Zornoza llegó a Cádiz en octubre de 2011. :: LA VOZ
RELIGIÓN

Zornoza versus Bergoglio

Su mandato, neoconservador y más cercano a la política, se distancia de la línea de Ceballos y de la del Papa Francisco

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aún resonaba en los muros de la Catedral su brillante primera homilía: «A Cai no la llaman Cai, que la llaman relicario porque tiene por patrona a la Virgen del Rosario». Con su cita por alegrías se metió a medio Cádiz en el bolsillo. Para el otro medio, Rafael Zornoza Boy se guardaba otro as. Ese mismo 22 de octubre de 2011 tras la toma de posesión, se lanzó a la calle acompañado de los seminaristas. En la calle Pelota no lo dudó: le ofrecieron una camiseta del Cádiz y se la puso. Toda una declaración de intenciones de lo que parecía pretender para su pontificado: ruptura con lo anterior, cercanía y personalismo. Cambiando entorno y personajes, curiosamente el Papa Francisco no tardó mucho en ofrecer un gesto similar. El 18 de diciembre de 2013 no lo dudó y recogió con ilusión la camiseta del equipo de sus amores, el San Lorenzo. Era uno de los muchos gestos que Bergoglio prodiga en su esfuerzo por mostrar a un Papa más cercano a obispo de Roma que a sumo pontífice. Sin embargo, el paralelismo trazado entre ambos es quizás una de las pocas similitudes que se pueden encontrar entre Jorge Mario Bergoglio y Rafael Zornoza Boy.

El enésimo conflicto con Cáritas -con dimisiones, sospechas en torno al destino de los fondos, escándalo y divisiones en el seno del Obispado- no es más que la confirmación de que la línea entre sumo pontífice y prelado no puede ser más dispar. El Papa, más preocupado por la descentralización de la Iglesia, Zornoza más bien empeñado en lo contrario: en controlar todas las áreas de la Diócesis en decisiones que ya comienzan a ser cuestionadas por sus subordinados. Aunque en sus homilías o cartas pastorales cite al Papa, lo cierto es que hay gestos que hablan por sí mismos. Aún se espera que las Catedrales de Cádiz y de Ceuta se sumen a las misas de acción de gracias que se celebraron a lo largo y ancho de la cristiandad por el nuevo Papa.

En su gestión, pareció tener claro lo que quería en primera instancia: apostar por reformar la Iglesia gaditana de arriba a abajo. Lo hizo buscando un perfil claro y también distinto al que parece buscar Francisco: conservador en el fondo, atrayente en las formas. Lo que muchos en la Diócesis ya han tildado de «neoconservador». Para encarnar el cambio, también buscó sacerdotes que comulgaran con esta línea. Y para ello no dudó en recurrir a clérigos de un perfil cercano a su concepción de lo que debe ser el sacerdocio hoy y de su entera confianza. Secretario personal, formadores y directores espirituales, párrocos e incluso ama de llaves viajaron con él para ocupar cargos diversos fuertes en Cádiz.

«El acto ya se tomó como un desprecio a los sacerdotes de Cádiz, como si no fueran válidos para esos cargos», explica un cura de la Diócesis. Sin embargo, también apostó por clérigos de aquí pero las fisuras no tardaron en aparecer. De unos cambios vinieron otros, y luego otros; motivados por ceses y dimisiones. En estos escasos tres años ya acumula tres vicarios generales de la Diócesis, tres responsables al frente del Secretariado de Juventud (su gran prioridad), dos delegados de Cáritas y dos directores generales de esta institución, dos ecónomos, dos vicarios generales de Ceuta, dos delegados de Pastoral Universitaria (desligando del cargo a los misioneros identes, muy unidos a la universidad), dos secretarios canciller o la desaparición de la Vicaría de Pastoral, fusionada a la General. No consiguió que le aguantara ni un año el Delegado del Año de la Fe en un baile de cambios del que solo se han salvado tres delegaciones. Ha decidido también asegurarse el control de un organismo autónomo como el Cabildo Catedral. Para ello, nombró «pro tempore muneris» (durante el tiempo en que ejerzan los cargos que ahora sustentan) a seis sacerdotes que le han garantizado presencia e influencia en la institución.

En su esfuerzo por separarse de la gestión anterior, más espiritual y 'blanda', se lanzó a la arena política, entendida ésta como el arte de lanzar redes de control en todas las áreas posibles. De este interés no se escapó el Seminario de San Bartolomé. Zornoza llegó con la intención de darle un impulso para fomentar las vocaciones. De ahí su control férreo hasta el punto de nombrar a su secretario particular y un sacerdote argentino de confianza como directores espirituales del Seminario. Es en esa institución donde incluso llegó a tachar de «populista» el mensaje del nuevo Papa. Y es ahí donde más bajas ha habido. Hoy son 11 los seminaristas de San Bartolomé, después de tres decidieran marcharse a otros seminarios españoles achacando «falta de seriedad» y otros fueran invitados a marcharse «porque no se ajustaban al perfil que buscaba el obispo», según explican fuentes cercanas a San Bartolomé.

El peso del Camino

Contrariedades que Zornoza ha cubierto con el aumento de la cuota de protagonismo del Camino Neocatecumenal. El pasado mes de mayo, favoreció un encuentro nacional que trajo a 15.000 seguidores de Kiko Argüello hasta Alcalá. También ha devuelto al movimiento feudos que otrora fueran suyos, como San José Artesano de San Fernando, y entregado iglesias nuevas, como el Carmen de La Línea o La Bajadilla de Algeciras. En esta última también 'fichó' a un sacerdote de otra Diócesis. Igualmente entregó al Camino la organización de la Vigilia Pascual de su Catedral, muy marcada ahora por la estética del movimiento. Este apoyo ha hecho que ahora que precisamente se pone en entredicho su gestión, los conocidos popularmente como 'kikos' hayan sido de los primeros en salir en su defensa.

En lo caritativo, las hemerotecas también dejan sorpresas. De pasar a pedir el diezmo para los necesitados, ahora se ha visto envuelto en un escándalo relativo a querer realizar una auditoría con supuestos sobrecostes. Un control que, por cierto, realiza con el que ya es su hombre fuerte y alter ego en el Obispado, el ecónomo Antonio Diufaín, empeñado en sacar al Obispado de los números rojos con métodos también criticados por el exdirector de Cáritas. Todo ello cuando otra crítica en lo económico sobrevuela al prelado. «Desde la agencia de viajes, al catering o las fundaciones, todo lo hace con empresas suyas y que no son de Cádiz», recalca otro sacerdote.

Lejano queda ya el 22 de octubre de 2011 y ese gesto con camiseta del Cádiz incluido. Mucho parece haber llovido en la gestión del que es considerado el mayor exponente de los «golfinianos» (un grupo de curas madrileños espiritualista y conservador, apadrinados por el obispo Francisco José Pérez y Fernández-Golfín). Un obispo que hoy gobierna una Iglesia gaditana dividida entre detractores y defensores de su labor como pastor.