Darío Fo en una rueda de prensa del año pasado
Darío Fo en una rueda de prensa del año pasado - AFP

El teatro como arma social (o Un Nobel atípico)

Darío Fo era un bufón que asumía la higiéncia, necesaria y, con frecuencia, incómoda tarea de señalar la desnudez del rey

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Si Bob Dylan, recién coronado por la Academia Sueca, es un Nobel de Literatura atípico, también lo fue en su momento Dario Fo, un autor de teatro a pie de calle y permanente aferrado a los pelos de la actualidad para utilizarla como materia teatral de combate y brega. Su consagración «nobelística» en 1997 hizo levantar la mosqueada ceja a buena parte del mundo de la cultura institucional, molesto por la irrupción de un comediógrafo tan ruidoso, broncas, anticonvencional y además actor (lagarto, lagarto), que reclamaba para sí, con orgullo y fundamento, el título de bufón.

Y sí, Dario Fo era un bufón que asumía la higiénica, necesaria y, con frecuencia, incómoda tarea de señalar la desnudez del rey y poner el dedo en la llaga con cómica, pero también dolorosa, intensidad.

Eso no quita para que fuera además un autor considerable, inscrito en una tradición enraizada en la Commedia dell’Arte –ahí está su «Misterio bufo»– y con infalible instinto para cazar al vuelo los asuntos que más interesaban al público de a pie y trasladarlos con intención, eficacia y éxito a los escenarios. Títulos como «¡Aquí no paga nadie!», «La mueca del miedo», «La mujer sola», «Muerte accidental de un anarquista» o «Pareja abierta» dan fe de esa escritura nerviosa y flexible, atenta a los giros y preocupaciones populares, empapada de un humor a veces descarnado y siempre desde una óptica izquierdista.

Ver actuar a Fo era una fiesta, una experiencia magnífica y apabullante. Su dominio de los resortes gestuales, corporales y de voz era pasmoso. rendía la atención del público como un hipnotista. Yo recuerdo con fervor agradecido las veces, pocas lamentablemente, que asistí a alguna de sus representaciones.

Su trayectoria escénica no puede ser concebida al margen de la inextricable unión personal y teatral que mantuvo durante casi seis décadas con Franca Rame, fallecida en 2013. Tanto era así, que él intentó denodadamente que le fuera permitido recoger el Nobel junto a su sempiterna compañera en la vida, la escena, la escritura y el activismo, pues aseguraba que su obra y él mismo habrían sido diferentes sin Franca. Se casaron en 1954 y un año después nació su hijo Jacopo, también actor y autor.

En 1958 fundaron la Compañía Dario Fo-Franca Rame que convirtieron en imagen de marca de una forma de hacer teatro en la que el humor y la denuncia social, la imaginación satírica y la intención política iban de la mano. Vinieron después los grupos de carácter izquierdista Nuova Scena (1968) y La Comuna (1970), que fue objeto de un atentado fascista en 1978. En España los textos de la pareja, habitualmente traducidos por Carla Matteini, han sido representados con profusión.

En los últimos años, Fo escribió el mensaje del Día Mundial del teatro en 2013 y manifestó su proximidad al Movimiento Cinco Estrellas. Los 90 años cumplidos el pasado marzo –poco antes había publicado el libro «Dario y Dios», una conversación irónica con la periodista Giuseppina Manin sobre espiritualidad y religión– no le impidieron mantenerse al pie del cañón en su taller de Milán con la pasión de siempre.

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