ESPAÑA

Violadores de manual

Ni arrepentidos ni tratados y potenciales reincidentes es el patrón de los asesinos sexuales excarcelados

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José Franco de la Cruz, 'El Boca', salió de prisión en la Semana Santa de 2012 tras pasar 21 años entre rejas por la muerte de Ana María Jerez, una tarde de febrero de 1991 en Huelva. El depredador de menores lo tenía planeado y esperó que la niña de nueve años saliera de casa para visitar a su amiga Raquel, sobrina de 'El Boca', para raptarla, violarla y asesinarla con ensañamiento.

La excarcelación del esquivo preso del módulo de aislamiento de la cárcel sevillana de Morón generó bastante alarma social. Primero, porque «solo» había cumplido 21 de los 44 años de condena gracias a los beneficios penitenciarios -entonces el límite legal eran 30 de prisión efectiva- y segundo, porque daba el perfil del perfecto violador preso: ni se mostró arrepentido ni realizó terapias ni accedió al tratamiento porque nada ni nadie le obligaba a ello. Así, dejó pasar las horas durante dos décadas mientras su perturbada mente se agravaba.

«No me arrepiento de nada porque no he hecho nada y no he realizado terapia porque no soy un violador», dijo nada más pisar la calle. De Huelva viajó a Madrid y en la madrugada del 11 de julio de 2012 volvió a delinquir. Habían pasado poco más de tres meses y abusó sexualmente de una mujer en un centro de acogida tras amenazarle con una navaja. «Chupa, chupa, guarra», le dijo mientras le obligaba a realizarle una felación.

'El Boca' fue condenado a diez años de cárcel y se le impuso la libertad vigilada por ocho más. Es decir, cuando vuelva a salir estará controlado durante ese tiempo. Pero más allá de la pena, lo llamativo es que el acusado negó los hechos en el juicio y afirmó no tener necesidad de atacar a mujeres porque había mantenido relaciones tras quedar en libertad.

Para Blanca Estrella Ruiz Ungo, presidenta de la asociación Clara Campoamor, casos como el del 'Boca' son un espejo de lo que podría ocurrir con los violadores múltiples y asesinos beneficiados por la anulación de la doctrina Parot. «Son muy peligrosos, no se han arrepentido y se han negado a recibir tratamiento o acudir a talleres especializados», asegura esta activista, que lleva 22 años defendiendo a las mujeres y menores víctimas de malos tratos y agresiones sexuales en todo el país.

«Son potenciales reincidentes que han vivido años aislados. Muchos entraron como agresores sexuales o violadores y en la cárcel se convirtieron en salvajes asesinos que actuaron en su primer permiso», recuerda en referencia a Juan Manuel Valentín Tejero, «el monstruo» que violó y mató a la niña Olga Sangrador en 1992 cuando cumplía condena por cuatro abusos sexuales.

Castración química

Camuflado en su barba cana y pelo largo, con gorras y gafas oscuras, Tejero abandonó la cárcel de Herrera de la Mancha el pasado miércoles. Nadie le esperaba. De puertas para adentro queda la intrahistoria de sus 21 años en el talego. «Es muy frío emocionalmente y su personalidad es psicopática. Sabe lo que hace pero no le duele hacerlo», relata una psicóloga penitenciaria que prefiere el anonimato.

Mientras el asesino de Olga Sangrador realizaba tareas de limpieza y labores organizativas, en el mismo penal de Ciudad Real Pablo García Ribado cultivaba su cuerpo en el gimnasio. También beneficiado por la sentencia de Estrasburgo, el conocido como 'violador del portal' es «más agresivo, violento y malvado» que su compañero. En sus 17 años en prisión no se sometió a ningún tratamiento, aunque algunos dudan que de haberlo hecho hubiera sido eficaz.

En vía de exploración está el caso de Alejandro Martínez Singul. En libertad condicional desde el pasado julio, el conocido como el 'segundo violador del Eixample' se benefició de las leyes penitenciarias tras someterse voluntariamente a la castración química. Condenado a 65 años en 1993 por diez violaciones de menores, reincidió tras quedar libre en 2007 y de nuevo en prisión siguió un tratamiento intensivo de fármacos.

Tomó pastillas de acetato de ciproterona, un agente efectivo contra las parafilias y que disminuye los impulsos y la excitación sexual. Un ejemplo es el caso de Sebastián P., un reo de Palma que recibió acetato y que antes podía masturbarse cinco veces al día y ahora una o dos, comenta una fuente de Prisiones.

No obstante, uno de los pocos estudios que hay sobre la reincidencia de condenados por delitos sexuales desmitifica su incidencia real. La conclusión es que solo el 5,8% vuelve a las andadas, según el Departamento de Justicia de la Generalitat. Para ello han analizado el comportamiento durante siete años de 315 delincuentes sexuales liberados entre 1998 y 2003 en Cataluña. Es decir, recaen unos 16.

Una vez excarcelados, los factores de riesgo son el aislamiento social, la insatisfacción, los estados depresivos, el contacto con víctimas potenciales, el consumo de drogas o los pensamientos que justifiquen el delito.