante «Tres estudios para una Crucifixión», de Bacon - EFE

Francis Bacon: ADN español en la furia creativa de un genio atormentado

El Museo Guggenheim de Bilbao desvela en una exposición la profunda huella que un grupo de artistas, sobre todo de nuestro país, dejó en la obra del creador irlandés. Picasso, Goya, Gris, Zurbarán... y, muy especialmente, Velázquez sobrevuelan su pintura salvaje y satánica, poblada de seres torturados y deformes que se retuercen en sus lienzos

Madrid Actualizado: Guardar
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Un dandi irlandés con alma española. Ese fue Francis Bacon (Dublín, 1909-Madrid, 1992), uno de los más geniales pintores del siglo XX. Tanto su biografía como su producción están marcadas por la pasión que sentía por nuestro país: por nuestros pintores, nuestra cultura, nuestros museos y por el hombre que le hizo vivir una segunda juventud en sus últimos años. El destino quiso que muriera en Madrid, adonde en 1992, ya muy enfermo, vino para aferrarse con un hilo de vida a ese último amor. No hay museo en el mundo que se resista al magnetismo de su pintura, tan atormentada como él mismo. En 2009 le dedicó una exposición su amado Museo del Prado, que visitó por primera vez en 1956.

Fue un amor a primera vista, apasionado, de esos que duran toda la vida. Poco antes de su muerte pidió visitarlo en solitario, sin testigos. Sin saberlo, se estaba despidiendo de uno de sus grandes amores.

Ahora es el Museo Guggenheim de Bilbao el que ha organizado otra exposición de Bacon, en colaboración con Grimaldi Forum Monaco y patrocinada por Iberdrola. Pero aquí no está solo, sino acompañado por los pintores que conforman su ADN creativo, sobre todo españoles. Comenzando por Picasso. A los 17 años visitó una exposición del artista español en la galería Paul Rosenberg de París. Fue una revelación para él. Lo vio claro: sería pintor. En la primera sala de la exposición está Bacon antes de Bacon: las figuras biomorfas del malagueño se repiten casi de forma similar en un lienzo de Bacon de 1933, de la colección Abelló. Quedan muy pocas obras de los primeros años de su carrera, pues destruyó la mayoría de los cuadros. Siempre tan intenso, tan perfeccionista, tan insatisfecho...

Un visitante admira «Pintura», de Francis Bacon
Un visitante admira «Pintura», de Francis Bacon - EFE

Martin Harrison descubrió recientemente en una colección privada de Londres «Estudio de un toro», de 1991, la última obra que pintó Bacon, a excepción de la cabeza que dejó inacabada en el caballete de su estudio. Se exhibe ahora por segunda vez, tras verse en Mónaco. Ese toro recuerda el Minotauro del último Picasso: una suerte de autorretrato final, cuando ya Bacon estaba muy enfermo. «Está pintado con aerosol y polvo de su estudio (y eso que era asmático), como símbolo de algo eterno, el principio y el fin, una profecía de su muerte. Bacon se identifica con ese toro», advierte Harrison.

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