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El 'pequeño Irán' de Estambul blinda a Erdogan

El barrio de Fatih, el gran feudo de los seguidores del primer ministro, resiste el envite de los 'indignados' turcos

ESTAMBUL. Actualizado: Guardar
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Los gritos de Taksim no llegan a Fatih, aunque ambos lugares están separados por apenas unos minutos en taxi. En las proximidades de la mezquita de Fatih, primer templo otomano de relevancia la ciudad, según las guías de viaje, Mariam Tembel vende túnicas negras al estilo de los chadores iraníes. Lleva diez años al frente de la tienda 'Tekbir' y asegura que «el negocio va mejor que nunca y todo gracias a este Gobierno que ha traído el bienestar a Turquía». Sus túnicas, todas negras e importadas de China y Dubai, van de las 180 liras (71,50 euros al cambio) a las 300 (119 euros) y sabe que «es una ropa que no se ve en Taksim o el parque Gezi, pero no importa». «No soportamos a esa gente y ellos tampoco a nosotros, el problema es que son minoría y deben acatar las reglas del juego democrático», piensa Mariam, votante orgullosa del Partido Justicia y el Desarrollo (AKP) y de un primer ministro que «ha recuperado los valores del imperio Otomano».

En las calles de Fatih las carnicerías anuncian que sus productos son Halal (alimentos aceptados según la sharia, código de ley islámico) y que trabajan siguiendo todas las normas islámicas. La gente no oculta su inclinación por el partido en el poder y tiene ganas de hablar con la prensa extranjera para mostrar «la imagen de la Turquía real, lo que hay en Taksim solo es una parte muy minoritaria de esta sociedad», opina Ramazan Caçlar, licenciado en Ciencias Internacionales y natural del barrio. Todo lo contrario que los portavoces del AKP -cuyo cuartel general está en el vecino Beyoglu, totalmente tomado por la Policía para prevenir un posible asalto por parte de los manifestantes- que lamentan estar «extremadamente ocupados para atender a la prensa».

Responsables municipales de Fatih como Mahmoud Fidan critican al AKP por «moderado» y lamentan que en Turquía no sea posible la creación de un partido «auténticamente islamista que se rija por la sharia». Fidan, que advierte que Ataturk, padre de la Turquía moderna y laica «no es tan querido en esta zona», ve a los manifestantes como «gente de clase media y alta, alejada de la religión. Forman parte de la élite que ha dirigido el país desde la creación de la república, pero esto se ha acabado con Erdogan. Ahora los turcos de Anatolia, los turcos de las zonas rurales también tienen voz y voto». Desde su posición de encargado de velar por los intereses de su comunidad niega que, tal y como bromean en el resto de la ciudad, Fatih sea una especie de 'pequeño Irán' por su extremado conservadurismo. «Más bien se trata de una Turquía en miniatura, aquí llegan muchos emigrantes de Anatolia y encuentran cobijo para empezar una nueva vida en la ciudad. Fatih es más representativo de Turquía que Taksim», sentencia Fidan.

Situación económica

Selcuk Gorkan sigue con atención las palabras de Mahmoud Fidan. Farmacéutico de 28 años, acepta «la protestas pacífica de los primeros días, pero nunca el vandalismo que vino después». Su opinión es la difundida por los medios más próximos al Gobierno que criminalizan la protesta y defiende que «la Policía no usa la violencia de forma gratuita como denuncian los manifestantes, se limitan a responder en caso de agresión». Todo lo contrario a los informes de organismos como Amnistía Internacional, que califican la reacción de las fuerzas de seguridad de «brutal y vergonzosa». Estambul lleva casi una semana de tregua, pero en Ankara se volvieron a producir choques en la noche del domingo y trece personas continúan detenidas, entre ellas un ciudadano iraní, según la agencia de noticias oficial, Anatolia.

«Acusan a Erdogan de islamista, pero no se dan cuenta de que las reformas que propone son por su bien», confiesa Esat Erel, vendedor de café de 43 años, que defiende la entrada de una nueva normativa que regule la venta de tabaco y alcohol porque «¡esto hará mejores a los jóvenes!». Como el resto de comerciantes consultados en esta parte de la ciudad hace hincapié en la buena situación económica del país y acusa a «las empresas del sector del alcohol» de alentar las movilizaciones contra el primer ministro.

Pese a las casi dos semanas de protestas, los cuatro muertos y cientos de heridos Mustafá Oz, votante del AKP de 62 años, ve a Erdogan «más fuerte que nunca. Ahora Turquía es un paraíso y el AKP es el que ha asentado las bases de este paraíso, ¿qué más quieren?», se pregunta desde la avenida Fatih, un mundo radicalmente opuesto al que se vive en Taksim.