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James Nachtwey, en una imagen de archivo - ÓSCAR DEL POZO

El fotógrafo de guerra James Nachtwey, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades

Todo un «gentleman» en primera línea de fuego, se ha jugado el pellejo en conflictos en todo el mundo con una sola ambición: mostrar lo que nadie quiere ver

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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En el documental «Fotógrafo de guerra», James Nachtwey (Syracuse, Nueva York, 1948) parece estar siempre perdido, fuera de lugar. Entre disparos en las calles polvorientas de Gaza, en disturbios fatales en la Sudáfrica del «apartheid» o en el duelo de un muerto en Kosovo, Nachtwey es un alien: espigado, impoluto, se atusa un flequillo canoso y perfecto tras disparar el objetivo, la camisa limpia, arremangada con cuidado justo por encima de los codos. Parece un turista de la gente bien de Nueva Inglaterra, teletransportado a un infierno de fuego cruzado.

No es así: Nachtwey está donde quiere. Donde debe estar para contar con imágenes la historia que cree que debe contar. La del dolor de la guerra, la pobreza, la de los marginados.

Ha entregado su vida a colocarse en lugares de riesgo para obtener la foto que muchas veces se evita, que no se quiere mostrar o que no se quiere ver. El suyo es un sacerdocio fotoperiodístico que le ha puesto cerca de la muerte, pero no abandona la cámara. «La sociedad no puede funcionar sin la información que proporcionamos y sin las historias que contamos», dijo el año pasado cuando recibió el premio a toda una carrera de la Sociedad Americana de Editores de Revistas.

En primera línea

Su primer encargo en zonas de conflicto fue en Irlanda del Norte, en 1981. Le enviaron a cubrir los disturbios en Belfast tras la muerte de Bobby Sands y otros miembros del IRA en huelga de hambre. «Estaba más verde que la hierba», ha recordado Nachtwey en alguna ocasión. Antes había trabajado varios años como fotógrafo en un periódico de Albuquerque (Nuevo México) hasta que en 1980 se fue a Nueva York a buscarse la vida como «freelance».

De Belfast regresó con un gran material que fue publicado en un reportaje de seis páginas en «Newsweek» y con el veneno del periodismo de guerra en la sangre. Dos semanas más tarde, ya estaba en Beirut, en primera línea. Y así ha seguido hasta hoy, siempre guiado por una premisa, que repite cada vez que puede: «He sido un testigo, y estas imágenes son mi testimonio. Lo sucesos que he registrado no deben ser olvidados y no deben repetirse».

Ruanda, 1994 .Joven huti con la cara marcada a machetazos
Ruanda, 1994 .Joven huti con la cara marcada a machetazos

La composición, como en otras instantáneas suyas, es impecable. Pero nunca es la prioridad. «Utilizo lo que sé sobre los elementos formales de la fotografía al servicio de la gente a la que fotografío, no al revés. No intento crear un mensaje sobre fotografía. Intento usar la fotografía para crear un mensaje sobre lo que ocurre en el mundo», ha asegurado el fotógrafo, que aprendió el oficio de forma autodidacta.

Desde 1984 es fotógrafo de la revista «Time». Fue miembro de la agencia Magnum de 1986 a 2001. Ese año fundó en Perpiñán, junto a otros colegas como Alexandra Boulat, Ron Haviv, Gary Knight, Antonin Kratochvil, Christopher Morris y John Stanmeyer, VII Photo Agency, una cooperativa internacional de fotógrafos, con oficinas en Nueva York, París y Los Ángeles. A los siete miembros fundadores se les añadieron después Lauren Greenfield en 2002, Joachim Ladefoged en 2004, Eugene Richards en 2006 y Marcus Bleasdale y Franco Pagetti en noviembre de 2007.

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