Alberto Campo Baeza, en una imagen reciente. :: LA VOZ
Sociedad

«Todo arquitecto puede y debe lograr que sus edificios canten»

El creador gaditano participa hoy en el ciclo de la Fundación Ory 'Arquitectura y Poesía' junto a Tomás Carranza Alberto Campo Baeza Arquitecto

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946, aunque criado en Cádiz) cita a María Zambrano o Paul Valéry para hablar de las relaciones entre la poesía y la arquitectura. Para mostrarla, basta con observar la claridad y sensibilidad de sus creaciones. Hoy, el último premio Arnold W. Brunner participa en el ciclo de la Fundación Carlos Edmundo de Ory. Le acompaña en el coloquio que lleva por título 'Manifestaciones de la belleza' el también arquitecto Tomás Carranza.

-Va a participar en un ciclo sobre 'Poesía y arquitectura', ¿qué relación guardan estas dos artes?

-María Zambrano decía que la poesía era «la palabra acordada con el número» y expresaba así muy bien la precisión que es propia del hacer poético. Pues esa misma precisión es la que yo querría para la arquitectura. Para lograr, como con la poesía, que el tiempo se detenga. La precisión que hace que las mismas palabras puestas de una forma no digan nada, y puestas de otra nos hagan llorar, es la precisión que tiene la arquitectura que merece la pena.

-¿Y en sus creaciones? ¿En qué medida se podría decir que la lírica forma parte de sus trabajos arquitectónicos?

-¿Cómo podría la poesía no formar parte de la creación arquitectónica? Un arquitecto no puede ser inculto. Y la cultura, la sabiduría, no está reservada a unos pocos. Yo les repito a mis alumnos que la mejor arquitectura no está reservada a sólo unos pocos creadores geniales. La arquitectura requiere un esfuerzo a veces titánico, pero es alcanzable. Paul Valéry en su 'Eupalinos' le hacía decir a Sócrates: «¿No has observado, al pasearte por esta ciudad, que entre los edificios que la componen, algunos son mudos, los otros hablan y otros en fin, los más raros, cantan?» Pues esa lírica, ese que sus edificios 'canten' es lo que todo arquitecto puede y debe conseguir.

-«La suspensión del tiempo es lo que yo quiero para mis obras», ha declarado. ¿Es quizá el sentido de perdurabilidad lo que une su creación a uno de los sentidos de la poesía?

-La capacidad de resistir al tiempo y permanecer en la memoria de los hombres es lo que hace que merezca la pena esta hermosísima labor creadora que es la arquitectura, para mí la más hermosa. Lo explica muy bien Stefan Zweig cuando habla de la capacidad de la obra creada de trascender a quien la crea.

-Funcionalidad y belleza. Dos cualidades del arte poético y de cualquier género literario. En arquitectura, ¿con qué se queda?

-Ambas son necesarias. Lo enunciaba Vitrubio cuando reclamaba para la arquitectura el cumplimiento de las tres condiciones: 'Utilitas, Firmitas y Venustas', función, solidez y belleza.

-Defiende la luz como un material importante en todas las artes, en el caso de la arquitectura se antoja notable pero, ¿y en el resto de artes?

-De una u otra manera la luz está en el centro de todas las artes. Velázquez o Rembrandt, los dos grandes maestros de la Pintura, lo sabían muy bien. Y la música de Bach es luminosa. En arquitectura la luz, con la gravedad, es tema principal. Una obra de arquitectura debe resonar cuando es atravesada por la luz como lo hace un instrumento musical cuando es atravesado por el aire. Si la música es aire, la arquitectura es Luz.

-Igualmente, destaca una vuelta de tuerca a la máxima de menos es más, usted cree en el más con menos. ¿Cree que hoy día esa es la tendencia o todo lo contrario?

-Es curioso lo bien que convienen al tiempo presente estos principios. El menos es más o el más con menos no hacen más que hablar de sobriedad, de frugalidad, de esencialidad. Condiciones siempre exigibles y más en estos tiempos de crisis. 'Omit needless words', omitir las palabras innecesarias, aconsejaban Strunk y E.B. White en su conocido libro de lengua.

-Hace unos meses nos hicimos eco de que había sido galardonado con el premio Arnold W. Brunner. ¿Qué ha supuesto para usted este nuevo reconocimiento?

-Este premio habla de la generosidad de los arquitectos norteamericanos conmigo. Siempre digo que los premios son más el resultado de la generosidad de los que los dan que mérito de los que los reciben. Claro que el que el jurado estuviera formado por personalidades como Richard Meier o Kevin Roche o Kenneth Frampton, le hacen a uno todavía más feliz. Y para colmo, el día de la entrega del premio en Nueva York, tenía a mi lado a Merryl Streep que estuvo especialmente cariñosa. Todo un derroche inmerecido.

-¿Se imagina ganando el Pritzker?

-Prefiero imaginarme, porque es mucho mejor, el cariño de los amigos.

Su obra en Cádiz

-Nos vamos a Cádiz, ¿qué le parecen las últimas intervenciones arquitectónicas desarrolladas en la ciudad, como por ejemplo el Parador?

-Me he propuesto más que nunca, no hablar mal de nadie. Cuando era pequeño, vivía en el Campo de las Balas que estaba ahí mismo. Jugábamos alrededor del Hotel Atlántico, que era maravilloso y que nunca debió derribarse. Prefiero hablar de las intervenciones nuevas que merecen la pena, como el Náutico de José Luis Bezos, o las viviendas de la Avenida de Tomás Carranza y Javier Montero, o de las viviendas tras la Catedral de Pepe Morales, o de tantas otras obras nuevas y buenas.

-¿Está satisfecho con el funcionamiento del mirador Entrecatedrales?

-Me alegra enormemente ver cómo mi ciudad lo ha hecho suyo. Hasta los novios van a sacarse allí las fotos de boda. Este verano he disfrutado mucho sentado en el suelo, tan lleno estaba, viendo allí un maravilloso espectáculo de danza, con el mar al fondo. Albert Quesada, un bailarín excepcional interpretando las variaciones Goldberg de Bach de Glenn Gould. Fue como un sueño.

-¿Cuáles son sus próximos proyectos?

-Terminar la casa de travertino en Zahara, en la playa de los Alemanes, y empezar una torre altísima y blanquísima en Dubai.