Berlusconi saluda a los seguidores que se concentraron frente a su casa en Roma para arroparle, entre ellos su pareja, Francesa Pascale. :: EFE
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Berlusconi cae por el efecto de Grillo

La batalla del cómico por limpiar el Parlamento logra implantar principios jamás coseguidos de otro modo en Italia

ROMA. Actualizado: Guardar
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La expulsión de Silvio Berlusconi del Parlamento, que fuera de Italia parece algo elemental, es en realidad un resultado tortuoso que tiene poco de natural. Cuando el miércoles el presidente del Senado anunció que el exprimer ministro se quedaba sin escaño se hizo un silencio sepulcral. Como si fuera un trauma para el propio Parlamento. Así es, porque las Cámaras italianas han sido siempre refugio seguro de delincuentes y rarísimamente han aceptado siquiera el arresto de uno de sus miembros. En eso se han apoyado unos a otros. Por eso Berlusconi quería que el voto fuera secreto y quién sabe cuál hubiera sido entonces el resultado. Bien mirado, su expulsión es una carambola forzada por dos factores ajenos a la política: Beppe Grillo y los tribunales. Y un tercero, un error de cálculo de 'Il Cavaliere'.

Jamás se habría llegado esto sin el auge del movimiento de protesta de Grillo, que ha asustado a los partidos y les ha obligado a asumir alguna de sus banderas para intentar frenarlo. Una de las más vistosas era la negación del escaño a los condenados en firme, un tema siempre ajeno a la agenda de los partidos, más que nada porque les habría vaciado varias filas del Parlamento. En diciembre de 2012, cuando por fin se aprobó la ley Severino que ha prohibido el escaño a quien tenga una condena firme de más de dos años, y que ha llevado a expulsar a Berlusconi, había 108 parlamentarios sentenciados o bajo investigación.

Desde hace casi una década Grillo, en sus espectáculos y en su blog, denunciaba esta situación, como otros escándalos. Y era el único. Por algo su blog es uno de los diez más visitados del mundo. En 2007 habló precisamente de esto ante el Parlamento europeo y organizó con esa consigna el primer 'Vaffanculo Day'. Literalmente, 'el día de iros todos a tomar por culo', que reunió a miles de personas en toda Italia para mandar a los políticos a ese lugar. Recogió 300.000 firmas para aprobar una ley al respecto. Pasado mañana celebrará su tercer 'V Day'.

Cuando cayó el Gobierno de Berlusconi en noviembre de 2011, el Ejecutivo técnico de Mario Monti nació con la misión de salvar la emergencia económica, pero también de emprender reformas de limpieza que respondieran al malestar de la calle. Sobre todo para atajar la subida de Grillo en los sondeos. No hicieron gran cosa, pero al menos aprobaron casi el último día, antes de las elecciones de febrero de 2013, la ley Severino. Con la campaña en ciernes, era un tema en el guión de todos los partidos. Incluso el propio Berlusconi hizo limpieza en sus listas de 'impresentables', la gentuza con antecedentes o implicada en graves investigaciones que siempre le ha rodeado. Era tarde, porque Grillo fue la revelación de los comicios y se convirtió en el primer partido. Ahí siguen sus chicos, y son los únicos que han dicho que es una vergüenza que Berlusconi ahora se vaya con una liquidación de 180.000 euros y una pensión de 8.000 al mes. Los demás se encogen de hombros.

Cavar su tumba

El líder de la derecha no podía imaginar que había cavado su tumba al apoyar la ley Severino. Fue su gran error. Sus abogados daban por hecho que el 'caso Mediaset' por fraude fiscal que llegaba al Supremo en verano para la sentencia definitiva iba a quedar prescrito, porque estaba a punto de caramelo. Ya se ha librado así seis veces de una condena, y en breve serán siete con el 'caso Unipol'. Pero esta vez un magistrado escrupuloso asignó el caso a un tribunal especial que durante las vacaciones resuelve con prioridad los procesos que corren el riesgo de prescribir. De ese modo el Supremo confirmó su condena a cuatro años.

También ha puesto su granito de arena Mario Monti, que es nuevo a su manera. Su empeño por la higiene democrática parecía sincero, aunque no le dejaron hacer mucho en el Gobierno. Su partido de centro también ha votado por echar a Berlusconi. La vieja formación democristiana de Casini que ha absorbido, y que de hecho ahora ha roto con él, nunca lo habría hecho.