Marañón: «Tengo la viva esperanza de que España tenga pronto una ley de mecenazgo»

El presidente del Patronato del Teatro Real, reelegido para un último mandato, defiende la participación de la sociedad civil en la sostenibilidad de las instituciones culturales

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El pasado martes, Gregorio Marañón fue reelegido como presidente del Teatro Real por un tercer y último mandato. Hace apenas unas semanas, explicó en el Congreso las claves que han permitido el éxito del modelo de gestión que ha desarrollado en la institución cultural más valorada en el campo de las artes escénicas y la tercera de toda España, tras el Prado y el Reina Sofía. «Estoy convencido de que la renovación es un mecanismo natural y conveniente, propuse que los mandatos del presidente quedaran limitados a un máximo de tres, de cinco años cada uno. Propuse que los mandatos del presidente quedaran limitados a un máximo de tres, de cinco años cada uno –declara a ABC Gregorio Marañón–.

Mis primeros siete años coincidieron con la crisis económica, y todo el esfuerzo se concentró en afrontarla sin pedir ayudas extraordinarias a las Administraciones Públicas ni créditos a los bancos. Hemos hecho al Teatro Real más eficiente, reduciendo en un 48% sus gastos, e incrementando los ingresos de sus actividades propias y del patrocinio privado. Gracias a eso, desde hace tres años el Teatro tiene resultados positivos y está creciendo, lo que debería quedar consolidado en el mandato que ahora empieza, y que también incluye la celebración de la conmemoración del Bicentenario.

¿Cuáles son las claves de ese éxito?

El Teatro Real figura hoy entre las principales instituciones culturales españolas, y es la primera en el ámbito de las artes escénicas y musicales. Para lograrlo, lo primero fue, en 2007, que las administraciones públicas fundadoras reformaran los Estatutos del Teatro Real, dotándole de esa autonomía que precisan las principales instituciones culturales del Estado con el fin de tener una gestión profesional y estable. Lo segundo fue conformar un excelente equipo profesional en el que hay que destacar, sobre todo, al director general Ignacio García-Belenguer, y también al director artístico Joan Matabosch, y a los directores musicales Ivor Bolton y Pablo Heras-Casado. Lo tercero fue convocar a la sociedad civil para que participase activamente no sólo con su patrocinio sino también con su presencia en el gobierno corporativo. Finalmente hicimos un análisis acertado cuando estimamos que la disminución de las aportaciones públicas no era un fenómeno pasajero, y que, por tanto, había que abordar seriamente sus consecuencias para salir fortalecidos de la crisis. El resultado es un modelo institucional único en Europa que se financia en un 47% con los ingresos propios del Teatro, en un 26,30% con el patrocinio privado, y solamente en un 26,70% con las aportaciones públicas.

Siempre considera usted a la sociedad civil como parte fundamental de este modelo. ¿Por qué?

En un país moderno y democrático la sociedad civil es el fundamento de todo. La sociedad civil la conforman el conjunto de los ciudadanos, y las instituciones que no tienen un carácter público. Las empresas son una parte importante de la sociedad civil y deben comprometerse con las causas generales, ya sean sociales, medioambientales o culturales, desde el ejercicio de su responsabilidad social corporativa. La Política, con mayúsculas, es competencia de todos y no sólo de los políticos.

Una consideración: ¿La sociedad civil es mucho más que las empresas? ¿Cuál es el concepto que maneja y cuál es la salud de esa sociedad civil en España?

La democracia española es muy reciente, tiene apenas cuatro décadas. En la dictadura la sociedad civil estaba supeditada al poder político, y aunque se ha desarrollado mucho en esta última etapa, es lógico que sea menos fuerte que en países que cuentan con democracias centenarias.

La cuestión económica es fundamental en estos tiempos. Qué le falta al modelo español para despegar en cuanto al mecenazgo. ¿Una ley puede ayudar? ¿Por qué?

Recientemente, en mi comparecencia ante la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados, la pregunta que me hicieron prácticamente todos los grupos políticos fue, precisamente, sobre la Ley del Mecenazgo. El mecenazgo forma parte de una cultura moderna y democrática avanzada, en la que se incentiva la aportación económica privada para causas de interés general.

¿Ve ánimo de redactar y promulgar una ley así en nuestra presente legislatura? ¿Le gustaría, pediría que se agilice?

Conociendo a los actuales responsables del Ministerio de Educación y Cultura, tengo la viva esperanza de que, finalmente, España disponga de una legislación en este ámbito equiparable a la que tienen los principales países de nuestro entorno.

Vivimos época de simplificaciones de las que la mejor metáfora es un tuit de 140 caracteres. Pero cómo defender un género como la ópera en este momento. ¿Cómo ha planteado la defensa frente a esa simplificación de la ópera como lujo de clase?

Estamos abriendo el Teatro Real a los jóvenes con programas específicos a los que se han acogido en la temporada pasada más de 40.000. Estamos llevando la ópera a los centros culturales, escuelas y hospitales públicos. Estamos proyectando nuestras representaciones en las plazas públicas de las principales ciudades españolas y también de muchos pueblos pequeños. La lectura de los tuits que nos llegan sobre esto, me confirman que este es el buen camino para que la ópera sea percibida como un fenómeno cultural de todos, y deje de tener esa imagen en el peor sentido del término «elitista», es decir, cerrada, del pasado. Me permito leerle uno de los miles de mensajes que nos llegaron, éste de un pequeño pueblo de Pontevedra: «Ha sido una experiencia muy, muy buena para nosotros. Hemos acercado la ópera a gente que no esperábamos, y la satisfacción de los asistentes al final de "Otello" fue total. Sería fantástico continuar con esta iniciativa que consigue que la ópera sea amada por todavía más gente».

¿Qué recuerda de la época Mortier? ¿Cuál es su balance, visto en la distancia, de su presencia en España, en el Real?

Recuerdo, por supuesto, la polémica que le acompañó siempre y también su fascinante personalidad. Mortier asumió la dirección artística y musical del Teatro Real, mejorando notablemente la calidad de la orquesta, que ahora es excelente, y rescindió el contrato del coro que teníamos sustituyéndolo por el que hoy está considerado como uno de los mejores de Europa; recuperó la capacidad de crear producciones, haciéndose durante su mandato cuatro estrenos mundiales; trajo a Madrid a alguno de los mejores directores de orquesta y escenógrafos del mundo, y logró, a su vez, que nuestras producciones fueran reclamadas por otras óperas europeas. Su aportación al Teatro Real marca un antes y un después en su significación artística, y no hay que olvidar que Gerard Mortier fue el primer gran profesional de un teatro de ópera que ha trabajado en el Teatro Real después de su reapertura.

¿Qué define la era Matabosch, cuál es la estrategia que plantean de cara a los próximos años?

Joan Matabosch le da continuidad a la etapa de Mortier con su propia personalidad. Es más moderno en su entendimiento de lo que hoy es la ópera, y su ambición artística es inmensa. También tiene la gran virtud de saber seducir al público sin hacer concesiones, y ha recuperado para el Teatro Real la tradición histórica de contar con las mejores voces. También tiene seducido al Patronato del Teatro Real, que con frecuencia aplaude sus intervenciones, en un gesto que yo nunca había visto antes.

La cultura, además de industria e imagen, es algo muy potente e íntimo que alimenta individualmente la vida de las personas. Viene usted de una saga de hombres de cultura y tiene una visión influyente de este asunto. ¿Por qué es tan importante para la sociedad de un país abierto y desarrollado no recortar, cuidar, establecer las bases para la prosperidad en términos de cultura?

La cultura es mucho más que un ocio divertido e inteligente, tiene un valor identitario y, por lo tanto, estratégico para todas las sociedades, y más aún para un país como el nuestro que ciertamente atraviesa una crisis de identidad. La cultura conforma ese espacio con el que los ciudadanos se identifican, en el que pueden dialogar y encontrarse, desarrollar una reflexión crítica y construir utopías que lleven a un mundo mejor. Ojalá nuestros políticos lo comprendan así y apoyen decididamente la causa de la cultura. Me consta que es el caso de actual Ministro, Íñigo Méndez de Vigo, y de su Secretario de Estado, Fernando Benzo.

¿Cree que ha perdido prestigio la cultura en España de algún modo, al menos en algunas zonas de la sociedad? ¿Cree que debemos hacer algo para reconquistar esas zonas?

Vivimos en un país con muy poca memoria histórica. Hace apenas cincuenta años España era un país subdesarrollado, con una tasa de analfabetismo cercana al 50%, y tampoco las "élites sociales" de entonces se caracterizaban por su cultura. Creo, por tanto, que hoy en España la cultura pesa mucho más que entonces. Aunque me reitere, lo que se necesita ahora es que todas las instituciones públicas se convenzan de la necesidad de apoyarla y reconozcan su valor estratégico, sabiendo que además la cultura es una importante fuente de riqueza y de generación de empleo.

¿Cuál es su ópera favorita, o su par de ellas, si podemos obligarle a elegir, cuáles se llevaría -si se puediera- a una isla desierta?

Depende de cuál sea en cada momento mi estado de ánimo, pero si tuviera que elegir una escogería «El Caballero de la Rosa», de Strauss. De lo últimamente visto en Madrid, me quedaría con el «San Francisco» de Messiaen; con el montaje de Wilson de «Pelléas et Mélisande», de Debussy; el de Haneke de «Cósi fan tute», de Mozart; el de Castellucci de «Moisés y Aarón», de Schönberg; y con «Written on skin», de George Benjamin.

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