Tribuna

Obituario

PROFESOR Y ESCRITOR Actualizado: Guardar
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Vengo de la Casa Consistorial de Medina Sidonia. El equipo de gobierno municipal dispuesto a pasar la noche en vela en el interior de sus dependencias. Dos centenares de personas los arropan. Se respira un aire reposado. No se escuchan gritos, ni cánticos, ni llamamientos ni consignas. Una anestesiada atmósfera de velatorio. Con corrillos de gente que habla distendida entre ella. La presencia del difunto flota en el ambiente, entre los grandes retratos de los próceres locales: el Empleo.

En Medina hemos superado la cifra de 2.500 personas sin ocupación. Un verdadero dique de miseria. La planta baja del Ayuntamiento está literalmente empapelada con las apabullantes listas de aquellos que esperan obtener un contrato de unos días a cuenta de los fondos públicos. Encabezándolas varios afortunados lucen el amarillo fluorescente que los salva momentáneamente de la quema. El resto queda abandonado a su suerte, condenados a pagar los platos rotos de esta catástrofe económica y social provocada por quienes al otro extremo de la cadena humana brindan con Moet Chandon en las cubiertas de sus yates.

2.500 personas sobre 11.000 supone que como mínimo la mitad de la población local no cuenta con otros ingresos que los de la ayuda al desempleo o la pensión de los abuelos, que se ha convertido ahora en auténtico salvavidas para el conjunto de muchas familias. Otros procuran arañar del campo unos cuantos espárragos en tiempo de sequía, pues a nadie extraña que al perro flaco de esta tierra lo ataquen también las pulgas de las adversidades del clima. Por las calles también te tropiezas a numerosas personas que se agarran al clavo ardiendo de las rifas con el agua literalmente al cuello.

El alcalde ha hecho saber que a día de hoy la Diputación Provincial ha recortado en un 75 % los fondos para este tipo de prestación social. En el fondo de las depauperadas arcas municipales el primer edil ha rebuscado otra exigua cantidad a fin de paliar la sequía. Ya hubo un encierro en Diputación. El próximo fin de semana está prevista la salida de dos autobuses para manifestarse ante este mismo órgano provincial. Es de temer que la conflictividad vaya en aumento conforme pasen los meses y aumente la podredumbre en el tejido social. Cada vez son más nutridos los grupos de jóvenes no ya sin ocupación sino sin perspectiva alguna de un horizonte laboral.

Quienes gobiernan ahora la nación miran para otro lado. Concretamente tienen su vista puesta en Europa y en los grandes organismos financieros. Les preocupan sobre todo los dictámenes que llegan desde esas alturas sobre nuestras severas recetas de recorte del gasto. Un posible cabreo de la Merkel los angustia más que la desesperación de quienes se levantan cada día mano sobre mano. Ya sabemos que el presidente del Gobierno da por hecha alguna que otra huelga, pero ningún micrófono indiscreto le ha pillado una palabra sobre un presumible aumento de la delincuencia.

Al principal partido de la oposición tampoco anda sobrado de fuerzas para implicarse en esta batalla. De hecho, no vi a ninguno de sus significados miembros locales solidarizándose con la causa de aquellos a quienes supuestamente defienden y cuyos votos volverán a demandar. Bastante tienen con lamerse las heridas tras el revolcón electoral, con el miedo además metido en el cuerpo al mismo filo del despeñadero de las próximas elecciones autonómicas en nuestra comunidad. Andan sus líderes inmersos en problemas mucho más acuciantes, como el de defender con uñas y dientes las parcelas de poder personal dentro de su partido.

Por todo ello, ya digo, he salido del Ayuntamiento con la extraña sensación de haber asistido a la ceremonia triste de un pésame. Pues ante todo he notado en la gente una serena resignación. Como en esos casos en que la familia tiene asumido el trágico desenlace después de años de enfermedad. Sobre todo porque por encima del conformismo de los presentes flotaba el de los ausentes. Allí, cuando menos, faltaban 2.000 personas a las que también se les muere el futuro y prefirieron quedarse en sus casas atontados frente al televisor. Los que no contentos con hacerse dueños de la hogaza también les han quitado las migajas, su brillante inteligencia o su necesidad de quitarse peso de la conciencia, los llevará a pensar que todo lo que les pasa a los que forman el ingente pelotón no es sino lo que tienen merecido.

Ante este panorama de desolación preciso es valorar el gesto de quienes estaban allí dispuestos a sacrificar una noche de descanso en un intento de mover voluntades y no resignarse ante este futuro de miseria que los más listos del Planeta han diseñado para los torpes. Resulta muy elegante hacer política sin quitarse la corbata, pero hay ocasiones, como la presente, en que también es preciso arremangarse y meterse en el barro. Quizás la única forma de evitar que las largas noches sin sueño no acaben convirtiéndose en negras pesadillas.