Ahmadineyad observa sonriente al mono que Irán dice haber enviado con éxito al espacio la semana pasada. :: EFE
MUNDO

Irán se abre a la oferta de diálogo nuclear

Recoge el guante lanzado por el vicepresidente Biden para reanudar la negociación con el 5+1

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Ocurrió en 2009 tras la primera victoria de Barack Obama, y vuelve a ocurrir tras su reelección. Parece que se abre una pequeña rendija en la puerta que sella las relaciones entre Irán y Estados Unidos desde el triunfo de la revolución en 1979, aunque de momento es solo una declaración de intenciones ya que los progresos nucleares de la república islámica siguen sembrando la desconfianza en Occidente.

Irán se muestra «optimista» con la nueva administración estadounidense porque «está buscando deshacerse de sus anteriores contradicciones en la actitud para con nuestro país», aseguró el ministro de Exteriores iraní, Alí Akbar Salehi, que tras tomar parte en la Conferencia de Seguridad de Munich hizo una segunda parada en Berlín. Salehi recogió el guante lanzado por el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, para quien «hay margen para la negociación» y respondió que los iraníes no tienen «líneas rojas» a la hora de dialogar.

Junto a la oferta de Biden, los nombramientos de John Kerry como nuevo secretario de Estado y de Chuck Hagel como responsable de Defensa han sido bien acogidos por una república islámica que, tras meses de estancamiento, acepta volver a la mesa de negociación nuclear. Después de las últimas cumbres de Turquía, Irak y Rusia, el denominado Grupo del 5+1, formado por Rusia, China, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, viajará a Kazajistán el próximo 25 de febrero para retomar un diálogo que hasta el momento no ha logrado desbloquear el contencioso.

El ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, se mostró partidario de reiniciar cuanto antes las conversaciones directas con Irán y aseguró que «se ha abierto una ventana de oportunidad que debería aprovecharse con una auténtica voluntad de diálogo que habría de desembocar en conversaciones sustanciales». Idéntico tono al de Biden, que pide que «si los iraníes están dispuestos a discutir las cuestiones de fondo, estamos listos».

Palo y zanahoria

Occidente está cansado de negociaciones que no llevan a ninguna parte y que, hasta el momento, solo han servido para que los científicos iraníes ganen tiempo, pero la estrategia del palo y la zanahoria aplicada no ha servido de nada ante una nación que considera «un derecho» el enriquecimiento de uranio y exige pruebas, no palabras, de los investigadores de la Agencia Internacional Atómica (AIEA) que demuestren el carácter bélico de sus actividades. Pruebas que no han obtenido en estos años de investigación.

Mientras se prepara el camino para esta nueva cumbre ya está listo un nuevo paquete de sanciones, el quinto, que entrará en breve en vigor y se suma al bloqueo al petróleo y las finanzas iraníes decretado en verano por la Unión Europea y Estados Unidos. Medidas que no han evitado que Irán celebre el 34 aniversario de la revolución estrenando centrifugadoras de última generación y que sus científicos sean capaces de enriquecer uranio al 20% para fabricar las barras de combustible con las que funciona el reactor médico de Teherán, lo que les permite asegurar los tratamientos de radioisótopos que precisan los 800.000 pacientes de cáncer del país, según las autoridades islámicas que defienden que este es objetivo de su carrera nuclear. Pero también les acerca al control del proceso para purificar uranio hasta el 90%, lo que le permitiría fabricar bombas atómicas.

Se desconoce cuál será la oferta del 5+1 en esta ocasión, pero sus enviados esperan lograr de una vez acuerdos y medidas concretas para desbloquear una situación enquistada desde que Mahmud Ahmadineyad retomó el programa nuclear siete meses después de llegar a la presidencia en 2005.

En los últimos encuentros, el 5+1 aceptó que Irán siguiera enriqueciendo uranio en sus centrales si se comprometía a hacerlo hasta un nivel máximo del 5%, y no al 20% como ha conseguido en la central de Fordó, cerca de la ciudad sagrada de Qom. A cambio ofrecían aligerar las sanciones que han puesto contra las cuerdas a la economía de la república islámica. Una petición que desde Teherán calificaron de «desequilibrada» y que no sirvió para aclarar la situación.