Una mujer porta una pancarta a favor de la educación pública en una de las recientes protestas en Madrid. :: PEDRO ARMESTRE / AFP
Sociedad

Wert se sale con la suya

El ministro de Educación saca adelante la Lomce pese a las numerosas protestas en la calle y el ruedo político

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«Soy como un toro bravo. Me crezco en el castigo». Cuando José Ignacio Wert hizo esa afirmación el año pasado pocos pensaban, ni siquiera sus más férreos opositores, hasta qué punto era cierta su aseveración. Más vale que se lo hubieran tomado en serio. Y es que aunque el ministro de Educación ha recibido multitud de críticas y soportado todo tipo de protestas, en ningún momento ha dado síntomas de flaquear.

Wert es el miembro del Gobierno peor valorado por los españoles según el CIS. Ha sufrido más de una decena de huelgas -entre profesores, estudiantes y padres-. Miles de personas han salido a la calle para protestar contra la reforma educativa. Ningún partido de la oposición le apoya y algunas comunidades autónomas como Cataluña casi le han declarado persona 'non grata'. Este más que tenso escenario habría 'quemado' a otro ministro. Sin embargo, Wert no solo parece cómodo, sino que ha sacado adelante la Lomce reafirmando sus posiciones para desesperación de sus críticos. Pese a las dudas de última hora por el aplazamiento de la aprobación de la Lomce la semana pasada, Wert se ha salido con la suya.

«El ministro de Educación tiene encomendada una de las misiones más importante de este Gobierno. Y no es fácil. Pero hay que hacerlo». Así de clara se pronunció la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, hace unos días consciente del tortuoso camino para aprobar la séptima reforma educativa de la democracia y de la presión que soporta el ministro. Pero Wert está a punto de cumplir la misión encomendada con éxito. A falta del trámite parlamentario, la Lomce ya está encarrilada. Es cierto que el coste para la imagen del ministro es elevada, pero eso no parece preocuparle.

A pesar de las numerosas movilizaciones y protestas Wert sigue presumiendo de talante. «Es la reforma educativa más dialogada. Y seguimos abiertos a llegar a acuerdos», insistió ayer tras el Consejo de Ministros. Y reuniones ha tenido muchas durante un año y medio. Otra cosa son los resultados de esas reuniones. Y es que solo ha contado con el apoyo -y no siempre entusiasta- de sus propias filas. Pero no es de extrañar. Desde la presentación del primer borrador de la reforma hasta su aprobación ayer por el Gobierno se han producido algunos cambios. Pero ninguno en los «pilares fundamentales» de la reforma, y de producirse han sido para profundizar en ellos.

Esa columna vertebral se ha mantenido en el tiempo. Desde un principio se implantó el sistema de evaluaciones externas, «clasistas» para la oposición y «estimulantes» para Educación. El adelanto de itinerarios en 4º ESO fue tachado de «segregador» por los sindicatos y clave para subsanar el abandono escolar, según el Gobieno. Incluso se atrevió con temás tabúes como el contenido de los temarios de asignaturas tan sensibles como Historia o Geografíaque a partir de ahora fijará en su totalidad el Estado.

Pero donde Wert ha mostrado toda su 'bravura' ha sido en la defensa del castellano en las aulas. Pese a las críticas casi unánimes de todos los partidos catalanes -salvo PPC y Ciutadans- y las dudas del Consejo de Estado, el ministro ha insistido hasta el final en su decisión de dar una salida a las familias que soliciten estudiar en castellano.

Más receptivo se ha mostrado Wert a las peticiones de otros colectivos como la Iglesia. El espaldarazo de la asignatura de Religión incluido 'in extremis' en la Lomce es el último ejemplo de la capacidad de Wert para seguir sorprendiendo a sus adversarios.