Científicos advierten de que la erupción catastrófica de un supervolcán puede llegar antes de lo esperado

Una investigación concluye que las erupciones capaces de acabar con la civilización humana ocurren por término medio cada 17.000 años, y no cada 45.000 o 714.000 años, como se pensaba

Imagen aérea de la caldera de Toba, en Indonesia, creada por la erupción de un supervolcán hace 75.000 años NASA/METI/AIST/Japan Space Systems, and U.S./Japan ASTER Science Team.

G.L.S.

Los movimientos de los continentes y la vida y muerte de los mares ha dejado en las rocas un registro del pasado del planeta Tierra. Como si se tratara de anillos de crecimiento en un árbol o de arrugas en la cara, el suelo esconde «líneas de vida» en las que se encuentran huellas de fenómenos lentos y progresivos y otros realmente catastróficos: así es como en el límite K-T perdura el rastro dejado por el tremendo impacto del asteroide que acabó con los dinosaurios , mientras que en otros sedimentos más modernos aún se aprecia el trauma provocado por las erupciones del supervolcán de Yellowstone . Algunos de estos eventos provocaron que las cenizas taparan la luz del Sol durante meses, que lloviera fuego desde el cielo y que el invierno se instalara en el globo abruptamente y durante décadas. A la vista de lo que se ve ahí abajo queda claro que la Tierra no siempre es un lugar tranquilo. Y que la naturaleza podría acabar con la vanidosa civilización humana con un solo golpe.

Se sabe que es cuestión de tiempo que alguno de estos eventos vuelva a ocurrir. Por eso, resulta muy interesante estudiar en el registro geológico la frecuencia con la que se dan este tipo de fenómenos. Científicos de la Universidad de Bristol han analizado el registro de los últimos 100.000 años y han concluido que las erupciones de los supervolcanes son mucho más frecuentes de lo que se pensaba . Estos fenómenos se caracterizan por la liberación de al menos un billón de toneladas de material a la superficie, por ser capaces de cubrir de cenizas continentes enteros y de cambiar el clima durante décadas.

«Podemos decir que los volcanes son una amenaza para nuestra civilización mucho más seria de lo pensado hasta ahora», ha dicho en un comunicado Jonathan Rougier, coautor del estudio.

«Las estimaciones anteriores, hechas en 2004, aseguraban que las supererupciones ocurren por termino medio cada 45.000 o 714.000 años, confortablemente más tiempo que la edad de nuestra civilización», ha dicho Rougier. Sin embargo, su nueva estimación no es favorable: «En nuestro artículo, reestimamos este rango y lo situamos en 5.200 o 48.000 años , con la mejor estimación rondando los 17.000 años». Es decir, el período de estas violentas erupciones es solo ligeramente mayor que la edad de la civilización humana, que arrancó desde la revolución de la agricultura, hace unos 12.000 años.

Amenazas más inmediatas

Sin embargo, el científico no ha considerado que sea necesario elaborar un plan para responder a la erupción de los supervolcanes, puesto que hay otras amenazas más acuciantes , como el cambio climático o la sexta extinción masiva provocadas por el hombre, y que afectarán a la generación actual y a las futuras. De hecho, el investigador ha vaticinado que la civilización humana cambiará de formas inimaginables en los próximos milenios, sin necesidad de que una erupción arrase el planeta.

Las últimas erupciones de supervolcanes ocurrieron en la Tierra hace 20.000 y 30.000 años, por lo que Rougier ha dicho que « hemos sido ligeramente afortunados de no haber experimentado una desde entonces». Sin embargo, esto no indica que haya un peligro inminente, según Jonathan Rougier: «Es importante tener en cuenta que el hecho de que no haya habido erucpiones de supervolcanes en los últimos 20.000 años no implica que haya habido un retraso. La naturaleza no es tan regular », ha dicho el científico.

A pesar de todo, el investigador ha defendido la necesidad de prepararse para erupciones menores pero capaces de devastar ciudades o países.

Al margen de esto, el investigador ha asegurado que su investigación ayuda a comprender mejor el volcanismo en general y a desarrollar técnicas capaces mejorar el incompleto registros de fenómenos geológicos muy infrecuentes, como grandes erupciones o terremotos.

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