El jerezano asegura que la literatura «ensancha el patrimonio común de la cultura». :: JUAN C. CORCHADO
literatura

«Aspiro a que me sobreviva algún que otro de mis poemas»

El autor jerezano está a punto de sacar a la luz un nuevo poemario, 'Entreguerras', un proyecto ambicioso que revisa su vida y su trayectoria José Manuel Caballero Bonald Escritor

Jerez Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Desde su madrileño cuartel de invierno, José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) observa la publicación de un nuevo poemario en el que ha volcado sus muchos años de dedicación a las letras, al cultivo del adjetivo exacto y evocador, a la imagen dibujada en la mente con trazo fino y trasladada negro sobre blanco. Entregado plenamente a la poesía desde hace algún tiempo, el resultado es 'Entreguerras', la tercera entrega consecutiva desde 2005 tras 'Manual de infractores' y 'La noche no tiene paredes'. Versos esculpidos a base de experiencias de vida.

-'Entreguerras o De la naturaleza de las cosas' es el título de su nuevo poemario, que se publica la semana próxima: ¿Una nueva entrega de rebeldía hecha poesía?

-No, no exactamente. Se trata de un libro extenso de casi tres mil versos, dividido en catorce capítulos, una especie de recapitulación autobiográfica, de revisión de hechos vividos y libros escritos. Yo creo que es mi poemario más ambicioso, más complejo. El que quiera saber algo sobre mí tendrá que buscarme entre estos poemas.

-Usted mismo dice que en su libro recupera muchas andanzas vividas con cierta mirada testamentaria, que intenta explicarse de nuevo el sentido de muchas cosas. ¿Qué cosas cree que han perdido su sentido?

-Todo va perdiendo el sentido que tenía, es una lógica consecuencia del paso de los años. Yo también he ido cambiando, me he ido volviendo más escéptico, más solitario, cada vez creo menos en más cosas. Y he procurado explicarme en qué han consistido esos cambios. «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos», decía Neruda.

-En estos tiempos difíciles que estamos atravesando, ¿qué papel juega la literatura y, en concreto, la poesía?

-El papel de la literatura no es el de cumplir ningún cometido en la sociedad. Pero ensancha de algún modo el patrimonio común de la cultura y, a renglón seguido, enriquece la sensibilidad del lector. Nada menos que eso.

-En 'La noche no tiene paredes' hay un poema que se titula 'No me conozco'. ¿Cree que llegamos a conocernos a nosotros mismos? ¿Quién es Caballero Bonald según Caballero Bonald?

-Digamos que soy ese personaje que anda circulando por toda mi obra, que siempre ha intentado ser decente, pero que también tiene sus manías, claro, y suele ser a menudo insolente, introvertido, vanidoso, desdeñoso, iracundo, qué sé yo. A veces me cuesta trabajo reconocerme y a veces me conozco demasiado bien.

-Sus primeras publicaciones fueron de poesía, luego llegaron las novelas y las memorias. Ya ha dicho en varias ocasiones que no volverá a escribir prosa. ¿Qué le aporta la poesía?

-La poesía me justifica a mí mismo. El cultivo de la poesía es un buen procedimiento para ser más plenamente humano.

-Con sus dos anteriores poemarios todo fueron elogios, la crítica dijo que era un gran ejemplo de rebeldía de un hombre de 80 años. Últimamente, Stephan Hessel y José Luis Sampedro se han convertido en símbolos de inconformismo para los jóvenes, en inspiradores del movimiento 15-M. ¿Tan adocenados estamos que han tenido que ser los octogenarios los que den un tirón de orejas a las nuevas generaciones?

-Bueno, un tirón de orejas no sé, pero al menos algunos viejos han dado a los jóvenes un ejemplo admirable de vitalidad, de insumisión frente a un mundo acosado por los inmovilismos, las corrupciones, los insultos, las involuciones ideológicas, las actitudes acomodaticias.

-¿Los políticos actuales son buenos personajes de novela? ¿De terror, quizás?

-Yo no diría tanto, aunque los políticos son siempre personas bastante imprevisibles. Eso de llevar una especie de doble vida no debe ser nada cómodo, aparte de que ahora los políticos más que ideólogos son más bien economistas. Y yo no siento ningún especial apego por los políticos profesionales, sean del signo que sean.

-La generación a la que usted pertenece parece marcada desde el principio por la oposición al orden establecido. ¿Es mala o buena suerte?

-Pues no lo sé. Es posible que la oposición a la dictadura, la lucha por las libertades democráticas durante el franquismo, sirviera de pauta educativa para muchos. Por lo que a mí respecta, mis experiencias en este sentido a partir de mediados de los 50 -el paso por la cárcel de Carabanchel, las comparecencias en el llamado tribunal de orden público, los registros e interrogatorios, el exilio voluntario, etc. -me ayudaron a moldear ciertos aspectos de mi manera de ser, me hice más inconformista, más solidario, más indignado frente a las injusticias, las hipocresías, los abusos de poder.

-¿El movimiento 15-M es un buen motivo literario?

-¿Literario? Más bien fue y sigue siendo una excelente lección social, una saludable y no violenta reivindicación de un modelo real de democracia.

-La falta de trabajo está pasando factura a los jóvenes. Licenciados y muy preparados para el mundo laboral están emigrando a otros países de Europa con mejores perspectivas. Muchos españoles de su generación tuvieron que marcharse también aunque por otros motivos. ¿Estamos viviendo ahora una nueva forma de exilio?

-El desempleo es una lacra terrible, la peor secuela de esa maldita crisis que está amenazando a medio mundo. La falta de trabajo, aparte de sus desdichadas razones económicas, pone en entredicho la conducta moral de una sociedad. Tener un trabajo digno es uno los puntos esenciales de los derechos humanos.

-¿Escribir poesía es una declaración de inconformismo?

-Puede serlo, depende. Alguna vez he reiterado que la poesía también es una forma de defensa contra las ofensas de la vida.

-¿Lee a poetas jóvenes? ¿A quién?

-Por supuesto. Suelo leer a los poetas jóvenes, sobre todo a los que se aproximan a mis ideas poéticas, es decir, los que afrontan nuevas versiones del simbolismo: Antonio Lucas, José Luis Rey, Javier Vela, Luis Muñoz, Pérez Azaústre. Por cierto, también leo con gusto a dos excelentes escritores jerezanos de las últimas generaciones: Juan Bonilla y José Mateos.

-Una crisis como la que vivimos, ¿puede resultar positiva o negativa para la cultura? Dicen que las épocas más oscuras son las que más estimulan la creatividad.

-Sí, eso puede ocurrir. Durante el franquismo se escribieron obras notables. Ninguna censura, ninguna represiva consigna cultural, es capaz de amordazar la libertad creadora. A veces la buena salud de la cultura viene a ser como la contrapartida a una determina anemia de la vida histórica.

-Su trayectoria demuestra la importancia que le da al lenguaje, a la necesidad de llamar a las cosas por su nombre, de adjetivar con exactitud. ¿Hemos perdido el gusto por el detalle?

-Hoy se escribe comúnmente con muy poco esmero, con descuido, sin apenas preocuparse por el lenguaje. Y eso, a la larga, va fomentando una literatura plana, monocorde, una copia explícita de la realidad y no una interpretación de la realidad, que es a lo que debe aspirar toda auténtica literatura. Estamos en una nueva fase de expansión del realismo más opaco, no hay más que ver lo que se publica por ahí.

-En su día a día, ¿qué es lo que nunca falta? ¿Un libro? ¿Un jerez? ¿La prensa?

-Bueno, sí, la edad me ha hecho ser un poco rutinario, qué remedio. Cuando estoy en Madrid, donde me paso todo el invierno, leo a media mañana y por la noche, en la cama. También suelo tomarme una o dos copas de palo cortado al caer la tarde. Cuando estoy en mi casa de Sanlúcar tiendo a ser más desordenado y me dedico bastante a la jardinería y a la vida contemplativa.

-¿A qué aspira José Manuel Caballero Bonald?

-A que me sobreviva algún que otro de mis poemas.

-Los premios son una constante en su trayectoria. Los más recientes, como el García Lorca, el Nacional de las Letras Españolas, el Nacional de Poesía o el Reina Sofía de poesía iberoamericana, demuestran el reconocimiento internacional a su obra, aunque todavía se resisten el Cervantes y el sillón de la Academia. ¿Se siente en la Champion League de la literatura?

-No me quejo. El Cervantes tiene algo de escalafón, supongo que me ha llegado la edad. Y de la Academia no quiero ni oír hablar. Me presentaron como candidato, no me aceptaron y punto. Tampoco me apetece ahora compartir mesa con algunos académicos que no me merecen el menor crédito.

-La fundación que lleva su nombre no ha cumplido aún los 15 años y ya no se concibe Jerez sin ella. ¿A qué cree que se debe el su éxito? ¿Por qué es tan importante su labor?

-La Fundación cuenta con un equipo magnífico, que trabaja con solvencia y eficacia, con un entusiasmo ejemplar. Y eso se nota, claro. Estoy plenamente satisfecho de su funcionamiento y del eco cultural que ha alcanzado la Fundación en toda España. Y estoy muy agradecido a sus generosos patrocinadores.

-¿Cómo ha cambiado el Jerez de su infancia con el de ahora? ¿Se siente profeta en su tierra?

-¿Profeta? No, ni soy ni quiero ser profeta en ningún sitio. Y el Jerez de mi infancia tiene obviamente muy poco que ver con el de ahora. El tiempo ha sido en este caso un buen catalizador, ha puesto más o menos las cosas en su sitio. Mi novela sobre Jerez, 'Dos días de septiembre', se ha convertido ya en el testimonio de unas relaciones sociales extinguidas, obsoletas. La propia dinámica de la historia ha incorporado cierta normalización al clima social jerezano. Lo que no sé es si todavía anda por ahí algún nostálgico.