Oración en el Huerto, a su paso por las Puertas de Tierra, camino de la Catedral. :: FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

Jueves Santo en vela

El Nazareno y Medinaceli marcan una jornada de fervor en las calles, vaticinio de una larga 'Madrugá'

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Ese clavel rojo que alfombra su zancada, esa rosa que mitiga el dolor de la Madre, esa libra de cera comprada con el esfuerzo de simples devotos, esa lágrima que se desliza sin querer por una vecina anónima del barrio de Santa María que llevaba un año esperándolo. Podría pararse ayer el mundo que no por ello el barrio gitano iba a detener su compromiso con él, 'el Jesús'. No hace falta más añadidos, ni más nombre para referirse a él, aunque sus títulos y honores concedidos son muchos: el Señor de Santa María, el Regidor Perpetuo, el Señor de Cádiz o, simplemente, el Nazareno. Hablar de Jueves Santo es referirse a él, pero no era el único epicentro de fe y devoción de la jornada. También era la noche del Señor del Medinaceli y sus largas filas de penitencia o del fervor de un barrio, San Severiano, con su Señor de la Oración en el Huerto. O también del clasicismo y sobriedad de Afligidos, contrapunto de una jornada brillante.

Ya desde la mañana, Cádiz se despertó con ganas de Jueves Santo, jornada de visita a los Sagrarios en la que destacó la presencia de gaditanas ataviadas de mantilla, en un número más elevado que en años anteriores. La mañana fue también para las saetas, el fervor y la visita de la alcaldesa al Regidor Perpetuo. Aperitivo de la Pasión según Santa María que se viviría horas después. Altas temperaturas y mucho sol acompañaron a la jornada que precedía a la noche más larga, la 'Madrugá'. Cádiz estaba preparada para disfrutar de su día grande, aunque para ello tendrían que ponerse en la calle unos cortejos integrados por multitud de penitentes ávidos de demostrar su fervor a sus titulares.

Oración en el Huerto

Verde y blanco, burdeos y blanco se arremolinaban en la luminosa tarde del Jueves Santo. Eran el preludio perfecto para lo que se viene. El sol, aún bien alto, hacía brillar a la primera hermandad en la calle del Jueves Santo. Venía desde lejos, San Severiano era el inicio de su recorrido hasta la Catedral. Allí, centenares de gaditanos copaban las aceras, ávidos de procesiones en la calle. Las puertas de la capilla de la Oración en el Huerto se abrieron antes de lo previsto para dejar salir las filas de penitentes de una cofradía que se identifica con su barrio de San Severiano y Bahía Blanca. 'Resucitó' y 'Un quejío al cielo' sonaron en los instrumentos de la Agrupación Musical Polillas para el paso de misterio del Señor. Unas andas que este año estrenaban nueva fase en su intensa remodelación y enriquecimiento: cresterías de las capillas laterales y trasera, ocho paños de los respiraderos laterales y talla de columnas traseras, ejecutadas por el tallista puertorrealeño Manuel Castillo González. Todos estos estrenos iban festoneados con un exorno floral de claveles rojos. Francisco Álvarez comandaba a una cuadrilla que a la salida demostró movimientos muy resolutivos para encaminar al Señor de la Oración de camino a su estación de penitencia. El cortejo estuvo integrado por 200 penitentes, muchos de ellos en los tramos de la Virgen, que seguían a un misterio que se perdía enfilando sus pasos hacia la calle Acacias.

Pasaron pocos minutos para que el palio de la Señora de la Esperanza se pusiera en movimiento. Todo ello, bajo la atenta mirada del hermano mayor, Arturo López Pinto, y el director espiritual, Salvador Rivera. Exornada con rosas color champán, la Esperanza en su palio verde se reencontró con hermanos y devotos. Más de una lágrima emocionada daba buena cuenta de la intensidad del momento.

La Banda de Música Ciudad de La Línea interpretó para ella 'Pasan los campanilleros'. Los tradicionales acordes de esta marcha de 'bulla' junto al caminar de la cuadrilla de Fernando Reyna Zambrano despertaron los primeros aplausos de la tarde. Entre el verde, el blanco y el burdeos, la hermandad de Extramuros se perdía buscando las Puertas de Tierra. Allí devolvió bellas estampas a su paso bajo los arcos de las murallas. La cofradía estaba oficialmente en Intramuros y un poco más cerca de su primer alto en el camino: la Catedral. Aún le quedaban horas de recorrido, antes de regresar a su barrio.

Afligidos

Mientras esta estampa de barrio se vivía en San Severiano, en pleno de centro de Cádiz la imagen era bien distinta. En la calle Sagasta, Cádiz realizaba un viaje en el tiempo. Las puertas de San Lorenzo se abrían a la hora convenida (18.30 horas) para devolver todo un cuadro que bien podría haber sido pintado por Sorolla en sus cuadros para la Hispanic Society. Ver Afligidos en la calle siempre tiene ese poder de abstracción de imaginarse contemplando una procesión del finales del XIX o principios del XX en la calle. Y ayer no defraudó al que la contempló. Puso en la calle un cortejo cuidado y lleno de detalles. Fue el momento de contemplar la cartela de la hermandad portada por federicas; la bandera cruzada con el escudo primitivo de la hermandad (estreno de este año); atributos de la Pasión portadas por federicas; la bula pontificia: el cirio y la espada (símbolos de la defensa del Dogma de la Inmaculada Concepción) o las alegorías de la Fe, la Esperanza y la Caridad, entre otros símbolos.

Y un símbolo andante es el propio paso de los Afligidos. Las andas más antiguas de la Semana Santa gaditana (por detrás de la urna del Santo Entierro) completaron la estampa del clasicismo. La cuadrilla de José Julio Reyeros fue capaz de sortear sin problemas la compleja maniobra de salida en la que, por unos segundos, el paso parece quedar suspendido en el aire. El impresionante paso de misterio estaba ya en la calle, exornado por rosas, espinos y cardos la calle Sagasta se convertía en la calle de la Amargura para recrear el momento de los evangelios apócrifos en el que la Virgen se encuentra con su hijo Jesús Nazareno. Este año, el paso estrenaba las cantoneras de la Cruz del Señor. Para estos primeros instantes en la calle sonaron 'Afligidos' y 'Jesús de las Penas'. La Banda de Música Pedro Álvarez Hidalgo desgranaba sus sones mientras que la cuadrilla enfilaba sus pasos hacia Hospital de Mujeres. Se perdía en la tarde del Jueves Santo el destacado misterio, combinación de imaginería de primer nivel y rico patrimonio.

Nazareno

Un quejío que traspasaba el alma reverbera en los centenarios muros del convento de Santa María. Entre el público que se agolpaba en la iglesia, una espontánea rompe a realizar su oración cantada, una saeta devota ante la que sólo cabe el más profundo de los silencios. Es sólo para él, el 'Greñúo', al que el barrio visitaba en su casa, antes de comenzar su caminar por las calles de Cádiz. Como si de aquella noche del 22 de julio de 1681 se tratase, en la que la monja Isabel Garrido lo vio bajar de su camarín desde el conocido desde entonces como 'corito de Jesús' para pasear por la ciudad y detener la epidemia de peste que asolaba Cádiz. Hoy las monjas ya no están en el convento, realojadas en el monasterio de La Piedad esperan el momento de volver. Y mientras llega el barrio parece guardar con mimo a su gran devoción, a la que cuidan con cantos y flores. El mediodía de ayer fue la muestra condensada de un año de plegarias. Mucha emoción se vivió en la entrega del bastón de mando de la ciudad, momento en el que el grupo de jóvenes flamencos de Santa María -acompañados de violines, percusión y guitarras- dedicaron una composición de Naim Real. Posteriormente, vendría la poesía cantada realizada por Rosario Valentín y compuesta por su guitarrista y las saetas improvisadas. También el Niño del Mentidero hacía gala de su buen hacer con cantos a Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores. A la cita tampoco faltó la garganta de Carmen de la Jara, aunque la que sí faltó (o al menos físicamente) fue Mariana Cornejo. En la mente de muchos estaba su presencia y voz que, en años anteriores, cantó su fervor en una mañana como la de ayer.

Y eso era sólo el aperitivo de lo que se esperaba en la noche y madrugada. A las 20.00 horas las puertas de Santa María dejaron salir un largo cortejo de penitentes hasta llegar al paso del Señor. En dicho cortejo figuraba la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, que ya por la mañana entregó el bastón de mando al Señor. Pese a las estrecheces, sin problemas atravesaba el cancel de salida. Allí, todo un pueblo guardaba la espera de un año. Vivas, aplausos y muchas lágrimas servían como un abrazo cálido al Regidor Perpetuo en el día del amor fraterno para la Iglesia. Mientras, la Banda de Música Enrique Galán interpretaba la marcha 'Regidor Perpetuo' para comenzar la bajada de la cuesta de Jabonería. Una calle que desde primeras horas de la mañana ya mostraba una imagen plagada de sillas de playa y de casa para guardar la mejor fila desde la que contemplar al Señor de Cádiz.

Detrás marchaba la Virgen de los Dolores. Su mirada implorante se dirigía al cielo, luz de atardecer tamizada por un techo de palio restaurado que suponía el principal estreno de la hermandad en la calle. Tanto su palio, como el paso del Nazareno lucían un crespón negro en recuerdo del anterior director espiritual de la hermandad, fallecido en este año, el sacerdote Marcelino Martín. La hermandad de mayor devoción dejaba atrás su barrio, seguida por una larga fila de hermanos de penitencia. El Señor de Santa María se marchaba por unas horas y, con él, el sol postrero de la tarde se despedía, vaticinio de una 'Madrugá' que estaba por llegar.

Medinaceli

Y precisamente la llave de esa transición al Viernes Santo la tuvo Medinaceli. A la hora fijada, las 22.00 horas, la hermandad comenzó su discurrir desde la iglesia de Santa Cruz. La otra gran devoción de Cádiz y su bahía pisaba las calles, esta vez sin la incertidumbre del cielo. Lo hacía para presentar un cortejo nutrido, sobrio y cuajado de detalles cofrades. A los 180 hermanos que realizaron estación penitencia se sumaron más de 300 hermanos de penitencia tras el paso del Señor. Estrenos como el pasado del estandarte y el Senatus, se sumó el nuevo túnico para el Señor de Medinaceli, que sobre un monte de claveles rojos regalaba instantes cargados de devoción en Fray Félix.

Tras él, marchaba la Virgen de la Trinidad con un importante estreno: la incorporación de la imagen del San Juan al palio. El paso de la Señora ganó especialmente con este cambio estético, como se pudo contemplar en la calle. La hermandad estrenaba también recorrido por Gaspar del Pino, allí la hermandad tendría un detalle con la familia del hermano fundador de la corporación. Cádiz se colocaba a las puertas de la 'Madrugá'. De hecho, al cierre de esta edición el cortejo del Descendimiento se formaba ya en el interior de la iglesia de San Lorenzo.

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