Jesús García Calero

Quien lo rodó lo sabe

Rodrigo Cortés, Fernando León de Aranoa y Paula Ortiz fascinaron al público con un verdadero tratado de los sufrimientos y las pasiones del director de cine

Los tres directores en el Auditorio 400 del Museo Reina Sofía ÁNGEL DE ANTONIO

Embarcarse, soñar, estar nervioso, ácido o tierno, liderar equipo. Concentrado, frugal, mal o buen tipo, escribir un guión sin ser muy soso...

Quienes escuchábamos ayer la charla de Paula Ortiz, Fernando León de Aranoa y Rodrigo Cortés, tres importantes directores de cine españoles, sobre la batalla que significa para ellos poner en pie un proyecto, nos encontramos con un paisaje lunar, desolado a ratos, casi desconocido . Sepan que todo «making of» es una bella mentira, tal y como comentaron en el camerino. «Es casi siempre justo al revés», sonrieron entre bambalinas.

¿Cómo se hace una película? A través de un esfuerzo comparable con el de un corredor de un par de maratones diarias durante tres años, como quedó patente. «El rodaje es una acumulación vertical de dolor -(Cortés)-, empiezas agotado y acabas como un miembro de la Santa Compaña». Él lo contó en el artículo «Acabar una película» , publicado en ABC -sigan el enlace anterior o búsquenlo- el 26 de noviembre pasado. Allí saltó la chispa de esta conversación .

Y cada uno relató su viacrucis, con la cámara a cuestas, las caídas y las epifanías, que también las hay, y el descendimiento y la asunción de los errores cometidos por propia voluntad, por liderazgo, por fe en el proyecto al que nadie chista cuando es su idea y es abstracto, pero que todo el mundo trata de torcer y retocar cuando solo falta lo más difícil: acabar .

«Ojalá me hubieran dicho todo esto que hemos contado cuando yo empezaba», comentaron también entre carcajadas en el camerino después de la charla . Para los asistentes fue un máster en dirección de cine, o en negocios de riesgo y relaciones complejas, pero sin victimarios. Ellos tres sobre las tablas, hablando de cosas que raramente han compartido -«a la quinta versión de guion decidimos empezar de cero», «la película pudo ser mala muchas veces», «lo peor es un cambio en la posproducción», «qué alivio, soltarlo: ¡ya está! esto verán...»-. Si superas algo como esto... tienes madera.

¿Y por qué aguantan? Para Paula Ortiz -que puso al auditorio con el corazón en un puño al contarlo- es «un fogonazo muy íntimo, invisible, que nada tiene que ver con el público ni el éxito, que se produce cuando atisbas que has logrado algo de lo que soñabas y solo por eso vale la pena». Aranoa siente envidia de los músicos, que crean en unas horas una canción «y nosotros tenemos que alumbrar como una bombilla tres años y con energía...». Y Cortés se despierta como un astronauta en medio de los rodajes y comprende que nada de lo que ve tiene sentido: «Cien personas trabajando como locos porque tuve una idea y la escribí en un ordenador de mierda...»

Pero, aunque no sea suya siempre la última palabra, el resultado es de cine. Solo ellos conocen esa mina de cansancio, se tiznan con esa herrumbre, ni más ni menos que el óxido de la materia con la que están hechos los sueños. Todos lo asumen: «¡Siempre he querido sufrir así!»

Esto es pasión, cine en versión original. Quien lo rodó lo sabe.

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