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El misterio es nuestro

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Pongamos que este planeta con el que giramos a 1.700 kilómetros por hora no es más que un gránulo que flota en el líquido de una célula más grande, que es el universo. Y también que los átomos que consideran nuestros científicos como la unidad de materia más pequeña de un elemento químico que mantiene su identidad, no sean los más pequeños. Pongamos que hay niveles más chicos y más grandes que no vemos justamente por ser tan chicos o tan grandes. Que las estrellas de millares de galaxias son mecanismos productores de energía, como mitocondrias que arden en suspensión más allá del Sistema Solar. Y que los agujeros negros actúan como limpiadores de los desechos de ese pequeño sistema.

Imaginen que todo el universo no sea más que la unidad insignificante de otro ser enorme de otro universo, y que el Big Bang que todo lo trajo no signifique más que el nacimiento de dicha parte, el comienzo de una vida que terminará algún día y a la que consideramos eterna e infinita por una simple cuestión de escala. Pudiera ser que toda la materia, la antimateria, la basura espacial, las supernovas, las montañas, los caracoles, las barras de los bares, las colas de los gatos, los esprays de laca y el suelo que pisamos, todo lo que han visto nuestros ojos y lo que ha imaginado detrás de aquellos horizontes, todo eso en su conjunto, digo, no sea más que una brizna nanoscópica del pelo de una joven que en este mismo instante danza descalza sobre la hierba de otros mundos que envuelven a este. Pongamos que somos solamente la parte de una gran cadena de la que se pierden el comienzo y el final, tan alejados de las unidades de la métrica que ya no importan a nadie.

La mente ociosa es capaz de imaginarlo todo, de explicarlo todo salvo por qué es estéril la aguja de un condenado a muerte. O con qué octavo sentido percibimos los giros pausados con los que el aire acaricia las esquinas de la primavera. O cómo es posible que haya tantas casas vacías y a la vez tantas gentes sin casa. Tal vez el mayor misterio habite dentro de nosotros mismos.