Sociedad

MI PRIMER 'FERRO' Y GARCÍA MÁRQUEZ

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Acabo de recibir mi primer 'ferro'. Es el de mi primera novela, 'Un mundo entre faros' (Ediciones Éride) con la ilusión propia de todo escritor novel. El 'ferro' es el manuscrito maquetado que la editorial te envía para su publicación, con el fin de que le des el visto bueno. Se trata de un momento sagrado para cualquier escritor en donde, al menos para mí, se mezclan los sentimientos de ilusión con los de temor, y en el que te planteas, por primera vez, si tu obra va a ser tan buena como tú piensas.

Me imagino, salvando las diferencias, que esta misma sensación le invadiría a García Márquez, -que nos dejó hace poco-, cuando recibiera su primer 'ferro', en una época, además, en la que la máquina de escribir era el elemento más adelantado que tenía cualquier escritor. 'Cien Años de Soledad' me lo regaló un mexicano que casualmente conocí en mi época de estudiante. Era un tipo curioso, simpático, muy culto, de espíritu bohemio, cuya familia debería ser muy rica, y que tras graduarse en Harvard, decidió recorrerse Europa en una de aquellas clásicas furgonetas Volkswagen , antes de empezar a trabajar. Acabé invitándole a mi casa, en Cartagena, donde fui a pasar la Semana Santa. En agradecimiento, me regaló un libro, 'Cien Años de Soledad' de un tal García Márquez, hasta ese momento desconocido para mí. Me explicó que el libro estaba entonces prohibido en México- país que luego le acogió y en donde murió-, porque la masacre de Aracataca, recordada en su obra por José Arcadio Segundo, estaba en cierto modo inspirada en la matanza de estudiantes que se reunieron en la plaza de las Tres Culturas unos días antes del comienzo de los Juegos Olímpicos de México de 1968. Según mi amigo, iba a ser una de las obras maestras de este siglo, y García Márquez, uno de sus grandes escritores.

La novela me cautivó desde sus inicios, y prácticamente la devoré de un tirón, a pesar de no ser de fácil lectura. Su estilo era diferente a todo lo que había leído hasta entonces y sus personajes eran manejados magistralmente en el tiempo y en el espacio, dejándote seducir por todo un cúmulo de fantasías y despropósitos impregnados de poesía, no aptos para mentes cuadriculadas. Con el paso de muchos años me di cuenta de que aquel mexicano tenía razón y que el escritor era el único humano que podía reemplazar temporalmente a Dios, creando personajes y moviendo el tiempo a su conveniencia y fantasía para que aflorasen los sentimientos. Él hizo que perdiera el miedo a escribir mi primera novela y esta mañana tengo por fin entre mis manos mi primer 'ferro' .