Bergoglio, en los 70. :: REUTERS
Sociedad

Un estudiante aplicado en Alcalá de Henares

Completó su formación de jesuita en España, donde se mostró como un hombre tímido y espartano

MADRID. Actualizado: Guardar
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Desde los tiempos de los Borgia, cuando Calixto III y Alejandro VI ocuparon el trono de Pedro, ningún obispo de Roma tenía como lengua materna el español. Al Gobierno de Rajoy le complace la existencia de un pontífice latinoamericano porque, a su juicio, refuerza la marca España. Al margen de la estampa de un papa que se expresa en la lengua de Cervantes, Jorge Mario Bergoglio ha dejado una huella que todavía se recuerda en nuestro país.

Al poco tiempo de ordenarse sacerdote, el Papa jesuita vivió en 1971 y 1972 en Alcalá de Henares para superar el 'probandato', el tercer periodo de aprendizaje que han de cumplir los jesuitas una vez que ya han pasado por el seminario. Los que le conocieron dicen de él que era un «buen estudiante», de gustos espartanos, reconcentrado, tímido, espiritual, culto y lector impenitente. Durante su estancia en España, el padre José Arroyo, ya fallecido, hizo de mentor y guía de Bergoglio.

El provincial de los jesuitas de la Provincia de Castilla, Juan Antonio Guerrero, se resiste a adjudicarle una filiación ideológica. «No es ni conservador ni progresista», aduce el eclesiástico, que con estas declaraciones ya ha dado una primera muestra de obediencia papal. Al padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz, quien conoció a Bergoglio en Buenos Aires, le agradó su «espíritu práctico». El dirigente de la organización católica intuye que en la persona de Bergoglio anida un gran sentido del desprendimiento. Cuando ya se tocaba con el birrete cardenalicio, el cardenal visitó España en 2006 para dirigir unos ejercicios espirituales que siguieron los obispos españoles. En aquella ocasión el purpurado argentino se hospedó en un lugar «discreto» cerca del madrileño parque del Retiro, según dijo el portavoz de los prelados, Juan Antonio Martínez Camino.

«Conoce muy bien España», aseveró el arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo, quien ayer compartió desayuno con el papa electo. «Es un gran conversador, con mucho sentido del humor», apostilló el cardenal franciscano, a quien le dio un «vuelco el corazón» cuando escuchó de boca de Bergoglio que quería ser llamado Francisco.

También el presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco, subrayó los vínculos que unen al sucesor de Benedicto XVI con España. No en balde, Papa procede de un país evangelizado por españoles. «Su relación con España es muy profunda porque es jesuita».

Santos españoles

A juzgar por las palabras del provincial en España de la Compañía de Jesús, Francisco José Ruiz, en el pensamiento y formación espiritual de Francisco están muy presentes dos santos españoles, san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, cofundadores de la Compañía de Jesús.

Es pronto para decir si España figurará entre sus preocupaciones. Sus antecesores sí que revelaron esa inquietud. Juan Pablo II viajo cinco veces a España y Benedicto XVI, tres. Ambos creían que el país que vio nacer Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola se había convertido en campo de pruebas de un laicismo agresivo y hasta anticlerical, por lo que urgía que los españoles retornasen a sus raíces cristianas.