Juan Diego Botto interpreta por primera vez un papel escrito por él. :: LA VOZ
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«Lo que hay detrás de la inmigración es la desigualdad»

El hispano-argentino es autor e intérprete de 'Un trozo invisible de este mundo', una de las joyas teatrales de la temporada que se presenta hoy en el Muñoz Seca Juan Diego Botto Actor

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Detrás de uno de los rostros más famosos del cine español se esconde la historia de un exiliado, de una víctima del terror de la dictadura de Videla, de un viajero forzoso que conoce muy bien las dos caras de la inmigración. Juan Diego Botto considera la obra teatral 'Un trozo invisible de este mundo' la experiencia profesional más placentera de su trayectoria. Es autor e intérprete de este texto que dirige Sergio Peris Mencheta y en el que a través de cinco monólogos cargados de humor, ironía y sensibilidad, se trata de poner nombre y apellidos a aquellas personas que a menudo solo conocemos a través de las cifras y estadísticas de los titulares de prensa. Esta noche, la obra por la que Botto acaba de ser nominado al Fotogramas de Plata, se presenta en el Teatro Pedro Muñoz Seca de El Puerto.

-Enhorabuena doblemente, 'Un trozo invisible de este mundo' está recibiendo muy buenas críticas...

-Me está dando muchas alegrías, estoy muy contento y satisfecho, es un placer actuarlo porque todo lo que ahí decimos me importa y me da gusto que se sepa. Tengo la satisfacción de decir cosas que me apetecen que se escuchen y por otro lado disfruto como actor; además, estamos teniendo el reconocimiento del público y la crítica. Sin lugar a dudas es la experiencia profesional más satisfactoria y placentera que he tenido.

-Ha querido poner el acento en el humor y la ironía en un tema que a priori suena muy duro como es la inmigración.

-Hay de todo, arrancamos con mucho sentido del humor porque creo que es importante ofrecer ese espejo de la realidad, en momentos terribles necesitamos que florezca el sentido del humor para poder soportarlo. Me parecía una buena idea empezar con algo más irónico e ir metiéndose poco a poco en el drama. Funciona muy bien porque la gente afloja al principio cuando ve que no es un drama y cuando está relajado ese drama entra mejor.

-¿Qué pretende con esta obra? ¿Homenaje? ¿Reflexión? ¿Denuncia?

-La inmigración y el exilio son parte muy importante de nuestras vidas pero que raramente es tenida en cuenta y cuando lo es, es para marginarla. La inmigración forma parte de nosotros, más cuando en estos días son más los que salen que los que entran. Me pareció muy interesante, y más uniéndolo con el tema del exilio que es lo que yo conozco relativamente bien, soy hijo de exiliada. Lo que late detrás del exilio y la inmigración es la desigualdad. La gente se va porque su país no le ofrece lo mínimo e indispensable para sobrevivir. Eso es así en un momento en el que lo que más tienen cada vez tienen más y los que menos cada vez tienen menos. Hablar de eso también me parece pertinente.

-A menudo los medios tratamos la inmigración como un problema pero, ¿cómo cree que en realidad lo ve la sociedad?

-Normalmente es algo que de antemano ya está criminalizado, se dice el problema de la inmigración o se vincula al delito, las mafias, el tráfico de personas... Cuando es algo que siempre se da, es un viaje de ida y vuelta y además es un tema que tiene que ver con la pobreza. La gente no suele sentir inmigrante al que viene con mucho dinero para montar una empresa, pero sí lo entiende como inmigrante y como parte de un problema a aquel que viene a trabajar. En cuanto a los medios de comunicación, el encare suele ser ese. Y en cuanto a los políticos, la inmigración es un elemento que se usa como cortina de humo en momentos de crisis. Es ese un estupendo chivo expiatorio para echar la culpa a otros de que las cosas van mal. La culpa no es de los bancos que ejecutan los desahucios, ni de los empresarios que te echan con 20 días trabajados ni de los políticos que no saben crear empleo. La culpa es de ese que es más pobre que tú, que es más negro y te está quitando el trabajo. Ese recurso es cada vez más recurrente y además crece, porque es un recurso fácil.

-Cree entonces que todo se reduce a un problema de clasismo más que de racismo y/o xenofobia.

-En el fondo lo que hay es un problema de clase, de pobreza. Al que va a montar el casino en Madrid no se le va a tratar como a otro inmigrante, es más, va a recibir un montón de ayudas públicas. La rabia va contra ese que ves más débil y pobre y sientes que te está arrebatando tu empleo. Por otra parte, lo que moviliza para salir del país es la miseria. Ecuador o Bolivia no son precisamente pobres, tienen muchos recursos, lo que pasa es que están mal repartidos. Algo parecido pasa en España, el año pasado por primera vez fueron más los que se fueron que los que entraron. Aquí hay seis millones de parados, pero también hay algunas de las mayores fortunas del mundo.

-Dice que el primer personaje de la obra está inspirado en un político...

-Quería tirar del argumentario del racismo, de todos esos que piensan que aquí no cabe nadie más, que somos demasiados y también del discurso del pensamiento único. El mundo está creado con distintas razas, distintos países y distintos idiomas para que cada uno esté en su lugar. Es mi voluntad tirar de ironía llevando al límite el argumentario más racista siempre dentro de un vocabulario y lenguaje pseudo científico, como si fuera algo irrefutable.

-¿Es esa en realidad la opinión generalizada, que no expresada?

-No me atrevería a decirlo. Creo que hay más solidaridad que la que conocemos o la que transmiten los medios de comunicación. Hay historias muy bellas de solidaridad con mucha gente que llega.

-¿Cómo fue el momento de creación de la obra? ¿Por qué se decidió a escribirla?

-Tuve dos momentos que me empujaron a escribirla. Un amigo me llevó al entierro de una mujer que se llamaba Samba Martínez, una congoleña que estuvo en el centro de internamiento para extranjeros de Aluche, en Madrid. Había pasado un mes allí con terribles dolores y había pedido once veces que la llevaran a la enfermería. No le hicieron caso, pero el último día la llevaron al hospital y murió a las seis horas. Solamente imaginarme los dolores que pasó sin que se le hiciera caso me parecía terrible. Me conmovió muchísimo y decidí contarla. La otra historia es más personal. Mi tío me llamó desde Buenos Aires para contarme que iba a empezar el segundo macrojuicio de la ESMA y que se iba a juzgar a los responsables de ese centro de tortura, en el que estuvo mi padre. Juzgar una dictadura es algo que no se da en ningún país del mundo, soñaba con ese momento pero no lo esperaba.

-¿Siempre tuvo claro que uno de los papeles era para usted?

-Sí, al igual que no tuve dudas de que no lo iba a dirigir yo. Pensé en Sergio Peris Mencheta porque necesitaba de alguien en el que yo confiara mucho. El texto tiene un aspecto dramático muy importante y necesitaba alguien que se atreviera a jugar con la parte lúdica y que el drama fuera simplemente dramática, no melodramática.