Cráneo fosilizado de Australopithecus sediba y modelo de un mordisco simulado en sus premolares. Los colores «cálidos» indican las regiones de alta tensión, y los «fríos», los de baja tensión
Cráneo fosilizado de Australopithecus sediba y modelo de un mordisco simulado en sus premolares. Los colores «cálidos» indican las regiones de alta tensión, y los «fríos», los de baja tensión - Brett Eloff /Lee Berger / Universidad de Witwatersrand

El mordisco humano del Australopithecus sediba

Investigadores niegan que este homínido de hace 2 millones de años fuera capaz de comer cortezas o troncos como los chimpancés: se habría dislocado la mandíbula

El hallazgo hace más «humana» a esta intrigante especie de rasgos mezclados

MADRID Actualizado: Guardar
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El Australopithecus sediba es un diminuto y desgarbado homínido que vivió hace unos 2 millones de años en el sur de África. Desde su descubrimiento en 2008, se le ha considerado un posible ancestro o pariente cercano del género Homo, al que pertenece nuestra propia especie, el sapiens, por su intrigante mezcla de rasgos humanos y simios. En 2012, una investigación añadía un nuevo dato que complicaba aún más la fotografía de esta extraña criatura. Investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania) sugerían que el A. sediba era capaz de comer alimentos duros, como cortezas, frutos y troncos de árboles, al igual que los chimpancés de hoy en día en la sabana africana. Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Washington en St.

Louis (EE.UU.) y la de Witwatersrad en Sudáfrica muestra que ese pequeño ser no tenía la mandíbula ni la estructura dental necesarias para mantener semejante dieta. Es más, si lo hubiera intentado, se habría dislocado la mandíbula. Esa incapacidad lo asemeja más a nosotros.

El estudio, publicado en la revista Nature Communications, describe las pruebas biomecánicas realizadas sobre un modelo basado en el cráneo fósil de un ejemplar de Australopithecus sediba recuperado en la cueva de Malapa, a unos 40 km al oeste de Johannesburgo, en Sudáfrica. Los métodos biomecánicos utilizados son similares a los que emplean los ingenieros para probar si los aviones, automóviles, piezas de maquinaria u otros dispositivos son lo suficientemente fuertes para evitar la rotura durante el uso.

Los australopitecinos aparecieron en el registro fósil hace unos 4 millones de años, y aunque compartían con el ser humano algunos rasgos como la capacidad de caminar sobre dos piernas, la mayoría carecían de otras características humanas como un gran cerebro, caras planas con pequeñas mandíbulas y dientes, y el uso avanzado de las herramientas.

La importancia de la dieta

«La mayoría de los australopitecinos tenían adaptaciones sorprendentes en sus mandíbulas, dientes y caras que les permitían procesar los alimentos que eran difíciles de masticar o morder. Entre otras cosas, eran capaces de masticar de manera eficiente alimentos con mucha fuerza», dice David Strait, antropólogo de la Universidad de Washington. Pero, por lo visto, algunos otros, incluido el A. sediba, evolucionaron en la dirección opuesta, una limitación que comparten con el ser humano. «Algunos de estos, en última instancia, dieron lugar al Homo», afirma el investigador, poniendo de relieve la dieta como una de las claves en el origen de nuestro género.

Aunque el examen microscópico de los daños en las superficies de los dientes de A. sediba llevaron a la conclusión de que los dos individuos conocidos de esta especie habían comido alimentos duros poco antes de morir, los investigadores creen que es posible que, en efecto, pudieran haberlo hecho, pero muy poco probable que se hubieran adaptado a ello. Según señalan, los alimentos que eran importantes para este homínido se podrían haber comido con relativa facilidad y sin grandes esfuerzos.

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