Sociedad

HOMO HABILIS

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He de contrastar con nuestro amigo Juan Luis Arsuaga si la neoetología seguiría catalogándonos como homínidos habilidosos, como en su día lo hizo la paleoetología en referencia a nuestros ancestros africanos, ya que estimo que el uso que hacemos de las herramientas hoy a nuestro alcance, como las propias de la informática, de la cibernética o de la omnipresente comunicación, sigue siendo tan tosco como el manejo de las hachas de sílex. Más aún, tampoco hemos conseguido perfeccionar estos sistemas para que nos recuerden automáticamente errores cometidos en Europa hace bien poco tiempo, intentando con ello reincidir en similares atrocidades, algunas aberrantes.

Trabajando en Croacia, Tomislav Vodopija y Miro Cucic me invitaron a celebrar, con un banquete en Zadar, la voladura del Stari Most, ese grácil puente, escalonado y peatonal, sobre el río Neretva, del Siglo XVI, que como arteria fraterna unió siempre, el barrio croata-cristiano al barrio bosnio-musulmán. No estamos glosando una atrocidad acontecida en la antigüedad, pues están por cumplirse diecinueve años de semejante locura; un instante para la Historia. Con su reconstrucción en 2004, por ingenieros de las tropas españolas, no se ha conseguido del todo desterrar todos los rescoldos de encono y venganza seculares. De iracundia ulcerada. Recuerdo, no sin congoja, cómo aquellos intelectuales de gran formación, consideraban aquella voladura como la solución épica justiciera que iba a cuadrar esa sangrienta contabilidad de desencuentros religiosos, entremezclados con posturas políticas irreconciliables. Si ellos, educados hasta el refinamiento, lo vivían con esa fruición 'heroica', cómo lo incorporarían a sus entrañas los no ilustrados. Recusé la invitación.

No conseguiremos convertir a Europa, y por ende a España, en un espacio de concordia sosegado y culto, viable en lo social, en lo cultural y, además, en lo económico, hasta que no la amemos. Ninguna habilidad distinta al amor, puede ejercer de bálsamo conciliador y edificante, capaz de convertir una idea sustantiva en un proyecto integral unitario y habitable; ni en un ejemplo, ni menos aún, en un modelo. No se puede amar aquello que no se conoce, ni tan siquiera desde el platonismo. Unirnos, al menos en apariencia, para hacer cuentas como único cometido cohesionador, no nos glorificará como colectivo de homínidos evolucionados.

Arrecian vientos propicios para la navegación de los bandos y las banderías, de los cantonalismos, en suma, de los diseños viscerales separatistas pueblerinos, todos ellos genuinos arcaísmos medievales, palurdos, cavernícolas, que se empecinan en separar a almas siamesas, a sangres que discurren por hermanadas cuencas. El problema nos toca de cerca: hasta que no consigamos entender que el porvenir socioeconómico y sociocultural de Cádiz pasa por masticar, ingerir y digerir la idea monumental de construir un Cádiz Metropolitano, en bien del todo y de cada una de sus partes, seguiremos regodeándonos en el subdesarrollo, aunque sea larvado y relativo.