Manuel Lucena-Giraldo

A las barricadas (de la leyenda negra)

Ya sabemos que las guerras culturales y simbólicas son las primeras que se libran –y pierden, por menospreciarse lo que más importa–. Primero muere el símbolo, luego el cuerpo. De ahí que sea tan sospechoso el revival de una especie de indigenismo museístico

La combinación letal de los efectos Trump y Brexit produce en la órbita angloamericana un estropicio profundo. Ciertamente con lo que tenemos aquí, ocupados como estamos en que los médicos, además de curarnos, nos hablen en el idioma que decida el populismo rupturista de turno, o en destruir empresas y riqueza a toda velocidad, pocas lecciones podemos dar. Pero en agudo contraste con la excepcional y brillante exposición « El poder del pasado. 150 años de arqueología en España» , del Museo Arqueológico Nacional , que expone hasta el 1 de abril verdaderos iconos del común pasado español, en otras latitudes han bajado el listón de la calidad de modo inconcebible.

Ya sabemos que las guerras culturales y simbólicas son las primeras que se libran –y pierden, por menospreciarse lo que más importa–. Primero muere el símbolo, luego el cuerpo. De ahí que sea tan sospechoso el revival de una especie de indigenismo museístico . Este recuerda la pasión por los indios muertos del nacionalismo decimonónico en ambas Américas, tan republicanas al norte y al sur, mientras los indios vivos morían en las selvas produciendo caucho –ahora les obligan a fabricar cocaína para los relajados esnobs del primer mundo–. En 2013, cuando el Museo Británico expuso en «Más allá de El Dorado. Oro y poder en la antigua Colombia» , un exquisito repertorio de piezas del bogotano Museo del Oro, salvadas en parte de la desaparición por las instituciones y sabios de la llamada «etapa colonial» (o sea monárquica y española), hubo un precedente incomprendido.

Nadie se preguntó entonces, tampoco ahora, la causa de que esas piezas «nativas» de oro, plata, cobre, plumas o textiles, estén todavía ahí. Es como si hubieran cruzado directamente el tiempo, desde el siglo XIII, o desde el azteca Moctezuma , pongamos por caso, al XXI. Lo español (solo 3 ó 4 siglos) se obvia e ignora, no existe . Es también el caso flagrante del patrimonio subacuático, las tumbas de Estado que son los buques españoles en los océanos del mundo, que nacionalizan sin miramientos algunas repúblicas, cuyas camarillas se preparan para entregar 3 lingotes y 4 botones a las «empresas» de la moderna piratería.

Ahora el Metropolitan de Nueva York, un respeto, exhibirá «Tesoros del lujo prehispánico» a turistas, visitantes y hasta estudiosos, que sobrecogidos por tanta belleza sabrán que «la avaricia de los conquistadores españoles», culpables de todo, fue insaciable. Con habilidad, cambian de sitio el foco. Señores, abajo a la izquierda les está saliendo un muro .

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