Editorial

Septiembre

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Aunque no parece que las temperaturas se den por aludidas, el ritual del entierro de la Caballa, junto al intenso tráfico en las carreteras durante el pasado fin de semana, nos recuerda que, para la mayoría de los mortales, el verano se acabó. Ahora toca, en el menor tiempo posible, recuperarse del dolce far niente, curarse del síndrome postvacacional mediante una buena dosis de autodisciplina y hacer acopio de toda la energía necesaria para volver a la rutina diaria. Porque eso de que el verano carga las pilas es un auténtico mito; no hace falta más que mirarnos en el espejo para comprobar que parecemos más alicaídos que cuando iniciamos el periplo vacacional. Y ahora, además, la cuesta de septiembre, los preparativos para la vuelta al cole, los atracones de última hora para esos exámenes que se vienen encima a una velocidad de vértigo nos devuelven a la cruda realidad. Sin embargo, todavía quedan algunos afortunados para los que las vacaciones acaban de comenzar; todos aquellos que, por obligación o por devoción, se han pasado a septiembre para disfrutar de su merecido descanso. Unas vacaciones tardías sin masificaciones, sin riesgo de que le claven a uno la sombrilla en mitad del esternón, con precios más asequibles y, encima, con los hados de la meteorología a favor. Los que viajen podrán hacerlo sin atascos ni retenciones y los que opten por quedarse en Cádiz tienen, para ellos solos, toda una provincia paradisíaca en la que disfrutar de unas vacaciones de lujo. Además, lo del entierro de la caballa ha sido, en realidad, una pantomima porque todavía siguen, vivitas y coleando, esperando a que los veraneantes de última hora les hagan el honor de degustarlas. Imaginen un relajado atardecer de septiembre en La Caleta, admirando la puesta del sol entre Santa Catalina y San Sebastián, mientras saborean nuestro producto más caletero, con una buena piriñaca y una cerveza bien fría, o mientras aprovechan los últimos rayos de sol tumbados en la arena con un buen libro, por ejemplo esa Dama de Cádiz de Pilar Paz que nos hace retrotraernos a un tiempo en el que el Kronion y la casa de Astarté ocuparon los enclaves de nuestros castillos. Eso si que es disfrutar de unas buenas vacaciones.