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Tarjetas negras-negrísimas

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Si yo tuviera o tuviese una tarjeta de esas tan opacas de Bankia, de las que sirven tanto para cortar la coca en la mesa-piano-bar del puti-vip-club como para abrir el restringido acceso a la brasileña entrepierna de una gachí, rubísima ella, con esos pechos operados a mi costa, o mejor dicho, a costa del rescate de ustedes todos; si yo hubiera usado la tarjetita como pista de aterrizaje de mi identidad pirata, cual parche del destino, el loro verde y blanco, que no digo que fuera del Betis o andaluz, solo me refiero a sus colores plumíferos; si yo la tuviera, si hubiera podido sacar diez mil eurillos cada viernes para invitar a mis colegas del golf a tomar un par de cervezas y una tapa de ensaladilla en lugares adecuados, si por utilizarla me hicieran descuento al echar diesel (el normal, para no abusar) en la gasolinera de mi barrio, si hubiera usado la tarjeta como si fuera shuriken financiero; habría hecho mucho más que esos pobres -pobres en sentido figurado, no me malentiendan- petimetres, esos chuflillas hartos de pan, esos pringados que solo saben ir enjalbegados a los consejos de administración, con su stick, su colonia Polo de Rafa Laurent y un cocodrilo en su pechera que parece que se haya comido el pezón y baje a zombificar testículos.

Disculpen: teniendo yo obligaciones familiares, ¿cómo no usar la tarjeta negra de CajaMadriles? ¿Quién iba a alimentar mi yate en puerto Sherry? ¿Cómo iba el X7 a subir las lomas de SotoBig? ¿Cuándo íbamos a poder reunirnos todos los miembros y miembras (los del taco somos paritarios, gastamos por igual en fálicos habanos y en tangas escuetos, y eso se nota en nuestro porte y talante) a comer arroz con bogavante en el chalé sito en cañada real de nuestro amigo el senador? Si la tuviera, que no digo que la tenga (me acojo a mi derecho constitucional a no confesarme usuario de tarjeta negra de Bankia), si la tuviera ya les digo lo que podría hacer aparte de haberle dado la mitad del parné mangado a mi sindicato, que uno es de escuela vieja (old school, ya ven que también domino el inglés) porque es solidario cien por cien: basta ya de la opresión empresarial y de la dictadura del proletariado, o como coño se diga. En fin, lo que les decía, que si yo tuviera una de las tarjetas esas, negras-negrísimas, las de jamón cinco jotas Spottorno de Carvajal, si yo fuera un Blesa o un baranda marisquero, si lo fuera, podrían decírmelo a bocajierro. Que lo que soy es un grandísimo hijo de la gran puta. Pero presuntamente, ¿eh?

@montieldearnaiz