Ruibal, en una de sus visitas a Nueva York. | SUSANA BARBERÁ
Música

Javier Ruibal repite esta noche en la Lechera

El portuense vuelve a los escenarios gaditanos y estrenará algunos temas de su último disco

| CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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En su regreso a los escenarios de la capital, Javier Ruibal quería hacer triplete. Un compromiso en Castelldefels, a mil kilómetros de Cádiz, le impide al portuense explayarse a gusto. Anhelaba llegar a cuanto más público mejor, recopilar sus clásicos y adelantar inéditos, revivir durante tres noches las glorias experimentadas en otras veladas para la historia como las del Falla junto a la Orquesta de Córdoba de hace un par de años o la reinauguración de La Lechera.

Javier Ruibal vuelve a subirse esta noche al escenario de la sala Central Lechera tras el concierto ofrecido ayer. Acompañado por los miembros de la banda Glazz de El Puerto, liderada por su hijo, el portuense ofrecerá de nuevo lo mejor de su repertorio y sus nuevos temas.

-¿Qué puede adelantar del trabajo que está grabando?

-Es un disco producido con Javi Ruibal (percusión y batería) y José Recacha con los arreglos. Va a ser un disco poco aparatoso, incluso hay algunos temas con sólo guitarra y voz. Va a ser un álbum sereno, al margen que haya canciones con mucha vida. Yo canto, en términos generales, al amor, a un amor sin almíbar ni cursilerías, pero sí con arrebato y pasión. Eso por supuesto que no va a faltar. También hay una canción dedicada a mi hija Lucía y una suite que yo compuse y que se llama 'El niño desobediente'. Hay varios temas que tratan de niños que trabajan.

-¿Cómo se lleva que su hijo produzca su disco? ¿Ha superado el discípulo al maestro?

- Me siento halagadísimo y tan sorprendido como el primer día que Javi se subió a tocar conmigo, que casualmente fue en La Lechera. Siento mucha felicidad, siento que me rodea el cariño de dentro y fuera de la profesión, de mi oficio y mi familia. Al mismo tiempo uno se siente orgullo de ver la capacidad que tienen estos músicos, no solamente dominan la cuestión musical sino también la técnica.

-¿Cambia mucho tocar en La Lechera con respecto a una sala de Nueva York?

-No me planteo que haya diferencias, pero tocar en Nueva York tiene un punto estimulante, una cierta fantasía artística. Todos los sitios en los que toco son importantes, pero es cierto que cantar en Nueva York implica la aventura de llevar tus propuestas a esa jungla. Por lo que la ciudad tiene en sí de reto, no por triunfar allí, a mí lo que me interesa es que a cualquier público le llegue mi música. Pero, claro, tiene un punto de aventura, de cierta literatura. Subirse a los escenarios cuatro veces seguidas es muy bonito. También es muy interesante cantar para público al que le llegas no por el idioma, sino por la música directamente.

-Ya han pasado nueve meses de que se formara la nueva junta directiva de la SGAE de la que usted es miembro. ¿Se puede hacer un balance?

-Seguimos saneando. Moviendo muebles y sacando polvo de debajo de las alfombras. Lo que ahí había requiere una labor larga. Tratamos de hacerlo lo mejor posible. También se nos junta en este tiempo difícil para todos los autores el hecho de que subirse a cantar lleva una carga de impuestos abusiva, están clavándonos a todos por un desmadre financiero que nos supera. Ese hecho coincidente con la remodelación de la SGAE sea más difícil. Pero vamos, seguimos en una labor de saneamiento e intentando que los beneficiarios de esa sociedad de gestión sean los autores.

-Y el mercado musical, ¿ha ido a mejor durante este tiempo o va a pique irremediablemente?

-Depende de internet y su libre acceso a documentación y fondos. Hay gente que considera que tiene ser gratis, pero nosotros no. Una vez que se pierde el soporte, evidentemente se debe abaratar, pero gratis no. Pero también hay una parte de culpa del usuario. Por una falta de respeto hacia el trabajo de los demás. Si en cada familia hubiese un músico, nadie se bajaría la música de internet. Es una cuestión de insolidaridad, de no saberse poner en el lugar del otro.

-Este Carnaval se le ha visto muy activo...

-Bueno, he participado en los pregones de dos amigos míos como Ana López Segovia y Jorge Drexler. Por lo demás, mi Carnaval ha sido como siempre, escuchando a la gente en la calle. Hemos tenido la desagradable experiencia de ver cómo la policía municipal salió con modos poco adecuados a indicarle a los grupos que se marcharan. Según tengo entendido y confío en esas personas que estaban presentes, hubo un ejercicio de fuerza desproporcionada a lo que requería el momento. Es totalmente inaceptable que esto haya ocurrido. Yo defiendo a las agrupaciones de calle porque al margen de que sus letras sean más desaforadas, siempre han demostrado saber estar y educación. No hay derecho que por una tendencia general que hay de reprimir indiscriminadamente supuestamente en defensa de la tranquilidad y el sosiego de las personas se avasalle de esa manera.

-¿Cree que este concurso y la fiesta en general se nos ha ido a todos un poco de las manos?

-Se está haciendo una regresión hacia unos tiempos que parece impensable. No se puede llegar al escenario del Falla para comprobar qué pancarta va a sacar una agrupación, cuando eso no se puede hacer ni cuando se convoca una manifestación. Si los tiempos están crudos, el Carnaval siempre ha servido para denunciar. Pero parece que Franco no está totalmente enterrado.

- Hace unos meses Luis García Gil publicó 'Más al sur de la quimera', una especie de retrospectiva de Javier Ruibal. ¿Le asustan las biografías?

-Me lo planteo como un halago de Luis, como una consideración hacia mis letras, mi música, mi trayectoria. Me honra que alguien se tome ese interés y ojalá pueda sacar tres o cuatro tomos más. Eso significaría que me queda mucho por cantar aún.