Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, saluda a Juan Pablo II durante un viaje a México. :: TONY GENTILE / REUTERS
Sociedad

Movimientos con el freno echado

El nuevo Papa se apoyará en los jesuitas en detrimento del Opus y corrientes como Comunión y Liberación y los 'kikos'

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Uno de los primeros mensajes de apoyo al Papa Francisco de los miles que llegaron al Palacio Apostólico del Vaticano, nada más conocerse la elección de Jorge Mario Bergoglio, llevaba la firma de Javier Echevarría. El prelado del Opus Dei manifestaba su «incondicional reverencia y obediencia» al nuevo Pontífice y expresaba su «completa adhesión» al sucesor de Benedicto XVI. La Prelatura se ponía a las órdenes del Santo Padre para la tarea de la evangelización que el exprimado argentino mencionó en su primer saludo a la Iglesia. La hoja de ruta que marcará Bergoglio es una incógnita y, pese a que contará con todas las huestes que pueda, el sello jesuita anticipa que este Pontífice se va a distanciar de unos movimientos eclesiales muy conservadores, que hasta ahora han gozado del favor de los papas. No son de su estilo.

El Opus, que siempre ha tenido una fuerte influencia en la Curia romana, ya sufrió un primer revés cuando Benedicto XVI decidió sustituir al histórico portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls -un numerario de la Obra- por Federico Lombardi, jesuita para más señas, y sobrino de otro emblemático Lombardi, al que se conocía como 'el micrófono de oro'. Navarro fue nombrado por Juan Pablo II, que se sentía muy cercano al Opus y a las nuevas corrientes eclesiales y que no ocultaba su rechazo a la Compañía de Jesús, una orden a la que puso en estado de excepción cuando el carismático Arrupe quedó fuera de juego por una enfermedad inesperada. Ahora han cambiado las cosas.

Juan Pablo II dio muchas alas a los legionarios, pero fue Benedicto XVI quien los puso bajo vigilancia cuando empezaron a salir los asuntos turbios. Ratzinger también tuvo reservas con los neocatecumenales, sobre todo, con sus celebraciones privadas al margen de las parroquias. Bergoglio ha apoyado mucho en Argentina a la Acción Católica, activada por laicos de las diócesis sin marcas. Y se ha distanciado de movimientos asociados a estrategias de poder e influencia en la Iglesia.

Bergoglio ha sido un cardenal de vida austera y bajo perfil mediático. No es un gran intelectual -no es doctor, sino licenciado-. Es, sobre todo, un pastor, que habla de manera directa y muy sencilla. Lo que mucha gente estaba esperando. ¿Se lo van a comer los lobos? Pensadores católicos consultados consideran , con todas las reservas, que no va a ser así. «No se lo van a merendar porque es jesuita; eso es importantísimo», destacan. De partida, hay un dato muy significativo: el proceso de formación del nuevo Papa no ha pasado por Roma. No tiene pedigrí romano. Es ajeno a todo ese tinglado y eso, a juicio de observadores cualificados, es bueno en estos momentos de reforma de la Iglesia.

Y no se lo van a comer, prosiguen, porque tiene detrás a toda la Compañía de Jesús. El ser jesuita le asegura apoyos muy grandes en Roma, donde la orden cuenta con una influyente red de instituciones y de acreditados intelectuales, que le van a ayudar y le van a proporcionar apoyo logístico. Los jesuitas son gente muy preparada y, además, son astutos por formación. «No va a estar desvalido», insisten las mismas fuentes. Ese es un giro muy interesante en el gobierno de la Iglesia, puesto que en el aspecto ideológico no parece que pueda darse un vuelco. Hay que esperar para ver por dónde tira Francisco. Quienes le han votado parece que han querido traer a uno de fuera. En los ideológico no es de la escuela de Ratzinger. En los últimos años, Benedicto XVI se nutría de su propia fábrica de intelectuales, la revista de pensamiento 'Communio', fundada en 1972 por el Papa emérito junto a teólogos como Balthasar, Henri de Lubac y Bouver. Uno de los miembros del consejo editorial de esta publicación, que surgió para competir con la revista 'Concilium', de otra sensibilidad eclesial, es Marc Ouellet. Y a ella han estado vinculados cardenales como Scola, Schönborn o Fisichella.

Influencia en España

Editada en quince idiomas, en España está vinculada al movimiento Comunión y Liberación. Se trata de una sensibilidad más de las élites y de los intelectuales, que en Italia ha tenido mucho peso desde que la pusiera en marcha Luigi Giussani. El cardenal Scola, uno de los pesos pesados del 'partido italiano', es uno de los padrinos de este movimiento, al que pertenecen también las famosas 'memore Domine', el grupo de monjas laicas que atienden a Benedicto XVI en su vida doméstica. Uno de sus grandes valedores en Italia es Roberto Formigoni, que ha gobernado Lombardía durante una decena de años hasta que se ha visto envuelto en graves casos de corrupción política, que han dañado la credibilidad del movimiento.

En España también tienen influencia, porque cuentan con el respaldo directo del cardenal Rouco. Uno de sus bastiones es la Universidad de San Dámaso, que el presidente de la Conferencia Episcopal pretende convertir en punto de referencia de la Iglesia española, como doctrina oficial, frente a otros campus más abiertos como el de Comillas. «Se trata de reagrupar el catolicismo político de derechas para hacerlo presente y dar la batalla», interpreta un analista.

El Camino Neocatecumenal, conocido como el movimiento de los 'kikos' en referencia a su líder -Kiko Argüello- también tiene mucho predicamento en España. Es un grupo que, además de recaudar fondos para la causa, llena templos y plazas públicas y, sobre todo, proporciona vocaciones. Pero funcionan con mucha autonomía. Este aspecto ha hecho que muchos obispos comiencen a recelar de ellos. A los prelados les gusta controlar sus diócesis y los nuevos movimientos se les escapan de las manos.