Sociedad

El teatro de la ilusión o el Museo del Títere

Hoy se inaugura la casa iberoamericana del títere de las Puertas de Tierra con la exposición de la colección de Ismael Peña

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Los títeres de Ismael, cada uno de un padre y una madre, de un país, una religión, una cultura, dan una lección, aún siendo inanimados, de humanismo. Desde hoy conviven en el Museo de las Puertas de Tierra, en su casa, «en buenas manos». Encantados de estar juntos, revueltos, en perfecta unión y armonía. Se han puesto guapos para llenar de vida, aun no teniendo corazón, un nuevo hogar. El cantante Ismael Peña los ha ido adoptado durante medio siglo. Buscándolos en cada viaje, en cada nuevo rumbo, y encontrándolos en los lugares más insospechados. Hasta en la basura, desahuciada en un contenedor, se encontró el segoviano una marioneta que le brindó, a pesar de su ruinoso aspecto, una «tremenda alegría».

El coleccionista ya no podía hacerse cargo de su inmensa familia de muñecos y hace cinco años decidió vendérsela al Ayuntamiento de Cádiz, una ciudad con una larga tradición de títeres y que ya ha construido dos edificios para que duerman y vivan estas marionetas. Uno de ellos, el Museo Iberoamericano del Títere se abre hoy por fin con la exposición permanente 'Títeres del mundo' que recoge buena parte de la colección adquirida a Ismael Peña. Organizados en la planta superior del museo de las antiguas bóvedas de Santa Elena, los títeres 'extranjeros' esperan a sus vecinos, los de La Tía Norica, que ocuparán próximamente la planta inferior del edificio. Allí también se podrá ver y consultar la otra parte de la colección que atesoraba Ismael Peña, la documental, cifrada en más de 2.000 papeles. Un perfecto método para el aprendizaje de un arte, quizá, tan antiguo como la civilización. Y tan ilustrativo de los vaivenes de la sociedad, de las bondades y miserias de los hombres.

La exposición incluye un conjunto de piezas que proceden de lugares tan remotos como la Isla de Java, Ghana, Turquía, Tailanda, México y Rusia. Cada país tiene sus marionetas, con carácter y forma distinta y diferente es también las técnicas de manipulación que utilizaron sus creadores. Existen marionetas de dedo, de guante, de hilo, de varilla, marotes, sombras transparentes y opacas. Rescatadas de anticuarios, ferias o cedidas por particulares. Una historia para cada uno. Los hay muy viejitos aunque luzcan como niños, tal es el caso de la colección de títeres austriacos de mediados del siglo XIX, tallados en madera. Se encuentran en la colección, otros inquilinos históricos, como los que conforman el grupo escultórico de Manuel Meroño perteneciente al 'Retablo de Maese Pedro' estrenado en Nueva York en 1963 bajo diseño de Jaime Luque. Habitan también la planta alta del museo, piezas de constructores ilustres, como el bailarín negro y la Cíngara -con un extraño y curioso parecido con Lola Flores-, obras realizadas a mediados del siglo pasado por el ruso Sergei Obraztsov. En este paseo por el globo terráqueo, se puede contemplar a los primitivos títeres africanos, o otros movidos por hilos de Tailandia o Birmania. En uno de los primeros, creados bajo la técnica del translúcido, se para Ismael Peña, que hoy después de estar ayer supervisando el montaje de la muestra y explicándole a los medios los detalles de su colección, estará en el estreno, fijado para las 20.30 horas. Explica que esta pieza, hecha de piel de animal, era contemplada de un lado u otro según el sexo del observador. «Como en todo teatro, hay personajes buenos y malos. En estos casos, la maldad se medía por el tamaño de la nariz», comenta.

Destacan además, una espléndida colección de guantes de la posguerra y algunas piezas famosas por sus apariciones televisivas, como doña Croqueta o un polichinelo que escondía en su cremallera un cuantioso botín en un conocidísimo concurso. Hay tipos castizos como el valenciano y la valenciana, además de la jotera de Meroño, y otros títeres que durante muchos años estuvieron animando las tardes de El Retiro de Madrid, tal es el caso de las piezas procedentes del marionetista Porras, como su Pinocho o una Reina mala. Otras vienen de Épinal, Francia, y cobran vida de una manera tan sencilla como infantil: se tira de la cuerda y mueven sus brazos y piernas. Los títeres alemanes se caracterizan porque les cuelgan las piernas... Así, una y cien anécdotas, y vidas, aunque no tengan corazón. Poseen alma, la de quienes desempolvaron estos muñecos y dieron la mano para que cobraran actividad. O como la de aquel marionetista que vistió con harapos a una presa que otea al visitante desde el techo de una de las bóvedas, en el mismo lugar en el que Ismael ha dejado una muestra de su propia creación, unas sombras que siguen la tradición griega. Bienvenidos todos a vuestra nueva y definitiva casa.