¿QUÉ HABÉIS HECHO CON SAN JUAN DE DIOS?

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Leía hace poco un artículo de Antonio Muñoz Molina, titulado 'La Era de la Fealdad', que me estremeció por su claridad y porque yo llevaba muchos años pensando lo mismo que él escribía. Se refería a la sinvergonzonería del despilfarro, de la arrogancia de los nuevos ricos, de ese océano de fealdad que nos ha ido rodeando o invadiendo, pública y privada, a escalas inmensas y a tamaños reducidos. Fealdad que ha ido acabando con la arquitectura popular y que deviene muchas veces es un monumento histórico rodeado de horrores, aislado del ecosistema en el que tuvo sentido. Queda el monumento, mal que bien, quedan las extensiones de bloques de pisos con cierres de carpintería metálica y portales de falso mármol, algunos de ellos aderezados con fantasías posmodernas de los años ochenta, quedan los pavimentos de granito y las calles sin aceras y con bolardos o chirimbolos y bancos públicos sin respaldo. Y quedan otros dos rasgos fundamentales de dicha era: los llamados edificios emblemáticos o icónicos y la escultura de rotonda de tráfico.

Trasladado a Cádiz nos cuadra el artículo completo: jardincillos hormigonados (iglesia de San José, polideportivo F. Portillo.), alcorques asfaltados, adoquines eliminados, guardacantones perdidos (C/ San José), fuentes desaparecidas de patios emblemáticos (Veedor), aves exterminadas sin piedad, que pueden ser contempladas ahora mismo debatiéndose en esa jaula instalada sobre el edificio del mercado como un monumento a la inquisición. Y si no nos movilizamos habrían acabado con la escollera de La Caleta, en donde pretendía abrir una canal para llegar hasta el Castillo de San Sebastián, con su precioso acceso por tierra desdoblado, para que entren turistas masivamente. Mucha masa y mucho hormigón, todo a lo grande, en un Cádiz del XVIII.

Pasamos por la lamentable historia del drago de Puerta Tierra, y del ficus que allí existía, eliminado para instalar ese horror que es el pájaro jaula, para terminar en las brutales podas realizadas hace muy poco contra esos cuatro monumentos de la ciudad -catalogados, no se olvide- que son los dos ficus del Mora y los otros dos de la Alameda, que además han acabado con una pequeña colonia de autillos que constituía también un valor ambiental de la ciudad. Un auténtico delito.

Pero no se detiene ahí el Ayuntamiento en ese trabajo continuo pero implacable que mantiene hasta lograr conseguir el Cádiz de los horrores. Mientras esto escribo se está cometiendo uno de los más graves atentados llevados a cabo contra Cádiz en los últimos años: la eliminación del empedrado de la plaza de San Juan de Dios, un signo emblemático de esta ciudad, que nos entraba por los ojos la primera vez que la visitábamos, porque eran las mismas olas del mar, haciendo ondas, en blanco y gris, que subían desde el puerto hasta el Ayuntamiento. Ya no existe. Con este empedrado han caído varios hermosos ejemplares de meliá, también llamado lilo de la India o árbol de las perlas, que tanto perfuman nuestras primaveras con sus flores malvas, que tan buena madera han proporcionado a los seres humanos desde el principio de los tiempos, ya que son familia del caobero. y que tanto odia este Ayuntamiento (podríamos hacer la cuenta, pero tal vez haya exterminado ya más de 100 meliás)

Desde el Ateneo, promovido por varios colectivos, hace tiempo que se elevó un escrito al Ayuntamiento pidiendo que no se tocara ese empedrado. A la vista está que no sirvió de nada.

Los ciudadanos nos encontramos indefensos ante la incultura y la barbarie, que nos van envolviendo cada día que pasa, llevándose por delante la arquitectura popular, los elementos singulares y todas esas pequeñas cosas que hacían de Cádiz una ciudad única. Creemos que va siendo hora de pedir responsabilidades algo más allá de la política. Y desde luego que repongan inmediatamente lo que han destruido.