Lord Carnavon se asoma al interior de la cámara mortuoria de Tutankamón, junto a Howard Carter que mira a la cámara
Lord Carnavon se asoma al interior de la cámara mortuoria de Tutankamón, junto a Howard Carter que mira a la cámara - ABC
Aniversario

El apasionante relato de Howard Carter sobre el hallazgo de la tumba de Tutankamón

«Cuando Lord Carnavon preguntó ansiosamente "¿Puede ver algo?" todo lo que pude hacer fue decir: "Sí, cosas maravillosas"»

MADRID Actualizado: Guardar
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«Finalmente he hecho descubrimiento maravilloso en Valle, una tumba magnífica con sellos intactos», le escribió Howard Carter en un telegrama a Lord Carnavon el 6 de noviembre de 1922. Dos días antes «un extraño silencio» le había advertido al arqueólogo británico de que «había ocurrido algo fuera de lo común» en las excavaciones, según relató en sus memorias, cuyo primer volumen publicó «Blanco y Negro» en España traducido por el conde de Gimeno.

Los trabajos de excavación en el Valle de los Reyes se habían detenido al descubrirse un escalón tallado en la roca. «Casi me atreví a especular que habíamos encontrado finalmente una tumba», recordaría Carter en su obra « La tumba de Tutankamón» antes de explicar cómo los trabajos avanzaron febrilmente durante todo aquel día y el siguiente, «un escalón seguía a otro y al nivel del duodécimo, hacia la puesta del sol, descubrimos la parte superior de una puerta tapiada, enyesada y sellada».

«¡Una puerta sellada! (...) Con una excitación que se convirtió en ardor febril busqué los sellos de la puerta, en busca de pruebas sobre la identidad del dueño del lugar», continuó el egiptólogo, que en aquel momento sólo encontró «el conocido sello de la necrópolis real, el chacal y nueve cautivos».

Sello de la tumba de Tutankamón
Sello de la tumba de Tutankamón

Fue entonces cuando escribió a Lord Carnavon, el mecenas que financiaba su expedición que llegó a El Cairo el 22 de noviembre acompañado por su hija Evelyn. Para entonces, Carter se había preparado para la apertura de la tumba. Los trabajos para descubrir la escalera, de dieciséis escalones en total, mostraron la parte inferior de la puerta sellada donde pudieron descifrar el nombre de Tutankamón. También revelaron un hecho inquietante. Había habido dos aperturas, es decir, los profanadores habían entrado en la tumba en una fecha que según se supo después no podía haber sido más tarde que unos diez a quince años después del entierro. El hecho de que hubieran sellado de nuevo la sepultura indicaba, sin embargo, que no la habían saqueado del todo.

Al sacar esta pesada puerta, «quedó al descubierto el comienzo de un pasadizo descendente», pero fue al día siguiente, el 26 de noviembre, «el mejor de todos, el más maravilloso que me ha tocado vivir y ciertamente no puedo esperar volver a vivir otro», relató Carter. A media tarde encontraron una segunda puerta sellada. «Para entonces nos hallábamos firmemente convencidos de que estábamos a punto de dar con un escondrijo y no con una tumba», pero «desesperadamente despacio para los que lo contemplábamos, se sacaron los cascotes« y la parte inferior de la puerta quedó despejada.

«Cosas maravillosas»

«El momento decisivo había llegado. Con manos temblorosas abrí una brecha minúscula en la esquina superior izquierda. Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de despejar», continuó el arqueólogo, que utilizó una vela para probar que no había aire viciado. «Luego, ensanchando un poco el agujero coloqué la vela dentro y miré».

Lord Carnarvon y Lady Evelyn aguardaban ansiosos el veredicto de Carter. «al principio no pude ver nada ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela, pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro».

«Por un momento, que debió parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa», continuó el arqueólogo antes de relatar cómo «cuando Lord Carnavon preguntó ansiosamente "¿Puede ver algo?" todo lo que pude hacer fue decir: "Sí, cosas maravillosas"».

Interior de la tumba de Tutankamón
Interior de la tumba de Tutankamón - ABC

Entre todo aquel regio esplendor, Carter quedó cautivado por un emocionante y simple detalle, la minúscula corona de flores que había sido colocada sobre la frente de la figura del rey. «No había nada tan hermoso como aquellas flores marchitas que aún conservaban un toque de color. Ellas eran testigos de lo poco que realmente son tres mil trescientos años y de la poca distancia que hay entre el ayer y el mañana. De hecho, aquel toque de realismo hermanaba aquella antigua civilización con la nuestra», afirmó.

¿Una tumba más oculta?

Tiempo después Carter se adentraría a examinar con detenimiento la habitación que había tras la cámara funeraria con el Tesoro que describe concienzudamente en el libro. Lo que no fue capaz de ver Carter hace 90 años fueron esas finas líneas en las pinturas murales de la cámara funeraria de Tutankamón que el arqueólogo Nicholas Reeves ha apreciado gracias a las imágenes tomadas por la compañía española Factum Arte y que disimularían dos puertas hasta ahora ocultas.

Coincidiendo con el aniversario del hallazgo de la tumba de Tutankamón, las autoridades egipcias informaron de que el análisis con radares de la tumba de Tutankamón para determinar si a su lado se encuentran ocultas otras dos cámaras funerarias dará comienzo este jueves. Quizá a Carter le quedaba por vivir otro día mejor aún si cabe y se quedó a un paso de descubrir otra tumba más. ¿La de Nefertiti?

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