Acedo, en un rincón de la clínica que dirige junto a su hermana María en el barrio de La Laguna de Cádiz. :: A. VÁZQUEZ
CÁDIZ

Joaquín Acedo Rey: «Desde dentro ves que el fútbol es una gran mentira»

Hijo de futbolista, dejó el balón a los 25 años para convertirse en uno de los mejores especialistas del país

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Admite casi con fastidio que lleva el juego «en la sangre». Se refiere a esa «mentira» de la bola caprichosa y el prado deslumbrante, a ese que a veces protagonizan millonarios seguidos por hordas pueriles, el que llena cualquier plaza, patios de todos los colegios del mundo, el que hipnotiza multitudes hace más de un siglo sin faltar un año. Hijo de jugador del Cádiz de los últimos años 60 y los 70 (justo antes del primer ascenso a División de Honor), probó a jugar. Y tenía swing, pausa. Jugaba de 'bajito', es decir, con ese compás metódico y juicioso, casi científico, que luego hizo célebre a centrocampistas españoles de éxito mundial. Esos duendes rojos han perdido las ganas. Acaban de dimitir de forma ruidosa, aplastados por la profunda resaca de tristeza que llega después de muchos días de fiesta. Aunque en fútbol todo es revisable, inestable y contradictorio.

A Joaquín Acedo Rey (Cádiz, 1975) le alineaban también de cerebro. No pudo, no quiso o no supo llegar a la elite. Así que a los 25 años, tras jugar varias temporadas en el filial cadista con gente como Chico Segundo y Bermúdez, tras pasar por algunos equipos de la provincia (Tercera División, principalmente), lo dejó. Decidió sacar las neuronas del campo y llevárselas a la banda, a los vestuarios, a los gimnasios y a las camillas donde lleva 15 años proclamándose campeón entre los mejores.

Licenciado en Fisioterapia, en su camino se cruzó Lorenzo Buenaventura. Coincidieron en el Cádiz Club de Fútbol y creció como mecánico junto a doctor 'Loren', el que luego sería preparador físico del mejor equipo de la historia (el Barça de Guardiola). De la mano de ese profesor que ahora trabaja para una de las mayores marcas mundiales (el Bayern) aprendió a tratar el dolor, a prevenirlo y a combatirlo, a respetarlo. Los futbolistas, como todos los deportistas profesionales o los aficionados obsesos, conviven con el dolor a diario. Acedo, tras tres lustros de carrera, se ha convertido en un profesional de prestigio nacional e internacional. Estuvo cuatro años al servicio del Everton (una de las más gloriosas y antiguas instituciones del fútbol mundial) y volvió. Ahora le afina musculatura, tendones y esqueleto a decenas de futbolistas que vienen a buscarle (aún trata a Mikel Arteta, del Arsenal) o a cualquier vecino de Cádiz con otro oficio, objetivo o lesión. Unos y otros, conocidos o anónimos, pasan por la clínica que fundó con su hermana María en La Laguna. Como otros técnicos y profesionales de otros mil oficios demuestra a diario que se puede trabajar en cualquier lugar desde la periferia.

-Hijo de futbolista ¿Recuerda mucha púrpura balompédica en casa? ¿Glamour? ¿Hazañas?

-Mi padre empezó muy joven en el Cádiz y también salió muy pronto. Hizo su carrera fuera. Pasó por Orense, Rayo... Luego regresó y se instaló en el Portuense. Yo era muy pequeño. Sólo recuerdo esa última etapa, el vestuario del Cuvillo. Lo recuerdo como algo bonito, más sencillo, con un fútbol muy diferente al de hoy. Recuerdo más a mi padre ya jugando al fútbol sala, en el primitivo Virgili de Paco González, en aquella época gloriosa. Jugando al fútbol, apenas le vi.

-Aun así, le contagió la afición.

-Debía de llevarlo en la sangre. Estaba todo el día jugando. Hasta que cumplí 21 años y terminé la carrera. Yo estaba en el Cádiz B, había entrenado alguna vez con el primer equipo, pero empezaba la etapa larga en Segunda B, empezaba la debacle económica y organizativa. Entendí que era muy arriesgado dedicarse al fútbol de forma profesional, así que empecé a combinar la fisioterapia con el fútbol en el Chiclana o el Portuense hasta que a los 25 años dejé de jugar.

-Muy pronto. Da la sensación de que podría haber jugado en Segunda B, en Segunda A, como otros de su quinta.

-Hubo una pretemporada -con Hugo Vaca, recuerdo- en la que no se sabía qué iba a pasar con el Cádiz. Ni en lo deportivo ni en lo económico. Rondaba la desaparición y nos dijeron que nadie sabía qué sería del equipo. Así que opté por salir. Otros compañeros de quinta sí hicieron una carrera más larga, incluso en Segunda A. Pero yo lo veía como un riesgo demasiado grande en lo profesional. Ya tenía mi carrera de fisioterapeuta. Me gustaba mucho, además, así que decidí dedicarme a eso.

-¿Y cómo se llega desde aquí hasta allí? ¿Del Cádiz y el Chiclana al Everton, al Arsenal, a la Premier League?

-Monté una clínica y empecé a tratar a jugadores de la cantera del Cádiz. A raíz de eso, un año, con Jose González entrenando, fui algún día a tratar a jugadores del primer equipo. Pero el hecho que cambia radicalmente mi situación es la llegada de Lorenzo Buenaventura. Es un antes y un después. Me lleva de forma permanente al primer equipo del Cádiz. Esos cuatro años con Lorenzo para mí suponen un plus de aprendizaje. Estamos hablando de uno de los mejores profesionales del mundo tanto en la preparación física como en la recuperación. A él venían a verlo muchos futbolistas de toda España y de distintos países de Europa. Lorenzo me daba parte de ese trabajo y fui conociendo a muchos de ellos. Coincide con que el Cádiz desciende, con el infausto penalti de Alicante. Lorenzo, entre la cantidad de ofertas que tenía, decide irse al Barça. A mí me sale la oportunidad, a través de Mikel Arteta, uno de los jugadores que había tratado, de ir al Everton, donde él jugaba. Al principio iba sólo un año a tratarle, sólo a él, de una operación que había tenido pero a los tres meses me introduje en el club y estuve cuatro años trabajando. Cada mes pasaba dos o tres semanas allí y luego me venía. A veces me quedaba algo más. Así estuve cuatro años. Ahora trabajo con Arteta pero de forma particular, no trabajo para ningún club.

-¿Sólo trabaja con jugadores rotos? ¿Como recuperador de lesiones?

-No, no. Se trabaja mucho a nivel preventivo. Hoy, en la medicina en general, no sólo en la fisioterapia, cada vez se emplea más tiempo, más recursos, en la prevención. Ya estemos hablando de cáncer o de una lesión muscular, el mayor esfuerzo se pone en anticiparse.

-¿El deporte profesional es tan insano como parece?

-Toda actitud o actividad llevada al extremo no tiene nada bueno. Los radicalismos son nefastos. El deportista profesional tiene una carrera muy corta en la que exprime su cuerpo por encima de sus posibilidades de curación y de regeneración de los tejidos. Siempre estamos con la manía de acortar plazos de recuperación y eso más allá de que quede muy bien en los medios o en la calle, tiene sus consecuencias. Hay un caso flagrante como el de Diego Costa. Esa amiga y doctora [con tono irónico] croata que aplicaba placenta de caballo le iba a recuperar. Yo tuve a dos futbolistas del Everton que fueron a verla y fue un fiasco absoluto. Son modas que surgen. Aquí, a mi clínica en Cádiz han venido pacientes a preguntar si yo tenía placenta de caballo. No tiene ningún sentido. Como se demostró. Duró nueve minutos en la final de la Copa de Europa. Luego, cuando ha tenido un periodo de recuperación normal, ha vuelto a estar disponible.

-Un amigo me dijo una vez que si te gusta el cine, mejor no ir a un rodaje. Que si te gusta la música, mejor no frecuentar ensayos ¿Aún le apasiona el fútbol después de haber conocido vestuarios profesionales?

-Es cierto que se ve desde fuera de una forma y desde dentro, de otra. He tenido la suerte de llevar muchos años y vivir muchos vestuarios, en España, en el fútbol inglés, convivir con directivos, ejecutivos, en varios países. Y desde dentro ves, te das cuenta, de que es una gran mentira. El sentimiento es lo que duele. Lo de esta semana de la Selección me duele por los aficionados, no por los futbolistas.

-¿Es igual en todas partes, es tan universal? ¿El fútbol y la mentira?

-La seriedad organizativa en Inglaterra, y ahora también en la Bundesliga, es impresionante. Además, lo conjugan con el sentimentalismo. La lealtad por el club es asombrosa, viene de muy largo. Ahora está distorsionada por la llegada de capital extranjero, de Estados Unidos, de Kuwait, pero tienen una visión de club, al modo antiguo, que impresiona. Como los detalles con los fans. El campo del United está lleno siempre, así juegue Copa un martes con un tercera. En España, no se llena un Getafe-Osasuna. Cuando digo que el fútbol es mentira es porque creo que desde fuera parece maravilloso trabajar en un club pero cuando entras y ves lo que se mueve alrededor, acabas decepcionado. Dependes de cómo le caigas a un entrenador, de que entre un gol, de que un directivo piense que vas mal vestido... Ahora mismo no admitiría injerencias en mi trabajo. Para trabajar en un club pediría imposibles como tener control total. Eso es impensable ahora. Sólo hay que ver los roces, los egos, que un jugador se lleva a su médico, que otro futbolista viaja al extranjero a que le trate un especialista de no sé dónde... Y los sueldos del fisioterapeuta no son nada altos. En esos clubes, cuando he negociado con algunos directivos siempre les he dicho lo mismo: «Tienen la opción de tener un Ferrari con mecánicos de Ferrari o un Ferrari con mecánicos de una marca normal. Ustedes sabrán». No tiene sentido que inviertan cientos de millones en jugadores y los departamentos médicos dejen tanto que desear. Nunca me han gustado los funcionarios del fútbol. Hay que reciclarse y tener inquietudes. No conservar un puesto por el hecho de llevar 20 años en un club.

-¿Cómo ve al Cádiz, ahora que lleva casi dos décadas atascado en la Segunda B?

-Le pediría una reflexión a sus dirigentes, los que están ahora o los del futuro: plantearse si pueden hacer un club, tanto en lo futbolístico como en lo organizativo, con un alto porcentaje de gente de Cádiz. Me alegro de que Calderón haya renovado y espero que tenga suerte, continuidad, que le dé protagonismo a la cantera. El Cádiz subsistía con la cantera. Con la deuda que tiene y el caldo de cultivo de El Rosal, tiene que intentarlo. Cuando entrenábamos en la playa, salían muchos jugadores. Ahora tienen que salir. Hay que hacer una reflexión profunda sobre eso. Quizás la gente que viene a invertir quiere resultados a corto plazo y lo entiendo pero si algún día alguien quiere un proyecto ilusionante en el Cádiz, tiene que ser a través de la cantera. Todos los años sale una camada, algún jugador, de aquí pero se va al Madrid, al Sevilla... Suso fue al Liverpool sin debutar en el Cádiz cuando tenía 15 años.

-Tuvo la ocasión de vivir fuera de su ciudad más tiempo, de forma permanente, y no lo hizo, ¿por qué?

-Me gusta mucho mi profesión pero hay cosas más allá del trabajo. Tengo otros valores, en lo familiar, e intento buscar un equilibrio entre distintas cosas para intentar tener un conjunto en la vida.

-Al viajar tanto, sobre todo a Inglaterra en esos años, ¿cómo veía su ciudad, por comparación, al volver?

-Sería interesante darle un cambio de rumbo a esta ciudad. Quizás a toda España. Necesitamos un cambio progresivo, más que radical. Los de arriba tienen que ponerse las pilas. Hay manifestaciones, más allá de las ideologías, con las que mucha gente está de acuerdo. Dentro de Cádiz sucede lo mismo. Si no hay industria, habrá que buscar mecanismos para que podamos crecer. No podemos seguir con la idea de que vamos a salir sólo con los funcionarios y los pequeños comerciantes. Hace falta un cambio económico y social para que seamos referente en algunos sectores, como el turismo.

-¿Qué le dicen de Cádiz esos futbolistas que vienen a buscar sus servicios?

-Dicen que les parece una ciudad pequeña y preciosa pero que la ven muerta en el aspecto de comercio y hostelería, sobre todo los días entre semana.

-Tiene dos hijos, ¿teme que tengan que salir forzosamente de su ciudad para poder tener un buen futuro profesional?

-No lo temo. Si tienen que salir a buscar su futuro personal o profesional espero que lo hagan para crecer. A mí me hubiera gustado disfrutar de becas tipo Erasmus porque creo que fuera de tu entorno, de tu ciudad, evolucionas mucho.