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EE UU se asoma al 'abismo fiscal'

Solo un pacto de última hora evitará que la factura impositiva media de los estadounidenses suba 1.660 euros al año a partir del 1 de enero Demócratas y republicanos, incapaces de un acuerdo sobre la subida de impuestos a los más ricos

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«Solo Dios sabe si será posible un acuerdo». Las palabras del líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, John Boehner, resumen como pocas el callejón sin salida en que se hallan las negociaciones para evitar que EE UU se precipite en el denominado 'abismo fiscal' a partir del próximo 1 de enero. La falta de entendimiento afecta por supuesto a los dos grandes partidos pero lo que Boehner también transmite, casi en clave jeroglífica, es la incapacidad de convencer a sus correligionarios más conservadores de hallar un término medio con los demócratas. Subir los impuestos a los ricos, aunque solo sea un dólar, es todavía el gran tabú de los legisladores de ultraderecha. Da igual que Obama haya sido legitimado recientemente en las urnas o que la sombra de una nueva recesión aborte las tímidas mejoras económicas de los dos últimos años.

El desarrollo de acontecimientos parece un calco del drama vivido para elevar el techo de la deuda en el verano de 2011. Entonces se evitó que las cuentas públicas entraran en suspensión de pagos cuando faltaban horas para que expiraran los plazos parlamentarios. Si nadie lo remedia ahora, los impuestos se dispararán de manera automática para todos los estadounidense (1.660 euros anuales de promedio por contribuyente). Paralelamente, se producirá un corte brutal del gasto público. Las prestaciones por desempleo y numerosos programas sociales quedarían congelados. Un escenario así frenaría en seco el consumo de la gran potencia. Sus secuelas se dejarían sentir en todo el planeta.

Quizás porque aún esta caliente su reelección, el presidente afronta estos seis días que quedan para el 'abismo' con una tranquilidad desconocida y un aire nada catastrofista. «Considérenme un optimista empedernido», dijo a los periodistas poco antes de subirse al 'Air Force One' con Michelle y las niñas para pasar los días de Navidad en Hawai.

La carta de Obama

Los que siguen de cerca las negociaciones hablan de un Obama flexible dispuesto a renunciar al límite de los 189.000 euros a partir del cual pretende subir las tasas. 300.000 euros es su nueva frontera -su salario anual ronda esa cifra-, demasiado lejos de los 758.000 euros esbozados por Bohener en su famoso 'plan B', que fracasó estrepitosamente en la Cámara de Representantes la semana pasada. Fue en esta votación donde el sector duro de los conservadores puso el grito en el cielo porque su propio jefe de filas planteó eliminar las ventajas fiscales de la era Bush a los que ingresan en sus cuentas 758.000 euros por año.

Vista la distancia casi sideral entre ambas posturas no se entiende el optimismo del mandatario. Salvo que esté decidido a jugárselo todo a la carta que le piden los demócratas más liberales: no ceder en lo esencial de su plan y, si los republicanos no se avienen a una subida impositiva que sirva para aliviar el tremendo déficit público de la nación, abrazar el 'abismo fiscal' como la solución menos mala. Llegaría la recesión, sí, pero la mayoría de los estadounidenses culparían a la derecha del fracaso.

Eso es lo que dicen las encuestas y cualquier analista que mire las argumentaciones de unos y otros. Economistas liberales, como Paul Krugman, van más allá y piden al Gobierno que busque el 'abismo fiscal' como la solución menos mala. Sus efectos no serían tan dañinos como un acuerdo que deje escapar la billonaria recaudación de una década procedente de las rentas más altas, apunta el Nobel.

El salto del 'abismo' no es ni mucho menos un viaje sin retorno. Los daños se pueden minimizar en semanas con una fórmula de compromiso. Se abre con fuerza una opción que barajan republicanos moderados: no firmar nada que desaire a sus compañeros del ala dura pero sí permitir, con la abstención de un número suficiente de congresistas, que avance un plan que contemple la subida de impuestos. A cambio, Boehner y los suyos se garantizarían importantes recortes del gasto público. El temor de muchos es que un Obama satisfecho con la subida de impuestos va ser menos escrupuloso a la hora echar mano de la tijera.