gastronomía

Benalup en cinco ventas

Los alrededores de esta población están salpicados de versiones auténticas de estos restaurantes de carretera La chacina y los guisos típicos son los reyes de su gastronomía

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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No esperen encontrarse ningún crujiente, el único, el de la corteza de los panes de telera que te ponen cucurruito para desayunar. El viaje empieza en Las Lagunetas, un paisaje casi de película situado en una carretera comarcal que te lleva desde la autovía de Los Barrios hasta Benalup. La primera parada es en el kilómetro 10 de la carretera. Allí se encuentra Las Grullas Viejas, un establecimiento situado a la entrada de la localidad, donde te pueden poner para acompañar el mollete hasta tortillas a la francesa rellenas. No faltan en el plato queso fresco, embutido de jamón cocido y todo tipo de mantecas, además de un estupendo aceite de los que pican un poquito que traen desde Córdoba. Y todo por dos euros, vaso de café con leche incluido. No se quedan atrás en el Cortijo Los Monteros, otra venta situada antes de llegar a Benalup. Allí gastan el pan de telera de la Venta El Soldao, también de la misma familia. La sorpresa viene porque al lado del café te sitúan un peaso de plato con la pringá de la berza para que te sirvas a discrección y adornes la rebaná con joyas como el tocino, el chorizo o la morcilla.

Productos de la Sierra

Volvemos a la primera parada. La Venta Correro te saluda con una especie de casa de montaña. Por un momento te crees que estás en un país escandinavo, pero las dudas se acaban pronto, en cuanto ves a la entrada un cartel que dice 'productos de la Sierra'. Efectivamente estos se aparecen en la barra, como mandan los cánones de las ventas de carretera. Las teleras de pan cateto forman montaña a los pies de una imagen de la Virgen. En frente, en un expositor desvencijado hay expuestas en 'besadelicias' unos buenos salchichones y alguna butifarra. Huele a guiso de venao en salsa, una provocación.

En el salón interior, unas estanterias contienen desde lebrillos con 'útiles del potaje' como habichuelas o garbanzos a granel, sillas de enea o hasta una pajarera hecha por manos artesanas. En la barra, por no faltar, no falta ni la pareja de la Guardia Civil que da buena cuenta de una de filetitos en salsa. Mojan pan, España está tranquila. En las paredes, cabezas de venados y un letrero que acredita que la venta se fundó en 1958. La pusieron en pie Diego Correro y Beatriz Toledo. Hoy el testigo lo ha recogido su hijo Alfonso y su nuera Esperanza Quijano.

De cuchara

A pocos metros, la segunda parada. La arquitectura no es tan espectacular y el saludo es una tienda de frutas donde se exhiben calabazas con las que hubiera soñado Chicho Ibáñez Serrador. Detrás unos sacos de papas y unos grandes boniatos, que es el tiempo. La barra de la Venta Estudillo, aunque todavía no es hora oficial de tapeo, registra ya una buena entrada. Reina la carne en salsa 'panidada' con sus rebanás de pan de la zona y papas fritas.

Enrique Estudillo y Juana Guerrero, un matrimonio de esos entrañables que superan ya la sesentena, ya han inaugurado la temporada de cocido. Así se conoce por la zona una berza de tagarninas de esas de aromas de tarde 'lluviendo'. Enrique y Juana traen un ejemplar para la foto. Suelta humo, como si fuera el botafumeiro de la Catedral de Santiago, pero no huele a incienso, huele a plato hondo. En la venta Estudillo, fundada por el padre de Enrique en 1955, se come también venado y pollo de campo con arroz.

La ruta de las ventas continúa ya 'al otro lado' en las pedanías de San José del Malcocinado y Los Badalejos. Oficialmente pertenecen a Medina, pero están más cerca de Benalup. Quizás el más singular de estos sitios sea el más joven en el tiempo, la venta El Casarón. Por fuera es una casa antigua cubierta con cañas. Dentro, una chimenea y unos manteles de hule de vivos colores hacen entrañable la estancia, pero ya Pedro Cepero, uno de los propietarios, termina de encandilar del todo a los clientes. De lo de comer se encarga Enrique Torres, ingeniero. Hay que probar su empanada de masa fina y relleno generoso. Su última creación es la de chipirones, aunque la más famosa es la de sardinas. El rey de la casa son los huevos fritos con papas, huevos salvajes, los llaman en el establecimiento. Se sirven por 'colleras', de dos en dos. Huevos de campo, más que yema, lo que tienen es una crema.

Los monumentos continúan en la Venta El Soldao, un nombre ya mítico en el manual de ventas de carretera de la provincia de Cádiz. El guiso de arroz de Teresa Montero enamoró incluso al premio Nobel Gacía Márquez. Recibió la medalla al trabajo y todavía, a pesar de sus más de 80 años, sigue dándose su vueltecita por el establecimiento. Lo de 'El Soldao' viene por su marido. Una terraza con sillas de madera te dan aviso ya de lo que hay. Dentro, una barra pequeña, alta, con solera, como las bodegas de Jerez. Del techo cuelgan las chacinas y en un expositor de cristal se exponen las mantecas de la casa, prodigios en colorao o en blanco para embellecer las teleras que hace la familia y que ya se exportan incluso hasta el mercado central de Cádiz. Sería la foto perfecta para la venta típica de Cádiz.