Hacerse el machote lleva a la extinción

Dedicar demasiada energía a la diferenciación sexual puede provocar que una especie desaparezca

Hembra (izquierda) y macho (abajo) del ostrácodo Cypideis salebrosa. El caparazón masculino es más alargado que el de la hembra. Se cree que esto refleja la necesidad de acomodar los grandes genitales masculinos (resaltados en azul) M. João Fernandes Martins, Smithsonian
Judith de Jorge

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Intentar ser fascinante e irremediablemente atractivo puede salir muy caro. Los machos de algunas especies animales ponen mucha energía en desarrollar rasgos muy llamativos para atraer al sexo opuesto , como las vistosas y coloridas plumas de la cola de un pavo real o el masivo tamaño corporal del elefante marino, que debe defender su territorio. En esos casos, la diferencia entre machos y hembras es exageradamente notable. Es una buena estrategia de selección sexual, pero ser extravagante y seductor requiere un costosísimo gasto de energía. Tanto que, según un estudio que esta semana publicaba la revista «Nature» , puede llevar a algunas especies a la extinción.

Lo que algunos científicos creen desde hace tiempo es que la energía que estos machos dedican al desarrollo de rasgos atractivos y «varoniles» puede limitar los recursos que tienen disponibles para sobrevivir, particularmente cuando algo en su entorno cambia. Eso pondría a las especies con un fuerte dimorfismo sexual (amplias diferencias entre machos y hembras) en mayor riesgo de extinción . Pero hasta ahora, había sido difícil determinar si esta hipótesis es cierta porque, en la mayoría de los casos, los científicos no pueden reconocer el sexo de un animal a partir de un fósil.

Sin embargo, los ostrácodos , pequeños crustáceos que han estado en el planeta durante casi 500 millones de años, son una excepción. Estas criaturas parecidas a los camarones, que viven dentro de conchas más pequeñas que una semilla de amapola, tienen formas específicas distintivas de su sexo que se conservan en el registro fósil. Los animales con cuerpos y conchas alargadas son machos, mientras que las hembras son generalmente más pequeñas. Una forma de concha alargada acomoda los grandes órganos sexuales del macho. Estos órganos más grandes presumiblemente producen más esperma y mejoran las oportunidades de éxito reproductivo de los individuos.

Un equipo de científicos del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian (EE.UU.) analizó minuciosamente los fósiles de miles de crustáceos antiguos para investigar si esa especie en cuestión había sido más vulnerable que otras a los cambios en sus entornos. Los investigadores observaron cuándo habían vivido diferentes especies en función de la capa geológica desde la cual fueron recolectadas y evaluaron las formas y tamaños de más de 6.000 ejemplares. Su análisis final incluyó 93 especies diferentes de ostrácodos que vivieron durante el período Cretácico superior, hace entre 85 y 65 millones de años.

Más grandes, menos duran

Ciertas especies aparecieron una y otra vez en las colecciones de fósiles, y el equipo descubrió que algunas habían vivido durante casi todo el lapso de 20 millones de años. Otras duraron solo unos pocos cientos de miles de años. Y el tamaño y la forma de los machos parecía haber sido un factor significativo en la longevidad de las especies. «Mostramos que cuando los machos son más grandes y alargados que las hembras, esas especies tienden a no durar tanto en el registro fósil. Tienen un mayor riesgo de extinción», dice el paleontólogo Gene Hunt, autor principal del estudio.

Los investigadores señalan que si lo mismo es válido para otras especies, los biólogos dedicados a la conservación podrían tener en cuenta el dimorfismo sexual al evaluar la vulnerabilidad de las especies a las amenazas ambientales actuales. «Si dedicar tanta energía a la reproducción dificultó que especies en el pasado se adaptaran a las circunstancias cambiantes, quizás lo mismo debería aplicarse a las especies que nos preocupa conservar en la actualidad», sugiere.

Para bien o para mal, los ostrácodos son unos campeones sexuales. Hace algunos años, un equipo de científicos detectó señales de un «esperma gigante» en los fósiles de estos pequeñísimos crustáceos de 100 millones de años de antigüedad. Con solo un milímetro de longitud, su esperma podía ser hasta diez veces más grande que su tamaño. Sin duda, la criatura tuvo que invertir mucha energía en convertirse en un machote.

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