John Elliott y un reloj suizo gran reserva para el Cervantes

El historiador se ha convertido en el primer hispanista en depositar un legado en la institución, que alberga regalos de muchas de las grandes plumas del español

El historiador británico John Elliott Isabel Permuy

B. Pardo

John Elliott (Reading, 1930) no dejó mucho espacio al misterio. «Mi donación consta de un reloj suizo», dijo al poco de entrar en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes de Madrid, al momento en que se convertía en el primer hispanista en depositar un legado en la institución, que alberga regalos de muchas de las grandes plumas del español. Un reloj suizo para rememorar aquel que se compró con su primeros beneficios por derechos de autor, fruto de un cuento para niños que escribió junto a un amigo de la infancia, cuando solo contaban 15 años y no podían salir de la sorpresa al descubrir que habían vendido 10.000 ejemplares. Un reloj suizo que descansa en la caja número 1492, donde permanecerá hasta el 23 de junio de 2037. Un reloj, también, para hacer honor a su profesión: «Los historiadores somos, por formación y vocación, guardianes del tiempo».

El homenaje a Elliott se inscribe dentro de la nueva propuesta del Cervantes: la puesta en marcha de la Tribuna del Hispanismo , un foro trimestral para «dar las gracias a los hispanistas de todo el mundo que nos han enseñado cosas sobre nosotros mismos», tal y como explicó Juan Manuel Bonet , director de la institución. La primera sesión, que se celebra esta misma tarde, se centra en la figura de Elliott, al que acompañan el también británico Trevor J. Dadson , experto en la poesía del Siglo de Oro, y el marqués de Tamarón , diplomático y escritor.

Aunque reconoció que no le agrada el marchamo de hispanista («por evocar un mundo cultural hace décadas desaparecido»), Elliott no escondió su profunda gratitud por el reconocimiento, así como «por haber podido escribir libros que han atraído la atención de generaciones de lectores en este país». En efecto, algunas de sus obras son clásicos de la historiografía sobre España, como es el caso de su biografía «El Conde-Duque de Olivares» o sus ensayos «La España imperial: 1469-1716» y « La rebelión de los catalanes: un estudio sobre la decadencia de España (1598-1640) ». Fue esta última cuestión la que lo trajo a nuestro país por primera vez, allá por 1950, todavía como estudiante recién caído en Barcelona. Desde entonces, se ha labrado un puesto entre los más respetados historiadores de la actualidad, como firme defensor del papel del individuo en el devenir de los acontecimientos, siempre preocupado por el tiempo, por cómo se comporta el mundo ante esas manecillas suizas que desde hoy descansan en Caja de las Letras. «Para mí la historia consiste en un constante diálogo entre dos aspectos del pasado: cambio y continuidad».

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