La Condesa de Rothes era toda una celebridad de la época
La Condesa de Rothes era toda una celebridad de la época - WIKIMEDIA

La heroína anónima del Titanic que ayudó a poner a salvo a decenas de supervivientes

La aristócrata Noëlle Leslie se puso al mando del bote en el que viajaba mientras calmaba a sus ocupantes –entre ellos, una española-

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La tragedia del transatlántico « Titanic», el cual se hundió tras chocar contra un iceberg el 14 de abril de 1912, dejó tras de sí una larga lista de héroes y villanos. Sin embargo, 103 años después de que el llamado «buque de los sueños» se fuese al fondo del Atlántico, todavía se siguen descubriendo historias de pasajeros intrépidos que ayudaron durante aquella catástrofe al resto aún a riesgo de perder su propia vida.

Precisamente una de ellas fue Noëlle Leslie, una aristócrata que tomó el mando del bote salvavidas en el que había sido evacuada ante el pavor general y, a su vez, se dedicó a calmar al resto de los ocupantes (entre los que destacaba una española totalmente atemorizada).

La historia de Lucy Noëlle Martha Leslie comenzó, como bien explica su bisnieta en declaraciones recogidas por la versión digital del diario « Daily Mail», un feliz día de Navidad: «Mi bisabuela nació el 25 de diciembre de 1878. Esto provocó que fuese bautizada como Lucy Noëlle Martha, aunque siempre la conocieron como Noëlle». De alta cuna, desde su infancia aprendió a manejar el timón de un buque y los conceptos básicos de marinería debido, principalmente, a que su padre contaba con un yate.

Con apenas 23 años se casó con el décimo noveno Conde de Rothes, lo que le garantizó el título aristocrático. Desde ese momento nunca le faltó el dinero lo que, sumado a su carácter afable y modesto, pronto la granjeó un hueco en el corazón de los británicos. Como «celebrity» de la época que era, tanto ella como sus padres lograron hacerse con unos pasajes en el transatlántico más lujoso conocido hasta entonces, el «Titanic» de la compañía «White Star Line».

Sus padres, por suerte, bajaron del buque en Cherburgo durante el 10 de abril de 1912, justo antes del viaje inaugural del navío, por lo que evitaron la catástrofe. Pero no sucedió lo mismo con Noëlle, la cual se acomodó en su camarote de la Cubierta C dispuesta a disfrutar de uno de los mejores viajes de su vida. Los cuatro primeros días cumplieron sus expectativas, pues disfrutó de un trayecto a base de bailes, comidas caras y, por descontado, charlas con todo tipo de aristócratas.

No obstante, todo esto cambió cuando el vigía Frederick Fleet informó, tardíamente, del avistamiento de un iceberg frente al «Titanic». Nada podía hacerse y, a las 23:40, el navío golpeó aquel gigantesco témpano de hielo. Fue en ese momento cuando comenzó la histeria, pues apenas había 20 botes salvavidas para un total de más de 3.547 personas. «La orden fue vestirse y ponerse el salvavidas en diez minutos. Nadie sabía dónde estaban los salvavidas, sólo sé que un hombre nos dio varios a los presentes», explicaba la propia Noëlle en una carta posterior a sus padres.

Una heroína anónima

La condesa tuvo la suerte de ser embarcada en el bote nº 8, el cual partió medio vacío del «Titanic» (como tantos otros) por el miedo de los marineros que los manejaban a que fuesen hundidos por el excesivo peso. A su vez, cada uno de ellos decidió alejarse del navío lo más posible para evitar ser arrastrados hasta el fondo con él cuando se hundiera en el Atlántico.

Durante ese tiempo cundió el pánico entre los supervivientes del bote nº 8. Un comportamiento que el hombre a su cargo, Thomas Jones, no supo controlar. Al ver el descontrol, Noëlle tomó la palabra y, a voces, logró calmar a los presentes. Tan segura la vio el marinero de sí misma, que decidió tomar medidas en consecuencia. «Cuando vi como se hizo control, me di cuenta de que ella era más hombre que cualquiera de los tres que estábamos a bordo», explicó el marino posteriormente.

Cuando Jones se percató de que la mujer contaba con serios conocimientos de náutica y sabía manejar el timón de un barco, le dio también el mando del bote, algo que sorprendió soberanamente a los otros dos hombres que se encontraban en la balsa, un cocinero y un mayordomo. Con todo, no fue su única tarea durante aquella fría noche, pues también se dedicó a enseñar a los presentes la forma adecuada de remar y a consolar a las mujeres del navío (entre ellas, la española María Josefa Pérez, de apenas 17 años).

Una vez que el «Titanic» fue engullido por las aguas, Noëlle Y Jones quisieron regresar al lugar de la catástrofe para rescatar a algunos supervivientes, pero el resto de personas se negaron, por lo que no les quedó más remedio que continuar su camino. Ese fue, según su bisnieta, uno de los traumas más grandes para la Condesa, quien repitió durante el resto de su vida que no podía olvidar los gritos desesperados de los náufragos.

Horas después, cuando todo parecía perdido, el bote nº 8 fue rescatado por el «RMS Carpathia», navío en el que Noëlle recibió el apodo de la «pequeña y valiente condesa» al conocer su historia (y debido, entre otras cosas, a la ayuda que prestó a los heridos durante el viaje). Y es que, durante el trayecto se dedicó a coser mantas, traducir y repartir alimentos y medicinas. «Hay mucho que hacer ahora para ayudar al médico con los niños pequeños y que sus madres descansen», escribió posteriormente a sus padres.

Ver los comentarios