Neil Harbisson, en Pamplona
Neil Harbisson, en Pamplona - abc
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«Los comités de bioética irán aceptando la biotecnología de los ciborgs»

Neil Harbisson, la primera persona reconocida como Ciborg, ha trasladado su condición hacia el campo del arte

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La primera persona reconocida como ciborg asiste en Pamplona a un congreso organizado por el Club de Creativos. En él ha mostrado su capacidad para convertir en un movimiento artístico lo que para algunas personas podía suponer un problema, que no ve los colores. Además, de explicar el ciborguismo, reflexiona sobre las dificultades que tiene parte de la sociedad para cambiar su forma de ver las cosas.

-Has sabido superar la circunstancia que tenías con los colores y esa superación médica la aplicas al arte.

-Oficialmente no es una solución médica porque el comité de bioética no lo acepta como algo médico, por lo que tuve que hacer el implante de forma anónima. Tuve que buscar un doctor que quisiera implantarme la antena.

Es algo artístico, empezó dentro de una inquietud artística. El hecho de extender nuestros sentidos es parte de un movimiento artístico, el crear tus nuevas partes del cuerpo también es un movimiento artístico donde en vez de crear esculturas con barro, por ejemplo, puedes crear esculturas con cibernética y puedes ser tú la propia escultura. Entonces el hecho de modificar tu cerebro también es una forma de crear escultura. Veo el ciborguismo como un movimiento artístico que poco a poco vamos a ver más artistas extendiendo sus sentidos, creando nuevas partes del cuerpo.

-Pero eso te ha servido para solucionar un problema visual que tenías.

-Nunca lo llamo problema sino una condición visual. Tiene muchas ventajas ver en blanco y negro. Por eso yo no quise cambiarlo. Si no, habría inventado unas gafas o algo para modificarlo. Pero no quería porque tiene muchas ventajas como ver mejor de noche, puedes detectar movimiento de noche, se te quedan mejor las formas de las cosas, y los camuflajes no nos engañan. También las fotocopias son más baratas en blanco y negro. Yo quería percibir el color porque es un elemento social y yo no tenía este elemento social. Pero quería sentir el color como un sentido nuevo, un sentido aparte. No quería usar ni el oído ni la vista ni ninguno de mis sentidos existentes, sino crear uno nuevo para poder extender la percepción del color más allá de los colores visuales.

Ultravioletas e infrarrojos

-Percibes más colores que una persona normal y para ti es una ventaja. ¿Pero no supone un apabullamiento de colores?

-No, porque empecé con seis colores, doce, veinticuatro… Y en 2007 llegué a todos los colores visibles. Y continué con infrarrojos, ultravioletas. Y ahora también tengo conexión a internet en la cabeza que me permite percibir colores que no están delante de mí. Hay cinco personas en el mundo, una en cada continente, que tienen permiso para conectar a mi cabeza colores. Usan su móvil, si enfocan una puesta de sol en Australia, pueden conectar directamente los colores de la puesta de sol a mi cabeza. Por lo que me da la sensación de que tengo un ojo en cada continente. En octubre del año pasado, lo que hice fue conectar la antena a la Estación Espacial Internacional para poder percibir los colores del espacio y eso fue el siguiente paso. Puedo percibir colores extraterrestres que no llegan aquí y hay muchísimos más, miles y miles de ultravioletas que no tienen nombre y la gente no se puede imaginar porque no son visibles. Mi siguiente paso es conectarme directamente al espacio porque creo que allí hay muchísima más riqueza de color.

-¿Cómo percibes los colores?

-Es una vibración en el cráneo que se convierte en sonido. Pero si fuera sordo total igualmente podría percibir los colores mediante las diferentes vibraciones que me llegan.

-¿No te marea tanto sonido?

-En 2004, las primeras cinco semanas de adaptación fueron horribles, mucho cansancio, dolor de cabeza… Pero al final el cerebro se acostumbra a todo. Si queremos tener nuevos sentidos nuestro cerebro está capacitado para adaptarse a nuevos sentidos.

-Y esto, además de saber adaptar tu cerebro, lo has dirigido hacia el arte.

-Lo bueno que tiene el tener un nuevo sentido es que te puedes expresar artísticamente mediante un sentido que no existía. Eso es el ciborguismo, es la expresión artística mediante nuevos sentidos. Eso da posibilidad a cantidad de arte nuevo que no nos podemos ni imaginar. A mí me da la posibilidad cuadros en infrarrojo, es decir, invisibles pero que yo puedo percibir. Puedo dar conciertos de color, conciertos del espacio.

-Si el público no puede percibir esa creatividad que tú tienes, no sé hasta qué punto está preparado para dar ese paso más para llegar a entender la creatividad de los ciborgs.

-Eso en parte pasa con todo. No sabemos si todos estamos percibiendo exactamente lo mismo. Hay convencionalismos pero no sabemos si todos estamos viendo lo mismo o estamos percibiendo lo mismo. Alguien quizá lleva toda la vida llamando amarillo a lo que otra persona ve rosa. Entonces, no hay forma de saber si estamos experimentando lo mismo. Las obras de arte que haga siempre tendrán una forma de interpretarse diferente aunque no puedas percibir exactamente lo mismo que yo percibo. A veces no hace falta compartir exactamente la misma visión. Es interesante que alguien experimente algo completamente diferente a lo que tú querías expresar.

Freno de las instituciones

-Tú estás teniendo problemas para que se reconozca el ciborguismo. ¿Desde las instituciones se está frenando la creatividad?

-Sí, por eso creé con Mun Ribas la Fundación Ciborg para defender el derecho de los ciborgs, que es defender simplemente el derecho a tener cirugía, poder experimentar con la unión entre humanos y tecnología y también el derecho a aparecer en los pasaportes con tu tecnología.

-Aún con todo, has sabido pasar de los impedimentos y por vía personal y privada estás desarrollando todo esto.

-Porque la gente quiere experimentar, la gente quiere explorar la unión entre humanos y ciborgs. Lo que pasa es que hay gente todavía muy conservadora en este aspecto. Es inevitable, aunque quieran pararlo se va a hacer. Lo mismo pasó en los años 50 y 60 con el cambio de sexo. Decían que no era necesario, decían que era peligroso y se preguntaban qué pensaría la gente si entraba en el hospital un hombre y salía una mujer. Ahora se preguntan lo mismo si una persona sale con una antena en la cabeza. Y pasará lo mismo que entonces, que los comités de bioética lo aceptarán poco a poco porque la gente va a querer unirse a la biotecnología.

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