Fernando Rey, un caballero en la corte de Hollywood

Una exposición en La Coruña conmemora el centenario del nacimiento del actor

El actor Fernando Rey ABC
Alejandro Díaz-Agero

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En los libros de la Historia del cine quedó grabado un nombre que no era el suyo. De la lucha entre el artístico, Fernando Rey , y el de su DNI, Fernando Casado Arambillet, surge un vacío que se hace sentir en las generaciones más jóvenes. No le recuerdan.

Sí lo hacen en La Coruña , donde desde hoy a las ocho de la tarde, instante quirúrgicamente estudiado para hacerlo coincidir con el centenario de su nacimiento, se inaugurará la exposición «Caballero de cine». Allí lucirán las fotografías íntimas que su hijo, Fernando Casado Campolongo, guardaba con mimo. Completan la muestra fotocromos, programas de mano e incluso carnets de estudiante del actor que, con 200 películas, derribó las barreras que hacían de Hollywood una tierra extraña para el cine español.

Ese disfraz nominal que acometió Fernando Rey obedece a un deseo irrefrenable por erigirse figura en un arte en el que él mismo era su primer crítico: sus acolchados mofletes y sus aptitudes interpretativas fueron siempre críticas que el actor coruñés se autoimponía. No dudó en acatar con disciplina castrense el consejo de un curtido productor de la época, que le hizo ver que Casado no era un apellido demasiado proclive a hacerse un hueco en la alta clase cinematográfica. Hay quien dice que también pudo influir el que su padre, Fernando Casado Veiga, fuese la mano derecha de Azaña en el campo de artillería durante la Guerra Civil –y posteriormente condenado a muerte por el franquismo –.

«Con todo el respeto a los actores que han triunfado en Hollywood , mi padre fue el primero, si acaso tras Sara Montiel , que tuvo repercusión mundial. Y no se le recuerda», lamenta Caballero, que da por imposible encontrar entre los menores de 30 años a gente que no ponga cara de póquer cuando habla de quien fue su padre. Según recuerda el catedrático de Historia del Cine José Luis Castro, comisario de la exposición dedicada a Fernando Rey junto con Rubén Ventureira, éste dobló un documental llamado «Velázquez», de corte eminentemente republicano, antes de engancharse al éxito con «Los últimos de Filipinas» (1945) y «Loco de amor» (1948), en aquello que él llamó «cine de peluca». Su físico de galán, su porte de vencedor y una voz portentosa le sirvieron para culminar el despegue.

Cine transgresor

Es tras los años 50 cuando empieza a colaborar con la corriente de cine transgresor en la que están dos de las figuras más trascendentales en su carrera: Berlanga y Bardem . Aunque él todavía se siente inseguro y perseguido por una industria en la que le cuesta no sentirse un extraño. «El gran corte», como lo denomina Castro, lo da Buñuel, que es quien lo contrata para hacer «Viridiana» (1961). Le convierte en un icono internacional. Llegaría «Tristana» (1970) y, de ahí, saldría catapultado hacia Estados Unidos para rodar «The French Connection» (1971) –su papel se había pensado para Paco Rabal, pero al no saber inglés, recayó sobre Rey, que lo había estudiado por recomendación de Edgar Neville–.

Rememora su hijo cómo para rodar «El Quijote» un Fernando Rey ya quejumbroso por la edad debía adelgazar «entre 12 y 14 kilos». Cree Caballero que la mimetización fue tal que terminó convirtiéndose en el personaje. «Y siempre digo que se murió con su cara», remata.

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