El arte de posguerra en España no fue un páramo

El Museo Reina Sofía revisa en una exhaustiva exposición, con más de un millar de piezas, la creación en los años 40 y desmonta tópicos sobre esta etapa

Madrid Actualizado: Guardar
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1939. Acaba la Guerra Civil española. Desfilan los derrotados camino del exilio, fotografiados por Robert Capa. Pero hay otro desfile bien distinto, el de la Victoria, con el que los soldados del bando nacional sacan pecho. Son la cara y la cruz de una España partida en dos. Así comienza el relato de esta necesaria revisión de la posguerra española desde las artes plásticas y la arquitectura. Un periodo gris, duro, áspero, complejo, al que apenas se había prestado atención hasta la fecha, pues había quedado atrapado en una especie de agujero negro entre dos momentos muy fértiles: el arte durante la República en los años 30 y el de los 50.

María Dolores Jiménez-Blanco ha llevado a cabo un riguroso e impecable trabajo de investigación de más de tres años, en el que, advierte, tan sólo ha sacado a flote la punta del iceberg.

Explica la comisaria que, pese a ser «un tiempo marcado por el miedo y el silencio», no fue un páramo ni un desierto cultural, sino que hubo creatividad, experimentación y contribuyó a la modernización de nuestro país. El eclecticismo es la nota dominante del panorama artístico de la posguerra, donde conviven clasicismo y modernidad, tradición y vanguardia, en la pintura de Vázquez Díaz, Caballero, Gutiérrez Solana y unos jóvenes Saura y Tàpies; en la escultura de Ferrant y Oteiza... «No hay protagonistas. Es una exposición muy coral, con muchas conexiones y donde todo se cruza», comenta Jiménez-Blanco.

La muestra, cuyo título se ha tomado de una obra de Max Aub, «Campo cerrado», ocupa la tercera planta del edificio Sabatini. Es abrumadora e inabarcable en una sola visita. Acabas exhausto en el intento. Son más de 1.000 obras, cedidas por un centenar de colecciones y archivos. Hay mucho material inédito, obras compradas expresamente por el museo para la ocasión, descubrimientos... Como el «Retrato del embajador Juan Francisco Cárdenas», de Dalí, del que no se supo nada durante tres décadas y que apareció por sorpresa en la galería Thomire-Raphaël Roux de París. Dalí incluyó en el cuadro el Monasterio del Escorial y una escena de «La rendición de Breda» velazqueña.

Entre los artistas afines al régimen franquista, Pancho Cossío, que retrata a figuras de la Falange; José María Sert y el fotógrafo Martín Santos Yubero, que en 1939 inmortaliza el regreso de los cuadros del Prado de su exilio en Ginebra. A la Bienal de Venecia de 1938 acude España, invitada por Mussolini, con un pabellón comisariado por Eugenio d’Ors, en el que se exhibe «Mi familia», de Zuloaga, presente en la exposición.

«Lo español»

El concepto de «lo español» se lo apropian, cada uno a su manera, tanto el régimen franquista como los republicanos en el exilio. Sala tras sala, pieza tras pieza, descubrimos cómo se trató de reconstruir el país, tanto física como moralmente, con proyectos megalómanos, algunos con pirámide incluida, o futuristas, que parecen salidos de una película de ciencia ficción. Del humor de «La Codorniz», al teatro como terreno de experimentación, donde un «Tenorio» de Dalí se estrena en el Español en 1949. Las virtudes del campo y los vicios de la ciudad, las granjas escuela y la Sección Femenina de Falange, el fútbol y los toros. La voz de Miguel de Molina, desde la nostalgia, da paso a la sección dedicada al exilio, donde cuelgan obras de Renau, Maruja Mallo, Julio González, Granell, Bores, Seoane, Remedios Varo, Manuel Ángeles Ortiz o Alberto Sánchez, exiliado en Rusia. Su obra «Pueblo ruso» ha sido cedida por la nieta de la Pasionaria.

A Picasso, referente del exilio español, se le dedica una sala, presidida por «Mujer sentada en un sillón gris», de 1939. Este cuadro tiene un significado muy especial: lo terminó el día en que se puso fin a la República. Su madre acababa de morir. En una vitrina está su ficha policial, en la que, a falta de foto, pegaron un recorte de periódico: «Se ha tenido conocimiento de que el reseñado, en unión con otros significados elementos rojos, ha dirigido una carta al general De Gaulle para que se apoye a los españoles en contra de Franco y la Falange», reza el documento. Picasso nunca regresó a España. Miró sí, en 1942. La exposición está plagada de imágenes curiosas, como la Plaza de las Ventas con la esvástica nazi colgando de su fachada durante la corrida de homenaje a Himmler el 20 de octubre de 1940. Fue inmortalizada por Santos Yubero.

Ya en los 50 el régimen franquista apoya la modernidad como arma de propaganda para mejorar su imagen internacional: la IX Trienal de Milán, donde Guinovart reivindica a Lorca, y la IBienal Hispanoamericana de Arte, donde Dalí proclama: «Picasso es comunista, yo tampoco», ambas en 1951; la creación del Museo de Arte Contemporáneo en 1952 y, un año después, una exposición internacional de arte abstracto. La posguerra, pues, dio mucho de sí.

*La exposición «Campo cerrado» estará en el Museo Reina Sofía desde el 26 de abril hasta 26 de septiembre de 2016

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