Jesús García Calero

Sostener la mirada

Jesús García Calero
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Mirar la historia como historia. Cada historia como el relato que es y el pasado sin prejuicios ni clichés. Siempre se ha dicho, sin respaldo estadístico aunque con alguna razón de fondo, que nuestro cine reciente ha vivido obsesionado con la Guerra Civil. Más exactamente, tal vez podría decirse que el cine ha mirado con frecuencia nuestra historia con ojos de fiscal, con ganas de condenar o absolver desde hoy, en dos brochazos y según el caso, a los buenos o los malos del pasado, de cada episodio nacional. Las excepciones, maravillosas, son ya la tradición que deberíamos proponer como canon.

Pero algo está cambiando cuando el cine se aventura en una mirada al pasado libre de prejuicios, con el foco en las historias y sus complejidades, que es lo que hace grandes a las películas.

Sin ofensas ni condenas facilonas que no encontraban la razón ni el favor del público.

La película de Alberto Rodríguez sobre Paesa «no va contra el PSOE», dice el cineasta. «Oro», de Díaz Yanes, mira la conquista de América sin la contaminación que el franquismo produjo sobre la época imperial, advierte el director. Hablan ambos como si hubiera que poner señales para que nadie tropiece antes de verlas.

Es fundamental superar esos referentes ideológicos sobre el relato del pasado para poder contar limpia y libremente aquello que nos hizo como somos. No es más fácil: hay que aceptar la crueldad y la facilidad para la bronca, tan española; y la chapuza y el esperpento que, a veces, hemos sido. A cambio, hay que aprender a aceptar la grandeza y la épica que nos trajeron aquí. Y sostener la mirada.

Porque de eso tratan estas dos películas que en los próximos meses llegarán a nuestras grandes y pequeñas pantallas. Y muchas otras que han sido y serán. Miradas nada complacientes con nuestras animadversiones ideológicas, ni con nuestra inercia para aplicarlas a todo. Miradas que nos permiten entender, antes que juzgar (entendernos antes de juzgar a los otros). Como bien decía Arturo Pérez-Reverte en la presentación de «Oro», «ponen de manifiesto la historia en sí, limpia de contaminación, mostrando la crueldad y la tenacidad, la violencia pero también la épica de un modo que desconcierta». Que nos permite pensar más allá de la pereza de haber aceptado como real nuestra propia caricatura.

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