Las súper llamaradas de un Sol adolescente pudieron salvar la vida en la Tierra

Un estudio realizado por científicos de la NASA sugiere que fueron estas potentes tormentas solares las que consiguieron calentar el clima de la Tierra e iniciar las reacciones químicas clave en el origen de la vida

MADRID Actualizado: Guardar
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Se podría decir que las estrellas también pasan por una difícil adolescencia. En el mundo de los astros, esta etapa de inmadurez se traduce en tener un «brillo» más dubitativo y menos intenso, pero también en sufrir furiosas erupciones de masa coronal, unas repentinas explosiones que resultan en la salida al espacio de gigantescos volúmenes de combustible estelar y que tienen la capacidad de arrasar planetas enteros o al menos de complicar mucho la meteorología espacial. Por suerte para los pequeños planetas, al menos las estrellas que se parecen al Sol tienden a estabilizarse con el paso del tiempo.

Los astrofísicos consideran que hace 4.000 millones de años el Sol estaba en esta convulsa etapa. Parece ser que uno de estos arrebatos explosivos de la adolescencia estelar pudo arrasar la atmósfera de Marte, y contribuir a que el planeta rojo, que hasta entonces estaba cubierto de océanos de agua, quedara convertido en una roca reseca y fría.

Pero, según un estudio presentado este lunes en la revista « Nature Geoscience», quizás fueron estas erupciones las que permitieron que apareciera vida en la Tierra.

«Por entonces, la Tierra recibía solo el 70 por ciento de la energía que recibe hoy en día del Sol», ha dicho en un comunicadoVladimir Airapetian, primer autor del estudio e investigador en el Goddard Space Flight Center de la NASA, en Maryland (Estados Unidos). «Eso significa que la Tierra debía ser una bola helada. Pero las evidencias geológicas dicen que el globo estaba caliente y que había agua líquida. Nuestra nueva investigación sugiere que fueron las tormentas solares las que consiguieron calentar el clima de la Tierra».

Hasta el momento, aquellos que querían tratar de reconstruir el pasado de la Tierra se encontraban ante un callejón sin salida: el Sol joven no brillaba lo suficiente como para calentar la Tierra y permitir que hubiera agua líquida en superficie, pero sin embargo, todo apunta a que por entonces si había océanos líquidos en el planeta. Es lo que se conoce como la paradoja del Sol joven y débil. Pero de acuerdo con los trabajos presentados este lunes, las tormentas solares fueron las que marcaron la diferencia.

Y no solo eso. El equipo de Airapetian ha sugerido que las erupciones de aquel pálido y explosivo Sol proporcionaron la energía necesaria para convertir moléculas orgánicas simples, que podía haber en la superficie de la Tierra, en los ladrillos básicos de la vida. Podría ser así como apareció el ADN o el ARN y se inició la chispa del origen de la vida.

La caricia de las súper llamaradas

Gracias al Telescopio Espacial Kepler, los científicos han podido asomarse al «pasado». Aunque no es posible ver cómo era el Sol hace miles de millones de años, sí que han podido estudiar estrellas que se parecen a él pero que hoy en día pueden verse en etapas muy tempranas y violentas de su vida. De hecho, se ha observado que estos inmaduros astros sufren un fenómeno conocido como súper llamaradas, en un número cercano a las 10 erupciones diarias, mientras que el Sol apenas pasa por este trance una vez cada 100 años.

El equipo de Vladimir Airapetian considera que estas tormentas pudieron sacudir la Tierra e impactar con su escudo magnético, creando auroras y violentas reconexiones. Pero también pudieron tener un efecto beneficioso para la vida: la radiación solar pudo aprovechar las líneas de campo magnético como si fueran vías de tren en dirección a la superficie terrestre.

«Esas partículas del espacio viajaron por las líneas de campo magnético y pudieron impactar contra las abundantes partículas de nitrógeno que creemos que había en la atmósfera por entonces. Creemos que estos cambios en la química de la atmósfera marcaron la diferencia para la aparición de la vida», ha sugerido Airapetian.

El Sol moldeó la atmósfera

Cada vez que esto ocurría, el nitrógeno atmosférico (formado por la unión de dos átomos de nitrógeno), se «partía». Luego, estos residuos chocaban con el dióxido de carbono, y lo separaban en moléculas de oxígeno y de monóxido de carbono. Ambos podían combinarse y generar óxido nitroso, un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido de carbono. Y por eso quizás la clave del calentamiento global que permitió que en la Tierra hubiera océanos y después vida.

Pero aquellos posibles primeros seres vivos recibieron otra ayuda del Sol. Aquel flujo de partículas solares a través de los campos magnéticos y procedentes de las súper llamaradas, pudieron llegar ala superficie, y permitir que ocurrieran reacciones químicas que luego dieron lugar a la aparición de moléculas complejas, como el ARN.

Puede ser que el «abrazo» solar fuera el detonante de la aparición de vida en la Tierra, pero también está claro que hay abrazos que matan: las erupciones solares en otras estrellas pueden arrasar planetas si estos no están protegidos con una coraza magnética, tal como quizás ocurrió en Marte.

A la vista de esta información, William Danchi, coautor del estudio, ha dicho en un comunicado: «Queremos reunir toda esta información: cómo de cerca está el planeta a la estrella, cómo de energético es el astro y cómo de fuerte es el campo magnético del planeta, para así ayudar a buscar planetas habitables en torno a estrellas».

Queda claro que solo cuando se dan unas condiciones muy concretas, puede aparecer ese milagro de la vida. Lo que aún está por ver es si esto solo ocurrió en la Tierra, o sí también ha ocurrido en alguno de los miles de millones de planetas que pueblan el Universo.

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