Fidel Castro y Gabriel García Márquez, durante una cena en marzo de 2004
Fidel Castro y Gabriel García Márquez, durante una cena en marzo de 2004 - REUTERS

García Márquez, el mensajero que pudo adelantar el deshielo Cuba-Estados Unidos

Clinton revela en un documental sobre el escritor que quiso levantar el embargo cuando Gabo le acercó a Castro

CORRESPONSAL EN WASHINGTON Actualizado: Guardar
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Indiscutible premio Nobel, revolucionario de la literatura latinoamericana y mundial, maestro creador de un nuevo estilo consagrado como realismo mágico, autor de una de las más grandes novelas escritas en español… Y mediador político. Gabriel García Márquez, protagonista también por su controvertida y larga relación de amistad con el dictador cubano Fidel Castro, estuvo cerca de lograr lo que el paso del tiempo, la iniciativa del Papa Francisco y la decisión del presidente Obama han conseguido allanar: el deshielo de las relaciones entre Cuba y EE.UU.

Y pudo ir aún más allá del camino recorrido hoy, con el levantamiento del embargo, al que Bill Clinton estaba dispuesto, pero que no se materializó por el rechazo del Congreso norteamericano.

Así lo revela el expresidente en «Gabo, la magia de lo real», un documental sobre la vida y obra del colombiano dirigido por Justin Webster y producido por CaracolTV, que fue presentado en Washington por el embajador de Colombia, Juan Carlos Pinzón, el senador Chris Dodd y el periodista y biógrafo del escritor, Jon Lee Anderson.

Corría el mes de junio de 1994. García Márquez viajó a ver a Clinton, también amigo del Nobel, con un mensaje amistoso de Fidel. No era un momento fácil. Acababa de estallar la «crisis de los balseros», provocada por el propio Castro en forma de indisimulada apertura de fronteras para que todos los cubanos que quisieran se lanzaran hacia su particular tierra prometida: EE.UU. La respuesta de Clinton fue llevar a los sin papeles a Guantánamo, donde llegaron a concentrarse más de 30.000.

García Márquez se presentó con la ambición de que el acercamiento entre ambos presidentes condujera al fin del embargo a la isla, que ya entonces superaba los 30 años, y con la esperanza de que se normalizaran las relaciones, según narra Clinton en el documental: «Me pidió dos cosas: que EE.UU. no acabara con el sistema de salud pública cubano y que se permitiera la entrada de los cubano-americanos a nuestro país». Es el propio Clinton el que da carta de naturaleza a su acercamiento con Castro, al aclarar su disposición a levantar el embargo, si no fuera porque «el Congreso aprobó entonces una legislación que lo hizo imposible».

Webster profundiza en la amistad de García Márquez con el dictador cubano, aunque no hay una voz que represente a los muchos críticos que acumuló por ello. Los testimonios de quienes mejor le conocieron y los episodios dejan al descubierto unas diferencias entre el Nobel y Castro que no se compadecen con su apoyo tácito al régimen. Por ejemplo, en 1961, renuncia a la corresponsalía de la agencia Prensa Latina cuando el castrismo fuerza la destitución de su director.

Años más tarde afirma que lleva muchos años intentando convencer a Fidel de que el comunismo no es la solución, como se le escucha decir en una conversación informal entre ambos y el fundador de la CNN, Ted Turner. Frente a ello, el episodio de rechazo a firmar el artículo del grupo de escritores latinoamericanos crítico con el procesamiento a Heberto Padilla, no sólo le distancia de su amigo y líder del grupo, Mario Vargas Llosa, sino que marca su imagen de colaborador con el dictador.

Su biógrafo Gerald Martin rechaza que García Márquez apoyara el régimen cubano, mientras que su fiel colaborador Plinio Apuleyo Mendoza justifica su amistad con Fidel en que «sirvió para liberar a muchos escritores y poetas de la cárcel».

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