Una vez que finalizó el acto afloraron los sentimientos y se sucedieron los besos, abrazos y los gestos de complicidad entre los familiares y los nuevos sargentos de la Armada. :: F. JIMÉNEZ
CÁDIZ

El día que el sacrificio era reconocido por un Rey nuevo

Entre la emoción y el orgullo los familiares vivieron con intensidad que sus allegados fueran la primera promoción de Felipe VI

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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«Ya está aquí el Rey, ¿no? No ése no es. Es que están muy lejos. ¿Cuál es el Rey si todos tienen muchas medallas?». Su Majestad Don Felipe VI marcó la entrega de Reales Despachos que se celebró en la Escuela de Suboficiales. Los familiares tuvieron que jugar con los sentimientos de ver a sus allegados cruzar la meta por la que tantos años lucharon y hacerlo como la primera promoción cuyo acto presidió Don Felipe como monarca.

Tan solo unas cuantas personas se asomaron por las ventanas de los pisos más altos del Hospital de San Carlos, que dan al patio de la Escuela de Suboficiales, demasiado lejos para poder distinguir algo. En el exterior unos pocos curiosos, pero en el interior es otra cosa. Porque ahí el acto sí se vive con intensidad por parte del millar de asistentes. Todos pendientes a sus hijos, hijas, esposos, mujeres, nietos y nietas formados en el centro de la plaza pero hablando del monarca. «¿Vendrá con Letizia?», «¿no está tardando demasiado?», «¿ese coche que acaba de entrar es?». Y de repente los fotógrafos y cámaras de televisión son colocados delante de una sección del público, aumentando los murmullos y quejas. «Llevamos tres horas aquí y ahora se ponen delante». Los profesionales se agachan para molestar menos, pero es el lugar donde les dejan tomar imágenes. Así que con indignación una parte de la grada se mueve hacia un lado, mientras que otros optan por ponerse de pie pero todos buscan mejor visión.

Comienzan a sonar salvas, se hace el silencio, sale Su Majestad del vehículo oficial y como si saltara un resorte de los brazos, se elevan de inmediato cámaras de fotos, móviles y tablets en busca de la imagen del monarca pasando revista. Una instantánea histórica, la primera de Felipe VI en Andalucía, en Cádiz, en San Fernando, la primera como Rey entregando los Reales Despachos «y mi hijo está ahí».

Comienzan a escucharse los nombres de los nuevos sargentos (cada uno de ellos con una media de cinco invitaciones) y a la vez aplausos por un lado o por otro de la grada. Un lugar con sombra donde se soporta el calor. Diferente para los que están en medio del patio en pleno Sol y con uniforme de gala. «Nos han dado más de un susto».

Por fin el desfile y tras él de nuevo a buscar un sitio para la foto oficial. Una vez que se rompen filas los abrazos, los ojos turbios, las palabras entrecortadas, la risa nerviosa y los gestos de cariño. La mejor recompensa a tantos años.

Cada sargento, una historia

No es la primera vez que Luis Gómez graba este acto. Lo ha hecho durante varios años, está marcado en su agenda de trabajo como cámara de televisión local. Pero esta vez era especial porque podía enfocar a su hermano. José Manuel Gómez tenía trato privilegiado y acceso a las imágenes de un día histórico. «La promoción la hemos vivido así. Sabíamos que había algo más por ser la primera vez que el acto era presidido por Felipe VI», dijo José Manuel. Para Luis «es una alegría, sobre todo para él que ha luchado mucho por llegar hasta aquí y convertirse en el primer militar de la familia».

A Sebastián Varela le venían a la cabeza las imágenes de cuando a él le toco formar en esa misma plaza hace ya seis años. En esa ocasión también estuvo Don Felipe presidiendo el acto pero como Príncipe de Asturias. La misma estampa prácticamente, pero ahora lo que ha vivido su mujer, Sara Tayda, es totalmente distinto. Se nota en el ambiente en la disposición de los familiares, en la cantidad de medios de comunicación que han acudido a la ceremonia, en el sentir de los nuevos sargentos.

«La verdad es que ella estaba muy ilusionada por que el nuevo Rey de España era el encargado de presidir el acto. Hombre es un hecho histórico que queda ahí y da la casualidad de que hace seis años yo lo viví, pero por entonces era Príncipe». Una anécdota que guardaran por los años, porque esa foto, imagen, ese acto representa todo el esfuerzo, todo el sacrificio que se ha superado para tener un cargo en la Armada.

Por ello José Luis Souto estaba orgulloso de su hijo, que también se llama José Luis Souto. «Es un hombre ejemplar. Lo ha demostrado con su comportamiento y su carrera militar a la que todavía le queda mucho recorrido». Han venido desde Ferrol «con mucho ilusión y sobre todo con orgullo».

Desde más cerca ha venido Oliva Rugero porque es isleña, pero en su cara tiene la misma expresión de satisfacción al ver graduarse a su hijo, Marcos Rugero. «Es el único hijo que tengo y la verdad es que le ha costado mucho llegar hasta donde está por eso no puedo más que sentirme feliz por él. Aunque si te digo la verdad yo hubiera preferido que hubiera sido Juan Carlos, porque me gusta más, pero su hijo también tiene gran presencia».