Imagen del personal del negocio.
EL PERFIL

Pastelería y salón de té Viena

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Uno de los locales más tradicionales de Cádiz, durante gran parte del siglo XX, fue la Pastelería Viena, situada al final de la calle Ancha, haciendo esquina con la calle San Miguel. Uno de sus propietarios, Salvador Robles, lo regentó hasta 1929, año en el que confía su gestión y propiedad a Antonio Valls Garrido, que continúa con el negocio y lo amplia hasta 1969, fecha en la que, al no tener sucesión familiar ni personas que quieran hacerse cargo del negocio, se ve obligado a cerrar por su avanzada edad.

La confitería Viena, mantuvo su prestigio durante toda su época activa, ocupando un lugar destacado en la vida diaria gaditana, llegando el local a ser uno de los lugares de reuniones y de tertulias. Antonio Valls, que adquiere el negocio en 1929, era malagueño de nacimiento, y desde muy pequeño se familiarizó con el mundo de la pastelería, comenzado a trabajar en una confitería de Málaga, a la edad de nueve años.

Tras quedarse huérfano lo mandan a Cádiz y en su deseo por ser confitero, hace que entre a trabajar en la confitería La Madrileña situada en la calle Columela, cuyo propietario era Julián Cantero, Tras nueve meses, toma contacto con Salvador Robles (propietario de Viena), entrando a trabajar su la confitería con doce años. Tras ocho años de trabajo, se marcha a Argentina en el Vapor Santa Rita y allí, con una recomendación del entonces propietario de la Pastelería Viena, visita a uno de los sobrinos de Salvador Robles y a los cuatro días entra a trabajar en la confitería Las Violetas. En dicha confitería amplia sus conocimientos en distintas fábricas de caramelos, galletas, chocolates etc. y posteriormente se traslada a la ciudad de Junin donde trabaja en la confitería 9 de julio, hasta que vuelve a Buenos Aires. Tras su regreso a la capital argentina y con 23 años comienza a trabajar en el Gran Hotel Londres en la Plaza de Mayo. Posteriormente, entra como jefe en la confitería Continental, situada en la esquina entre las calles Ríos y Belgrano. Tras cinco años de estancia en Buenos Aires, recibe la invitación de Salvador Robles desde Cádiz, para que volviera definitivamente a España, ofreciéndole la plaza de responsable de la confitería Viena. Por lo que en 1918 vuelve a trabajar en la pastelería Viena. En 1923 hace una gran transformación en el negocio, dotándolo de un salón de té adjunto, que sería un lugar referente en todos los círculos gaditanos. En el año mil novecientos veinte y nueve, el propietario Salvador Robles decide retirarse de su vida activa comercial y le traspasa el negocio a Antonio Valls, adquiriendo la propiedad de la Pastelería Viena. Permanece en activo hasta 1969, momento en el que cierra el negocio por su avanzada edad, al no seguir con el histórico negocio ninguna de sus cuatro hijas. Falleció en Cádiz el 24 de enero de 1971.

Los conocimientos del nuevo propietario, adquiridos desde su niñez y adolescencia, los supo transmitir en este local haciendo de él, uno de los más destacados para los gaditanos. Fue pionero en la ciudad en los catering, que realizaba en diversos lugares de la ciudad, como colegios o instituciones. El salón de té, fue un centro de celebraciones donde muchas generaciones festejaron bodas, comuniones, bautizos u onomásticas.

Entre las recetas más codiciadas y que muchos aún recuerdan se encontraban el jamón en dulce, los pasteles de carnes, el chocolate con picatostes o los platos de Chantilly. Fue el que introdujo el turrón de Cádiz, registrado con la marca Ambrosía.

Antonio se caso con Agustina Cardoso Ponce y tuvo cuatro hijas; Agustina, casada con Francisco Garrido Forero; Josefina, esposa de Francisco Carrera Domínguez; Eloisa, casada con Santiago Fernández Repeto y Margarita, casada con Luciano de Cea y de la Torre.

Recientemente, sus descendientes quisieron homenajear a las hijas del propietario de la pastelería y para ello organizaron una reunión familiar sorpresa, en la que evocaron los recuerdos del antiguo local. El almuerzo, servido por un catering, protagonizaron la mesa elementos reproducidos de la confitería Viena, desde salvamanteles hasta vajillas y cristalerías, con la emoción y sorpresa de las tres hijas que sobreviven del último propietario de la confitería, Josefina, Eloisa y Margarita.