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El expresso que no tomó el capo Don Guiseppe en su traslado

El traslado de Polverino y su lugarteniente a Madrid, tras la detención en Jerez, estuvo acompañado de curiosas anécdotas

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Mucho se ha escrito sobre la detención en Jerez del jefe de la Camorra italiana Giuseppe Polverino y su lugarteniente, Raffael Vallefuoco. Pero quedaron cosas por contar más allá del espectacular dispositivo montado para su captura, los registros posteriores, su declaración en la Audiencia Nacional y su ingreso en prisión. Por ejemplo, sobre su traslado de Cádiz a Madrid. ¿Cómo se produjo? ¿De qué hablaron? ¿De qué humor estaban? ¿Pidieron algo? Fue un viaje salpicado de anécdotas que sirven, también, para descubrir rasgos del carácter de dos de los delincuentes más buscados por las autoridades de Italia.

De dicho traslado se encargó la Guardia Civil. Se llevó a cabo el jueves 8 de marzo; es decir, apenas dos días después de que fuesen detenidos en Divina Pastora y una vez que se completaron todos los registros en las viviendas que Polverino tenía en la ciudad, que eran tres, una en la zona donde tuvo lugar la detención y otras dos en las proximidades de Hipercor. Se sospecha que empleaban estas dos últimas para alguna de sus múltiples actividades delictivas.

El dispositivo partió de Cádiz sobre las dos de la tarde. Su destino, los juzgados del municipio madrileño de Tres Cantos. Algo más, por tanto, de 600 kilómetros que tardaron en recorrer casi ocho horas, ya que llegaron poco antes de las diez de la noche. Y eso que solo pararon en una ocasión, algo lógico si tenemos en cuenta que Polverino y su lugarteniente están considerados como delincuentes muy peligrosos. Planeaba la amenaza de una fuga o que miembros de su organización intentasen rescatarles durante el trayecto, así que toda precaución era poca.

La única parada fue para repostar. Pese a la rapidez con la que se realizó, llamaron la atención de empleados y clientes de la gasolinera cuando vieron a agentes, metralletas en mano y con chalecos antibalas bajarse y tomar posiciones para evitar sorpresas. «Serán etarras», comentó alguno.

Polverino no se dirigió en ningún momento de las casi ocho horas que duró el viaje a los agentes que iban en el furgón. Para nada. El único que hablaba era su lugarteniente. Y lo hizo bastante. Se destapó, de hecho, como un charlatán en toda regla y demostró, además, controlar bastante bien el castellano, todo lo contrario que su jefe. Y como una persona con humor. No dudó en bromear y hasta vacilar «con simpatía» a los guardias civiles en más de una ocasión.

«Un expresso, por favor», llegó a pedir en varias ocasiones en un tono que mezclaba súplica y sarcasmo a partes iguales. Fueron peticiones que más de una vez remató con risas nada disimuladas.

Un último detalle significativo: entre los agentes españoles que colaboraron en la detención llamó la atención que los Carabinieri italianos que se desplazaron a Jerez para la detención se dirigiesen al jefe de la Camorra como 'Don Giuseppe', demostrando en todo momento un gran respeto.