Francisca Rondán vive desde hace más de 60 años en el número 4 de Paco Alba. :: ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Presas de los puntales

Francisca Rondán y Francisca Gil son sólo dos de las muchas vecinas que se encuentran viviendo en condiciones infrahumanas en el barrio de La Viña La infravivienda sigue siendo una asignatura pendiente en los planes de rehabilitación

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Lleva tanto tiempo viviendo entre puntales que ya casi ni repara en ellos. Francisca Rondán, Paca como la llaman cariñosamente, se mueve ligera por su casa a pesar de haber cumplido ya los 80. Mira hacia un lado y luego hacia el otro. «Esto no cambia, esto está igual por mucho que nos quejemos», reconoce. Los recuerdos campan a sus anchas por el número 4 de la calle Paco Alba. «Aquí me crié, me casé y tuve a mis hijos», cuenta, «también aquí enviudé y me quedé cuidando de mis padres». Por eso no quiere marcharse, pese a que las condiciones en las que se encuentra la finca son más que cuestionables. Los recuerdos ganan a los puntales. «Mira, ¿ves esa parte de ahí? La de la esquina. El otro día se desprendieron unos cascotes sobre el zapatero que tenemos colocado». Lo cuenta con la naturalidad que concede la cotidianidad a las cosas. «Lleva así mucho tiempo». Lo puntales ya ni molestan. «Otra cosa son las ratas y las cucarachas. Tengo que estar echando agua fuerte para que no vengan», añade. Francisca recorre los rincones de su casa por la que paga 80 euros al mes con cara de incomprensión. «Esto no es una cocina. Me las apaño pero no puedo llamar a esto cocina». «Lavo, limpio, guiso, todo lo hago yo», afirma, «pese a no tener ganas de nada porque viviendo aquí parezco que estoy en la cárcel». «Estoy agotada», asegura, «tengo la tensión fatal y muchos dolores por la artrosis pero como tengo tanto qué hacer ni me doy cuenta». Antes pagaba «32 euros al mes pero cambiaron de dueño y me subieron el alquiler pese a que no han hecho ninguna reforma en la finca. Están haciendo con nosotros lo que quieren», se queja.

Desde la barandilla del primer piso se asoma Francisca Gil. «Ella llegó cuando yo llevaba aquí doce años» cuenta Francisca Rendón. «Somos vecinas de toda la vida». Las dos Franciscas charlan, una desde el primer piso y otra desde el patio. Hace ocho años que Francisca Gil no baja por su propio pie a la calle. Los trece escalones de unos seis centímetros de alto cada uno se lo impiden. «Yo lo único que quiero es poder darme una ducha», de las de verdad, reconoce. «Me baño con los cubos y como puedo, pero me gustaría que me arreglasen el cuarto de baño y poder volver a darme una ducha, pero no quieren hacerlo». Lo de salir a la calle lo tiene más que superado. «Yo ya no quiero bajar», cuenta. «La vecina de arriba me va por los mandados cuando me hace falta y mi hija viene a verme también cuando puede». A sus 90 años, «91 hago el 15 de junio» precisa, se mueve con cierta agilidad. «Me operaron de la cadera hace cinco meses pero «yo no puedo estar con el andador». Sin muchas ganas de hablar, Francisca cuenta que no quiere irse, «esta es mi casa y aquí he vivido desde que me casé».

Mientras pasan los días, los cuatro vecinos del número 4 de Paco Alba esperan que llegue una rehabilitación que se retrasa en el tiempo. Fuentes municipales explicaron que han cumplido con sus competencias en relación a requerimientos de obras de seguridad y multas coercitivas, y achacan a la responsabilidad a la Junta de Andalucía puesto que en julio de 2009, el por entonces consejero de Obras Públicas, Juan Espada, anunció un convenio con propietarios para realizar actuaciones, entre las que se encontraba esta finca con una partida específica en 2010, 2011 y 2012. Pero, dos años después, la obra no se ha realizado y estos vecinos siguen viviendo entre puntales.