El arte como memoria del Holocausto

El Museo de la Historia Alemana exhibe un centenar de obras pintadas por las víctimas del horror nazi, cedidas por el Yad Vashem israelí para una muestra que anoche inauguró Angela Merkel en Berlín

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Cuando tenía 7 años, su madre le dijo a Nelly que iban a encerrarse las dos en una habitación muy pequeña para que, aislada de todo, su imaginación se estimulase y pudiese escribir un bonito libro de cuentos. A medida que escribía las aventuras de dos princesas ocultas en un castillo en el que escuchaban conciertos de piano, Nelly trasladaba desde su imaginación al papel aquellas idílicas imágenes con la ayuda de una caja de acuarelas. Esto sucedía en la Polonia ocupada por los nazis. Solo ellas dos sobrevivirían de toda la adinerada familia Toll, gracias a ese escondite en la casa de una familia católica a la que la señora Toll pidió un último favor cuando pudieron marcharse, en 1944: que guardasen los dibujos de su hija, pues no cabían en el escueto equipaje de dos refugiadas.

«Yo no pintaba imágenes amargas, no pintaba el Holocausto. Al contrario, pintaba para huir del Holocausto», recuerda Nelly, que era consciente de que en cualquier momento podían abrir la puerta y todo se habría acabado. Hoy, a sus 80 años, vive en Nueva Jersey, EE.UU., y desea dedicar aquellos dibujos a su hermano de cinco años, que fue secuestrado y asesinado por los nazis ante la impotencia de su padre, que moriría poco después. «Yo era capaz de sentir el terror que nos rodeaba, aunque mi madre quisiera ocultarlo, pero deslizar aquellos pinceles sobre el papel equivalía a conjurar una especie de protección mágica, sentía que allí había algo más fuerte que nadie podría arrebatarme», recuerda con motivo de la exposición «Arte del Holocausto», inaugurada anoche en Berlín.

A punto de conmemorarse el 71 aniversario de la liberación de Auschwitz, el Museo de la Historia Alemana acoge cien obras conservadas por Yad Vashem. institución israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto. «Son el testimonio del espíritu humano de seguir siendo humano incluso bajo esas circunstancias tan terribles», explicaba ayer la comisaria de la exposición, Eliad Moreh-Rosenberg. «No importa si sus autores eran artistas o no, con formación académica o no. El espíritu humano tiene tal poder que se manifiesta en esas obras con una gran calidad en cada caso».

De las alrededor de 10.000 obras de arte que atesora Yad Vashem, el criterio de selección para esta muestra ha sido que hubiesen sido realizadas durante el Holocausto y «la tensión entre el deseo de belleza, de libertad, de bondad… de todo lo elevadamente humano, y la realidad que vivían sus autores en ese momento», señala Eliad Moreh-Rosenberg. «El hilo conductor es ese espíritu humano que no se rinde, que no se deja destruir aunque todo lo físicamente humano esté siendo destruido a su alrededor».

Algunos de los autores de estas conmovedoras obras siguieron perteneciendo activamente a la resistencia incluso desde dentro de los guetos y campos de concentración, como Leo Haas, que durante el día trabajaba en el departamento técnico de Theresienstadt para el departamento de propaganda nazi y, por la noche, utilizando tinta robada a los nazis, retrataba a los prisioneros y escenas de las llegadas de los trenes, la selección y los barracones de madera. Su obsesión era hacer llegar al exterior estas obras para dejar constancia de lo que estaba pasando allí dentro. Y las firmaba con una pequeña «V» en una de las esquinas para simbolizar una victoria sobre la atrocidad.

«Pensando en el futuro, en la formación de las nuevas generaciones, nos parece especialmente importante que estas obras sean expuestas en Berlín. Que esto suceda 70 años después es muy relevante», ha explicado el director de Yad Vashem, Avner Shalev. La ideología antisemita está «más difundida de lo que nos imaginamos» en la sociedad, reconoció la canciller Angela Merkel, que acudió a la inauguración para insistir en que «es algo que no tiene lugar en nuestra sociedad» y recordar que «tenemos mucho trabajo por hacer». Merkel defendió la necesidad de borrar comentarios antisemitas en las redes sociales y de actuar en las escuelas para controlar y reorientar a jóvenes con esa visión. También se hizo eco de las advertencias del presidente del Consejo Central de los Judíos Alemanes sobre la influencia de jóvenes que tienen un «trasfondo familiar de países en los que está extendido el odio a Israel y a los judíos en general». Alemania, continuó, tiene «una responsabilidad histórica que permanece por siempre» con relación al Holocausto, por lo que debe «combatir el antisemitismo y no hacer ninguna concesión».

Uno de los responsables de que se haya organizado esta exposición es Kai Dickmann, redactor jefe del «Bild Zeitung», que quedó tan impresionado cuando visitó las obras en Israel que promovió después su viaje a Berlín. El Museo de la Historia Alemana hizo un hueco en su programación en el plazo exprés de seis meses, reconociendo la importancia de esta iniciativa. «En cada uno de esos cuadros hay un destino y una forma distinta de afrontar el confinamiento, la falta de libertad», apreció el director del museo, Alexander Koch. Cada uno de ellos cuenta tres historias: la de lo que está pintado, la del que lo pinta y la de la obra y su supervivencia como objeto.

Estos son algunos de los artistas presentes en la exposición:

Jacob Lipschitz (Kowno, 1903-Kaufering Camp, Baviera, 1945)

Profesor de Grabados en la Academia del Arte de Wilna, se escondía por la noche en la azotea para pintar en el gueto de Kowno. Allí lideró a un grupo de artistas, como Esther Luirie, y escondió sus obras en el cementerio del gueto antes de ser deportado a Dachau. Su hija, protegida por la familia católica Zabiela-Vicius y al tanto del secreto, las rescató de una tumba.

Joseph Kowner (Kiew, 1895-Kalmar, 1967)

Formado en San Petersburgo, Düsseldorf y París. Redactor de la revista «Forma» y miembro de la Federación de Artistas Polacos, exponía en Europa cuando fue internado en el gueto de Lodz/Litzmannstadt. Allí diseñó patrones para alfombras y en privado pintó obras que dejó escondidas y fueron después rescatadas por su amigo Nachamn Zonabend.

Kurt Conrad Löw (Viena, 1914-1980)

Experto en construcción de escenarios, fue perseguido por sus ideas socialistas y encarcelado en 1940 en el campo de Saint-Cyprien. Con ayuda de la Cruz roja logró la liberación y recuperó obras que había realizado junto con Karl Robert Bodek.

Pavel Fantl (Praga, 1903-Hischberg, Silesia, 1945)

Médico y militar fue deportado con su familia al gueto de Theresienstadt en junio de 1942, donde luchó contra el tifus. Logró sacar de allí unos 80 de sus dibujos ocultos en paquetes vacíos de material médico. Le dispararon un tiro en una de las «marchas de la muerte».

Leo Haas (Opaya, 1901-Berlín, 1983)

Pintor y grafista, detenido en 1939 por sus ideas comunistas. En 1944, los guardianes de Theresienstadt descubrieron que sacaba dibujos de la vida del gueto y fue deportado a Auschwitz. Allí participó en la Operación Bernhard de falsificación de billetes. Tras la liberación adoptó al hijo del artista Bedrich Fritta y volvió al gueto a recatar parte de sus obras.

Charlotte Salomon (Berlín, 1917-Auschwitz Birkenau, 1943)

Tras la Noche de los Cristales Rotos, huyó al sur de Francia. Casada con otro refugiado judío, fue deportada a Drancy en 1943 y llevó en su equipaje sus ilustraciones para la obra «¿Vida o teatro?». Siguió pintando en secreto, inspirada en su embarazo.

Nelly Toll (LWow, 1935)

Oculta por una familia católica junto a su madre, pasaba las horas muertas pintando con acuarelas y escribiendo un diario, para evitar hacer ruido con otros juegos. Solo ellas sobrevivieron de toda la familia y emigró a EE.UU. tras estudiar arte en Europa. Allí trabajó como profesora de Arte y Literatura y conservó siempre sus dibujos.

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