CÁDIZ

«Mi hijo no es malo, es hiperactivo»

El diagnóstico precoz de la TDAH cumple un papel fundamental en el desarrollo educativo, social y emocional del afectado El trastorno del déficit de atención afecta a entre uno y tres niños por aula

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«Hay que tener claro que no es una enfermedad, es un trastorno», asegura Rosa Caballero, presidenta de la Asociación de Familiares de Niños Hiperactivos (AFHIP). Ella lo sabe bien, es esposa y madre de dos personas con este trastorno al que se enfrentan día a día. «Hay quienes piensan que sus hijos simplemente son malos porque no son capaces de concentrarse en un solo juego, hablan de forma impulsiva, no acatan las órdenes ni guardan las colas» pero todo esto es síntoma de un déficit de atención (con o sin hiperactividad), un trastorno llamado TDAH que si se diagnóstica con tiempo y se trata de la manera adecuada puede llegar a controlarse. El comportamiento de las personas que lo padecen se caracteriza por la hiperactividad, la falta de atención y la impulsividad. Esto no afecta solo al desarrollo educativo del niño sino que repercute en otras áreas igual de importantes como la social y la emocional. Tienen grandes problemas de atención sostenida para concentrarse, falta de inhibición y problemas con la memoria a corto plazo. Asimismo pueden presentar un retraso psicomotor, trastorno del lenguaje y dificultades a la hora de escribir, lo que muchas veces se confunde con falta de interés o incapacidad de niño para aprender. «A menudo los profesores piensan que el niño simplemente es un vago», relata Rosa Caballero pues «les falta formación en este sentido» o a veces simplemente falta información.

El trastorno es relativamente nuevo, hasta el año 1994 no se diagnosticó y se llamó por su nombre lo que ha cambiado parte de la vida de las personas que lo sufren. «Antes de recibir el diagnóstico los padres saben que hay algo que va mal, que existe un problema a pesar de que no saben cómo se llama. No pueden controlar a su hijo ni éste sabe relacionarse con los amigos por lo que dejan de invitarlo a sus cumpleaños, de contar con él para hacer cualquier tipo de actividad».

Es cuando comienza el camino en busca del diagnóstico. «La mayoría de las veces se da con el trastorno descartando todo lo demás», señala Caballero. El infradiagnóstico es alto, «en gran medida por el desconocimiento de los médicos de Atención Primaria», apunta la doctora Katya Rubiá, profesora en Neurociencias Cognitivas en el Instituto de Psiquiatría de Londres, sin embargo es indispensable «abordar cuanto antes su tratamiento porque puede llegar a ser crónico».

Incidencia

«Todavía hoy existe mucha ignorancia», explica Rosa Caballero, incluso entre los propios afectados. Este trastorno afecta entre el 3 y el 7% de la población infantil en España, según la guía práctica clínica en TDHA del Ministerio de Sanidad. Este porcentaje se traduce en que hay entre uno y tres niños por aula que padecen este trastorno. Es más, se estima que más del 80% de lo niños que padecen el TDHA continuará padeciéndolo en la adolescencia, y cerca del 65% lo padecerá también en la edad adulta, aunque las manifestaciones del trastorno irán variando notablemente a lo largo de su vida.

El tratamiento

Para la presidente de la AFHIP en Cádiz, Rosa Caballero la calidad de vida de las personas que padecen en TDHA mejora considerablemente una vez se ha dado con el diagnóstico y se ha administrado un tratamiento. «No se trata de administrar un medicamento y ya está», aclara Caballero, «en el tratamiento de este trastorno es necesario reforzar la conducta del niño a través de varias disciplinas». El tiempo en identificar el TDHA también es fundamental. "La edad idónea para diagnosticarla son los 6 años», explica Caballero. «A partir de esta edad el niño ya ha entrado en primaria y está empezando a tener pequeñas responsabilidades y acatar pequeñas reglas». También hay casos excepcionales que permiten el diagnóstico a los 4 años, «cuanto antes se identifique mejor para el niño». Una vez asumido el trastorno por parte de los padres, comienza el tratamiento multidisciplinar en el que las intervenciones clínicas y educativas estén coordinadas. De una parte, es necesaria la implicación de toda la familia. «El niño se debe sentir integrado y la familia debe aprender a comprender la actitud del hijo». El segundo paso depende del médico que decidirá en cada caso si es necesario administrar un tratamiento médico mientras que el tercero es el refuerzo educativo.

Desde AFHIP animan a los padres con hijos hiperactivos a unirse a la asociación no solo por la ayuda que pueden recibir sino por el apoyo que pueden encontrar para que sus hijos tenga una vida saludable y feliz.