Las «portavozas» de Irene Montero y otros insultos al diccionario de sus señorías y «señoríos»

Hay algo muy humano, cuando un político está en el estrado y lo confunde, una flaqueza en el uso de la palabra, porque fuerza el ingenio de tanto juntar frases mientras piensa, probablemente, en otras cosas... Por eso nos divierten tanto los gazapos de nuestros queridos diputados.

Tanto ir y venir de la ceca a la meca, tanto peregrina el diputado del decoro al escaño , tanto va el candidato a la fuente del lenguaje, que a veces se rompe como un cántaro, pasa del coro a las vergüenzas y pierde la formalidad. Suele salir del paso con una sonrisa (entre las risas del personal) y echándole cara para que no se lo echen en cara, pero sabedor de que aquello tiene un telediario por lo menos, cuando no un «trending topic» en Twitter.

Pero hemos visto ya de todo. Irene Montero salía ayer inventando a las «portavozas» porque no se sabe ya lo que portan, si la voz del grupo o es que son buenas mozas. Hay otros casos similares que marcaron nuestras risas.... En lugar de evitar que los políticos fallen a sus votantes, los «follan», como dijo la senadora del PP Clara San Damián en un lapsus histórico sobre la capacidad resolutiva de su formación.

Como el ridículo no entiende de ideologías, el propio presidente del gobierno socialista José Luis Rodríguez Zapatero había sido precursor de ese gazapo cuando, en un momento en el que hablaba de estímulo (aunque referido al turismo de españoles hacia Rusia) se le subió a la cabeza y en vez de asegurar, como quería, que haremos todo lo posible «por apoyarlo» a ese turismo, lo que dijo fue que, después de estimularlo, haremos lo posible por «follarlo» .

Las palabras se parecen y los políticos también. Pero hay discursos singulares porque quieren abarcar el conocimiento del mundo y las grandes palabras dichas en plan Zaratustra, desde las montañas a los hombres El mismo Zapatero dijo en una alocución célebre: «Tenemos que unir el mundo para salvar la tierra. La tierra en la que viven pobres, demasiados pobres. Y ricos, demasiados ricos . Pero la tierra no pertenece a nadie salvo al viento». Es digno de destacar que esta versión del «Blowing in the wind» dylanniano no puede ser superado. Es el Everest de la grandilocuencia. Total para decir nada, que hay muchos ricos y muchos pobres. Liderazgo, lo llamaban.

El problema de los políticos suele venir cuando tienen que desenfundar una respuesta rápida. Al menos en esto de la lengua, nunca sacan con tanta rapidez como Billy el Niño . Y así, de vez en cuando, además se les encasquilla el arma oratoria. Ahí está Pablo Iglesias que confundió el islamismo con el sush i el pasado verano cuando, en lugar de hablar de wahabismo, la corriente integrista del islám, habló del wasabismo, una corriente mucho más japonesa y picante, a base de rábano picante. No es que importe un rábano lo que se diga en el hemiciclo o los pasillos, pero alguna diputada dio esa impresión como cuando fuera de turno y fuera de tiesto, la popular Andrea Fabra soltó aquello de «que se jodan los parados».

Meteduras de pata hay tantas... Margarita Robles diciendo que España es una dictadura (lo mejor de esta anécdota es que algunos políticos de formaciones extremas lo celebraran) o los lapsus de Rajoy con los participios y las frases hechas en las que se hace tal lío que al final sonríe y cambia de tercio. Por ir a lo reciente recordemos la entrevista radiofónica en la que habló de «las últimas elecciones en la República de Cataluña» o el deseo que hizo hace un par de meses de «Feliz año 2016». Eso sí, se lo deseó a todos.

En el fondo de todo se impone un mensaje de esperanza, un mensaje olímpico, como el «citius, altius, fortius»... Porque digan lo que digan, pronto van a superarse nuestros políticos lapsus.