Mariemma, en su casa de la calle Reina Victoria, en Madrid, en 1993
Mariemma, en su casa de la calle Reina Victoria, en Madrid, en 1993 - ABC

Centenario de Mariemma, pilar de la danza española

Se cumplen mañana cien años del nacimiento en Íscar (Valladolid) de una artista decisiva para nuestro baile

MADRID Actualizado: Guardar
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Íscar, en la provincia de Valladolid, era en 1917 un pueblo de apenas dos mil habitantes. Allí, el 10 de enero de aquel año, nació en la calle Real Guillermina Martínez Cabrejas, que habría de convertirse con el tiempo en Mariemma, una de las más grandes figuras de la historia de la danza española. «Ha sido para varias generaciones de bailarines una referencia –decía la bailarina Aída Gómez el 10 de junio de 2008, fecha del fallecimiento de Mariemma–. Sus coreografías eran muy distintas a todo lo que se había visto hasta entonces; su trabajo coreográfico ha tenido siempre como denominador común el buen gusto y la musicalidad. Es mucho lo que le debemos y lo que tenemos que agradecerles».

Mañana se cumplen cien años del nacimiento de Mariemma. Y el Ayuntamiento de Íscar no se ha olvidado de su ilustre hija. La recordará con una gala organizada junto con la Diputación de Valladolid en el teatro Zorrilla de la capital castellano-leonesa. En ella se proyectarán fragmentos del documental que Daniel G. Cabrero realizó sobre la artista –«Mariemma y los caminos de la danza»– y se bailarán sus coreografías más emblemáticas, como «La cariñosa», «Danza de los ojos verdes», «El fandango del candil» o «Córdoba».

Y es que Mariemma es un pilar fundamental en la danza española. Primero como intérprete, aportando al baile español una elegancia y un refinamiento producto de su educación en París; más tarde como coreógrafa, destilando en sus trabajos la escuela, la profundidad de la tradición y la raíz con la gracia de la danza clásica, todo ello con la sobriedad que su cuna vallisoletana imprimió en su firme carácter. Y finalmente, como maestra, un aspecto en el que su contribución fue verdaderamente decisiva: a ella se debe la sistematización de los estudios de danza española y su división en sus cuatro columnas: folclore, escuela bolera, flamenco y danza estilizada.

Traslado a París

El traslado de su familia desde Íscar hasta París resultó determinante para Mariemma. Allí comenzó a estudiar danza y con solo nueve años entró en el Ballet del Teatro del Chatelet como «petit rat» –nombre que se da a los jóvenes estudiantes que participan en determinados espectáculos–. Allí también aprendió sus primeras nociones de danza española –su madre le enseñó a bailar la jota y las sevillanas, y aprendió la Escuela Bolera con Francisco Miralles– y allí conoció a una mujer que resultaría determinante en su manera de entender el baile: Antonia Mercé «La Argentina». Fue, durante toda su vida, su Norte y su guía; su nombre no se le caía de los labios y hablaba con devoción de ella. «Ella trajo la gran revolución a la danza española –escribió en su tratado «Mis caminos a través de la danza»–, que curiosamente no llegó entonces a España, como no llegaba la pintura de Picasso, la música de Falla ni la obra de otros tantos talentos españoles que se habían hecho famosos en París». En 1990, Mariemma saldó su deuda con la celebración de un recordado homenaje a La Argentina en el teatro María Guerrero.

Mariemma, bailando un bolero clásico
Mariemma, bailando un bolero clásico

El legado de Mariemma permanece. En Madrid, el Real Conservatorio Profesional de Danza lleva su nombre. Y en Íscar un museo la recuerda. La artista quería volver de algún modo al lugar donde nació y en noviembre de 2002 donó su legado artístico a la villa de Íscar para «crear el primer museo dedicado a la danza española». Las obras de construcción comenzaron en 2005 y dos años después, poco antes de su muerte, se inauguró.

En el museo –cuya responsable es Susana Merlo– se encuentra una colección de cerca de 150 trajes utilizados por Mariemma a lo largo de su vida artística, así como carteles, figurines, distintos documentos y objetos personales, y castañuelas.

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